(ATRIBUTOS «COMUNICABLES)
¿En
qué forma es Dios como nosotros en atributos de voluntad y en atributos que
resumen su excelencia?
En el
capítulo previo consideramos los atributos de Dios que describen su ser
(espiritualidad, invisibilidad) sus atributos mentales (conocimiento, sabiduría
y veracidad), y sus atributos morales (bondad, amor, misericordia, santidad,
paz, justicia, celo e ira). En este examinaremos los atributos de Dios de
propósito, atributos que tienen que ver con la toma y ejecución de decisiones
(voluntad, libertad y omnipotencia) y sus atributos sumarios (perfección,
bienaventuranza, belleza y gloria).
D. ATRIBUTOS DE PROPÓSITO
En
esta categoría de atributos consideraremos primero la voluntad de Dios en
general, luego la libertad de la voluntad de Dios, y finalmente la omnipotencia
(o poder infinito) de la voluntad de Dios.
14. VOLUNTAD.
La
voluntad de Dios es el atributo de Dios por el cual él aprueba y determina
realizar toda acción necesaria para la existencia y actividad de sí mismo y
toda la creación.
Esta
definición indica que la voluntad de Dios tiene que ver con decidir y aprobar
las cosas que Dios es y hace. Tiene que ver con las decisiones de Dios de qué
hacer y qué no hacer.
A. LA VOLUNTAD DE DIOS EN GENERAL.
La
Biblia frecuentemente habla de la voluntad de Dios como la razón definitiva y
suprema de todo lo que sucede. Pablo se refiere a Dios como el que «hace todas
las cosas conforme al designio de su voluntad» (Ef. 1: 11).
La
frase que se traduce «todas las cosas» (ta panta) Pablo la usa frecuentemente
para referirse a todo lo que existe y todo lo que hay en la creación (vea, por
ejemplo, Ef. 1:10, 23; 3: 9; 4: 10; Col 1: 16 [dos veces], 17; Ro 11:36; 1ª Co
8: 6 [dos veces]; 15: 27-28 [dos veces]). La palabra que se traduce «hace»
(energeo «obrar, llevar a la práctica, realizar, producir») es un participio
presente y sugiere actividad continua.
La
frase se podría traducir más explícitamente: «que continuamente hace que se realice todo en el universo conforme al
consejo de su voluntad».
NOTA: La frase no siempre lleva ese significado (Ro 11: 32; 1ª Co 12:6;
2ª Co 12: 19), pero en contexto en los que el alcance del pensamiento de Pablo
es cósmico o universal por naturaleza (como en este pasaje), la frase no parece
referirse muy claramente a todo en toda la creación.
Más
específicamente, todo fue creado por la voluntad de Dios: «Tú creaste todas las
cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas» (Ap 4: 11). Tanto el Antiguo
como el Nuevo Testamentos hablan del gobierno humano como resultado de la
voluntad de Dios: la voz del cielo le dice a Nabucodonosor que debe aprender
«que el Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los
entrega a quien él quiere» (Dn 4: 32), y Pablo dice que «no hay autoridad que
Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él» (Ro
13:1).
La
iglesia de Jerusalén creía que todos los acontecimientos conectados con la
muerte de Cristo fueron conforme a la voluntad de Dios, porque en su oración dijeron:
«En
efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y
con el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste para
hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que
sucediera» (Hch . 4: 27-28).
La
mención específica de varios partes involucradas en diferentes etapas de la
crucifixión, juntos con la calidad indefinida del pronombre relativo plural «lo
que» (griego osa, de osos «las cosas que») implican que no solo la muerte de
Jesús sino todos los acontecimientos detallados en conexión con ella están
incluidos en la siguiente declaración: la mano y la voluntad de Dios habían
predestinado que sucedieran todas esas cosas.
A
veces es la voluntad de Dios que los creyentes sufran, como se ve en 1ª Pedro
3: 17, por ejemplo: «Si es la voluntad de Dios, es preferible sufrir por hacer
el bien que por hacer el mal». Luego, en el siguiente capítulo, Pedro dice:
«Así pues, los que sufren según la voluntad de Dios, entréguense a su fiel
Creador y sigan practicando el bien» (1ª P 4: 19). En este versículo la frase
«según la voluntad de Dios» no puede referirse a la manera en que los creyentes
soportan el sufrimiento, porque eso haría que el versículo esencialmente
dijera: «Que los que sufren mientras hacen el bien, hagan el bien entréguense a
su fiel Creador ».
Eso
haría la frase «según la voluntad de Dios» redundante. Más bien, la frase
«según la voluntad de Dios debe referirse al hecho de que los creyentes están
sufriendo, de la misma manera que la «voluntad de Dios» se refería al
sufrimiento en el capítulo previo (1ª P 3: 17).
Santiago
nos anima a pensar que todos los acontecimientos de nuestras vidas están
sujetos a la voluntad de Dios. A los que dicen: «Hoyo mañana iremos a talo cual
ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero» Santiago
les dice: «¡Ni siquiera saben qué sucederá mañana! Más bien, debieran decir:
«Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (Stg 4: 13-15).
Atribuir tantos acontecimientos, incluso acontecimientos malos, a la voluntad
de Dios a menudo produce malos entendidos y dificultades para los cristianos.
Algunas de las dificultades conectadas con este tema se considerarán aquí y
otras en el capítulo 16, Sobre La Providencia De Dios.
B. DISTINCIONES EN LOS ASPECTOS DE LA VOLUNTAD DE DIOS:
(1) VOLUNTAD OBLIGADA Y
VOLUNTAD LIBRE.
Algunas
distinciones hechas en el pasado pueden ayudamos a entender varios aspectos de
la voluntad de Dios. Así como nosotros podemos decidir o escoger algo de buen
grado o a regañadientes, con gusto o lamentando, en secreto o públicamente,
Dios en la infinita grandeza de su personalidad puede querer diferentes cosas
de diferentes maneras.
Una
distinción útil que se aplica a los aspectos de la voluntad de Dios es la
distinción entre la voluntad necesaria de Dios y la voluntad libre de Dios. La
voluntad obligada de Dios incluye todo lo que él debe determinar conforme a su
naturaleza.
¿Qué
es lo que Dios determina obligatoriamente? Él se determina a sí mismo. Dios
quiere eternamente ser, o desea ser, quien es y lo que es. Él dice: «YO SOY EL
QUE SOY», o «YO SERÉ LO QUE SERÉ» (Éx 3: 14). Dios no puede decidir ser
diferente de lo que es ni dejar de existir.
La
voluntad libre de Dios incluye todo lo que Dios determinó pero no tenía
necesidad de determinar conforme a su naturaleza. Aquí debemos poner la
decisión de Dios de crear el universo, y todas las decisiones relativas a los
detalles de esa creación. Aquí debemos colocar también todos los actos
redentores de Dios.
No hay
nada en la naturaleza de Dios que le exigiera crear el universo o redimir de la
humanidad pecadora un pueblo para sí mismo (vea la lo que se dijo anteriormente
respecto a la independencia de Dios). Sin embargo, Dios decidió crear y
redimir, y estas fueron decisiones totalmente libres que tomó. Aunque entre los
miembros de la Trinidad el amor, la comunión y gloria han existido de una
medida infinita por toda la eternidad (vea Jn 17: 5,24),
Dios
decidió crear el universo y redimirnos para su gloria (Is 43: 7; 48: 9-11; Ro
11: 36; 1ª Co 8: 6; Ef. 1: 12; Ap 4: 11). Sería un error tratar de hallar en el
mismo ser de Dios una causa que lo obligara a crear o redimir, porque eso sería
negar la independencia total Dios. Sería decir que sin nosotros Dios no podría
ser verdaderamente Dios. Las decisiones de Dios de crear y redimir fueron
decisiones totalmente libres.
(2) VOLUNTAD SECRETA Y
VOLUNTAD REVELADA.
Otra
distinción útil que se aplica a los diferentes aspectos de la voluntad de Dios
es la distinción entre la voluntad secreta de Dios y su voluntad revelada.
Incluso en nuestra propia experiencia sabemos que podemos querer algunas cosas
en secreto y esperar antes de dar a conocer a otros que la deseamos.
A
veces les decimos a otros antes de que tenga lugar lo que hemos deseado, y en
otras ocasiones no revelamos nuestra voluntad secreta sino hasta después de que
lo que queríamos tuvo lugar.
Es
cierto que una distinción entre diferentes aspectos de la voluntad de Dios es
evidente en muchos pasajes bíblicos. Según Moisés: «Lo secreto le pertenece al
Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros
hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley» (Dt.
29: 29).
Lo que
Dios ha revelado nos es dado con el propósito de que hagamos la voluntad de
Dios, «para que obedezcamos todas las palabras de esta ley». Hubo muchos otros
aspectos de su plan, sin embargo, que él no nos ha revelado; muchos detalles de
eventos futuros, detalles específicos de adversidad o bendición en la vida, y cosas
por el estilo. Respecto a estos asuntos, simplemente debemos confiar en él.
Debido
a que la voluntad revelada de Dios por lo general contiene sus mandamientos o
«preceptos» para nuestra conducta moral, a la voluntad revelada de Dios a veces
se le llama la voluntad de precepto o voluntad de mandamiento de Dios.
Esta
voluntad revelada de Dios es la voluntad declarada de Dios respecto a lo que
nosotros debemos hacer o lo que Dios nos ordena hacer.
Por
otro lado, la voluntad secreta de Dios por lo general incluye sus decretos
ocultos por los que él gobierna el universo y determina todo lo que sucederá.
Ordinariamente
no nos revela esos decretos (excepto en las profecías que han de cumplirse),
así que estos decretos realmente son la voluntad «secreta» de Dios. Hallamos lo
que Dios ha decretado cuando los acontecimientos tienen lugar en la realidad.
Debido
a que esta voluntad secreta de Dios tiene que ver con sus decretos de
acontecimientos en el mundo, a este aspecto de la voluntad de Dios a veces se
le llama la voluntad de decreto de Dios.
Hay
varias instancias en las que la Biblia menciona la voluntad revelada de Dios.
En el Padre Nuestro la petición «hágase tu voluntad en la tierra como en el
cielo» (Mt 6: 10) es una oración en que se pide que los seres humanos obedezcan
en la tierra la voluntad revelada de Dios, sus mandamientos, tal como se
obedecen en el cielo (es decir, total y completamente).
Esto
no podría ser una oración pidiendo que se cumpla la voluntad secreta de Dios
(es decir, sus decretos en cuanto a acontecimientos que ha planeado), porque lo
que Dios ha decretado en su voluntad secreta de todos modos sucederá. Pedir que
Dios haga suceder lo que ya ha decretado que suceda sería como orar: «Que lo
que va a suceder suceda». Sería una oración verdaderamente hueca, porque en
realidad no se estaría pidiendo nada.
Es
más, puesto que no sabemos la voluntad secreta de Dios respecto al futuro,
quien eleve una oración pidiendo que se cumpla la voluntad secreta de Dios no
sabría lo que está pidiendo. Sería una oración sin contenido comprensible y sin
efecto. Más bien, la oración «hágase tu voluntad» se debe entender como una
apelación a que se cumpla en la tierra la voluntad revelada de Dios.
Si se
entiende de esta manera esta frase, eso provee un patrón para que oremos según
los mandamientos de Dios en la Biblia. En este sentido, Jesús nos provee una
guía para una amplitud de peticiones de oración supremamente amplia. Cristo nos
anima aquí a orar que los seres humanos obedezcan las leyes de Dios, que sigan sus
principios para la vida, que obedezcan sus mandamientos de arrepentirse del
pecado y confiar en Cristo como Salvador. Orar estas cosas es orar que se haga
la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo.
Un
poco más adelante Jesús dice: «No todo el que me dice: "Señor,
Señor", entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la
voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mt 7: 21). De nuevo, la referencia
no puede ser a la voluntad secreta de Dios ni a la voluntad de decreto (porque
toda la humanidad sigue esto, aunque no lo sepa), sino la voluntad revelada de
Dios, es decir, la ley moral de Dios que los seguidores de Cristo deben
obedecer (Mt 12: 50; probablemente también 18:14).
Cuando
Pablo manda a los efesios que «entiendan cuál es la voluntad del Señor» (Ef. 5:
17; Ro 2: 18), de nuevo está hablando de la voluntad revelada de Dios. También
Juan cuando dice: «Si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye» (1ª Jn 5:
14).
Probablemente
es mejor poner 1 Timoteo 2:4 y 2 Pedro 3:9 en esta categoría también. Pablo
dice que Dios «quiere [o «desea, anhela», gr. tzelo] que todos sean salvos y
lleguen a conocer la verdad» (1ª Ti 2: 4). Pedro dice que «el Señor no tarda en
cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene
paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se
arrepientan» (2ª P 3: 9).
En
ninguno de estos versículos se puede entender la voluntad de Dios como su
voluntad secreta, su decreto respecto a lo que con certeza va a suceder. Esto
se debe a que el Nuevo Testamento dice claramente que habrá un juicio final y
no todos serán salvos. Es mejor, por consiguiente, decir que estas son
referencias a la voluntad revelada de Dios, sus mandamientos que la humanidad
debe obedecer y su declaración a nosotros de lo que es agradable a su vista.
Por
otro lado, muchos pasajes hablan de la voluntad secreta de Dios. Cuando
Santiago nos dice que digamos: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o
aquello» (Stg 4: 15), no puede estar hablando de la voluntad revelada de Dios o
su voluntad de precepto, porque respecto a muchas de nuestras acciones nosotros
sabemos que están de acuerdo al mandamiento de Dios que hagamos una u otra
actividad que hemos planeado. Más bien, confiar en la voluntad secreta de Dios
vence el orgullo y expresa dependencia humilde en el control soberano de Dios
sobre lo que nos sucede en la vida.
Otro
ejemplo se halla en Génesis 50:20.josé le dice a sus hermanos: «Es verdad que
ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr
lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente». Aquí la voluntad
revelada de Dios a los hermanos de jasé era que ellos debían amarlo y no
privarle de los suyo ni venderlo como esclavo o planear asesinarlo. Pero la
voluntad secreta de Dios fue que la desobediencia de los hermanos de jasé
resultara en un mayor bien cuando jasé, habiendo sido vendido como esclavo y
llevado a Egipto, adquirió autoridad sobre la tierra y pudo salvar a su
familia.
Cuando
Pablo les dice a los corintios: «Si Dios quiere, iré a visitarlos muy pronto»
(1ª Co 4:19), no está hablando de la voluntad revelada de Dios, porque Pablo ya
había determinado, en obediencia a Dios y en cumplimiento de su oficio
apostólico, ir a visitar a los corintios. Está hablando más bien de la voluntad
secreta de Dios, su plan oculto para el futuro, que Pablo desconocía y que se
conocería sólo cuando se sucediera (Hch 21: 14; Ro 1: 10; 15: 32; Ef 1: 11; 1ª
P 3: 17; 4: 19)
Se
dice que tanto el revelar las buenas noticias del evangelio a algunos y
ocultarlas de otros es conforme a la voluntad de Dios. Jesús dice: «Te alabo,
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de
los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son corno niños. Sí, Padre,
porque esa fue tu buena voluntad» (Mt 11: 25-26).
Esto
de nuevo debe referirse a la voluntad secreta de Dios, porque su voluntad
revelada es que todos alcancen la salvación. En efecto, apenas dos versículos
más adelante, Jesús le ordena a todos: «Vengan a mí todos ustedes que están
cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mt 11: 28).
Tanto
Pablo como Pedro nos dicen que Dios quiere que todos sean salvos (vea 1 Ti 2:4;
2 P 3:9). Así que el hecho de que algunos no son salvos y que para algunos el evangelio
está oculto se debe entender se debe tomar como que está de acuerdo con la
voluntad secreta de Dios, desconocida para nosotros e inapropiado que nosotros
hurguemos en ella.
De la
misma manera, debemos entender la mención de la voluntad de Dios en Romanos 9:
18 (Así que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla, y endurece a
quien él quiere endurecer») y Hechos 4: 28 (para hacer lo que de antemano tu
poder y tu voluntad habían determinado que sucediera») como referencias a la
voluntad secreta de Dios.
NOTA: En Ef. 1: 9-10 Pablo dice que Dios «nos hizo
conocer el misterio de su voluntad o •• reunir en él todas las cosas».
Aquí nos dice que parte de la voluntad secreta de
Dios se convirtió en la voluntad revelada de Dios porque Dios la dio a conocer
a los apóstoles y luego a la iglesia.
Hay un
peligro al decir que hay acontecimientos que se producen conforme a la voluntad
de Dios, aunque vemos que la Biblia habla de ellos de esa manera. Un peligro es
que podemos empezar a pensar que Dios se deleita en el mal, lo que no es cierto
(vea Ez 33: 11), aunque él puede usarlo para sus propósitos buenos (vea
capítulo 16 para mayor consideración).
Otro
peligro es que podemos empezar a echarle a Dios la culpa del pecado, en lugar
de a nosotros mismos, o pensar que no somos responsables de nuestras acciones
de maldad. La Biblia, sin embargo, no vacila en unir afirmaciones de la
voluntad soberana de Dios con afirmaciones de la culpabilidad del hombre que
hace el mal. Pedro pudo decir en la misma oración que Jesús «fue entregado
según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios, y también
decir que «por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la
cruz» (Hch 2: 23).
La
misma declaración afirma la oculta voluntad de decreto de Dios y la
culpabilidad de la «gente malvada» al realizarla. Comoquiera que entendamos el
teje y maneje secreto de la voluntad oculta de Dios, nunca debemos pensar que
implica que somos libres de culpa en cuanto a maldad, ni que se le puede echar
a Dios la culpa del pecado.
La
Biblia nunca habla de esa manera, y nosotros tampoco podemos hacer ni lo uno ni
lo otro, aunque cómo puede ser así siga siendo un misterio para nosotros en
esta edad.
15. LIBERTAD.
La
libertad de Dios es el atributo de Dios que le permite hacer lo que quiere.
Esta definición implica que nada en toda la creación puede estorbar que Dios
haga su voluntad. Este atributo de Dios está, por consiguiente, estrechamente
relacionado con su voluntad y su poder.
Sin
embargo este aspecto de libertad enfoca el hecho de que a Dios no lo restringe
nada externo a sí mismo y que es libre de hacer lo que quiera hacer. No hay ni
persona ni fuerza que jamás pueda dictarle a Dios lo que debe hacer. Él no está
bajo ninguna autoridad ni restricción externa.
La libertad
de Dios se menciona en el Salmo 115, en donde su gran poder se contrasta con la
debilidad de los ídolos: «Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que
le parezca» (Sal 115: 3). Los gobernantes humanos no pueden levantarse contra
Dios y oponerse en efecto a su voluntad, porque «En las manos del Señor el
corazón del reyes como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado» (Pr
21: 1).
De
modo similar, Nabucodonosor aprende en su arrepentimiento que es verdad decir
de Dios: «Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos
de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus
actos» (Dn 4: 35).
Debido
a que Dios es libre no debemos tratar de buscar alguna otra respuesta mejor a
las acciones de Dios en la creación que el hecho de que él quiso hacer algo y
que su voluntad tiene perfecta libertad (siempre y cuanto las acciones que
realiza vayan de acuerdo con su carácter moral). A veces algunos tratan de
descubrir por qué Dios tiene que hacer una u otra cosas (tal como crear el
mundo o salvarnos).
Es
mejor simplemente decir que fue la totalmente libre voluntad de Dios (obrando
de una manera que está de acuerdo con su carácter) la razón final por la que
escogió crear el mundo y salvar a los pecadores.
16. OMNIPOTENCIA (PODER, SOBERANÍA).
La
omnipotencia de Dios quiere decir que Dios puede hacer toda su santa voluntad.
La palabra omnipotencia se deriva de dos palabras latinas: omni, «todo» y
potens, «poderoso», y quiere decir «todopoderoso». En tanto que la libertad de
Dios se refiere al hecho de que no hay ninguna restricción externa a las
decisiones de Dios, la omnipotencia de Dios se refiere al poder que tiene para
hacer todo lo que decida hacer.
En la
Biblia se menciona frecuentemente este poder. Dios es «El Señor, el fuerte y
valiente, el Señor, el valiente guerrero» (Sa124:8). La pregunta retórica
«¿Acaso hay algo imposible para el Señor?» (Gn 18: 14; Jer 32: 27) ciertamente
implica (en el contexto en que aparece) que nada es demasiado dificil para el
Señor. Por cierto, Jeremías dice de Dios: «Para ti no hay nada imposible» Jer
32: 17).
Pablo
dice que Dios «puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginamos o
pedir» (Ef 3: 20), y que a Dios se le llama el «todopoderoso» (2ª Co 6: 18; Ap
1: 8), término (gr. pantokrátori), que sugiere la posesión de todo poder y
autoridad. Es más, el ángel Gabriel le dice a María que «para Dios no hay nada
imposible» (Lc.1: 37), y Jesús dice: «para Dios todo es posible» (Mt 19: 26).
Estos
pasajes indican que el poder de Dios es infinito, y que por consiguiente no
está limitado a hacer sólo lo que ya ha hecho. Es más, Dios puede hacer mucho
más de lo que hace. Por ejemplo, Juan el Bautista dice en Mateo 3: 9: «Aun de
estas piedras Dios es capaz de darle hijos a Abraham». Dios es el que «puede
hacer lo que le parezca» (Sal 115: 3); pudo haber destruido a Israel y haber
levantado de Moisés una gran nación (Éx 32: 10), pero no lo hizo.
Sin
embargo, hay algunas cosas que Dios no puede hacer. Dios no deseará ni hará nada
contrario a su carácter. Por eso la definición de omnipotencia se indica en
términos de la capacidad de Dios para hacer «toda su santa voluntad». No es
absolutamente cualquier cosa lo que Dios sea capaz de hacer, sino todo lo que
esté de acuerdo con su carácter.
Por
ejemplo, Dios no puede mentir. En Tito 1: 2 se le llama (literalmente) «el Dios
que no miente», o el «Dios que jamás miente». El autor de Hebreos dice que en
el juramento y la promesa «es imposible que Dios mienta» (Heb 6: 18, traducción
del autor). 2ª Timoteo 2: 13 dice que Cristo «no puede negarse a sí mismo».
Es
más, Santiago dice: «Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él
a nadie» (Stg 1: 13). Así que Dios no puede mentir, ni pecar, ni negarse a sí
mismo, ni ser tentado por el mal. No puede dejar de existir ni dejar de ser
Dios, ni actuar de alguna manera que no esté de acuerdo con alguno de sus
atributos.
Esto
quiere decir que no es enteramente exacto decir que Dios puede hacer cualquier
cosa. Incluso los pasajes bíblicos citados arriba que usan frases similares a
esta se deben entender en sus contextos, como que quieren decir que Dios puede
hacer todo lo que quiera hacer o cualquier cosa que vaya de acuerdo con su
carácter.
Aunque
el poder de Dios es infinito, su uso de ese poder queda determinado por sus
otros atributos (tal como todos los atributos de Dios determinan todas sus
acciones). Esto es, por consiguiente, otro ejemplo en donde habría un
malentendido si se aísla un atributo del resto del carácter de Dios, o si se
recalca de una manera desproporcionada.
Al
ejercicio de Dios de poder sobre su creación también se le llama la soberanía
de Dios. Dios es soberano en el ejercicio de su gobierno (como «soberano» o
«rey») sobre su creación. Este tema se considerará con más detalle en el
capítulo 16, sobre la providencia de Dios.
Al
concluir nuestra consideración de los atributos de propósito de Dios, es
apropiado darnos cuenta de que él nos ha hecho de tal manera que mostramos en
nuestras vidas un pálido reflejo de cada uno de ellos. Dios nos ha hecho
criaturas con voluntad. Optamos por alternativas y tomamos decisiones reales
respecto a los acontecimientos de la vida.
Aunque
nuestra voluntad no es absolutamente libre de la manera en que la de Dios es,
Dios con todo nos ha dado una libertad relativa dentro de nuestras esferas de
actividad en el universo que él ha creado.
Es
más, tenemos un sentido intuitivo que es nuestra capacidad de ejercer nuestra
voluntad y tomar decisiones, y hacerlo de una manera relativamente libre, que
es una de las marcas más significativas de la semejanza de Dios en nuestra
existencia.
Por
supuesto, nuestro deseo de ejercer nuestra voluntad y nuestro deseo de ser
libres de restricciones puede mostrarse de maneras pecaminosas. Los seres
humanos pueden volverse arrogantes y pueden desear una clase de libertad que
incluye rebelión contra la autoridad de Dios y una negativa a obedecer su
voluntad. Con todo, cuando usamos nuestra voluntad y nuestra libertad para
tomar decisiones que agradan a Dios, reflejamos su carácter y lo glorificamos.
Cuando
gobiernos perversos u otras circunstancias privan a los seres humanos de su
capacidad para tomar decisiones libres, se suprime una parte significativa de
su semejanza a Dios.
No es
sorprendente que pagarían casi cualquier precio para recuperar su libertad.
El
grito del revolucionario estadounidense Patrick Henry: «Denme libertad o denme
muerte!» halla eco muy dentro de toda alma creada a imagen de Dios.
Por
supuesto, no tenemos poder infinito ni omnipotencia, como tampoco tenemos
libertad infinita ni ninguno de los otros atributos de Dios en un grado
infinito.
Pero
aunque no tengamos omnipotencia, Dios nos ha dado poder para producir
resultados, poder fisico y otras clases de poderes: poder mental, poder espiritual,
poder de persuasión, y poder en varias clases de estructuras de autoridad
(familia, iglesia, gobierno civil y cosas por el estilo). En todos estos
aspectos, el uso del poder de maneras que agradan a Dios y en consistencia con
su voluntad de nuevo es algo que le da gloria porque refleja su propio
carácter.
E. ATRIBUTOS «SUMARIOS»
17. PERFECCIÓN.
La
perfección de Dios quiere decir que Dios posee completamente todas las
cualidades excelentes y no carece de ninguna parte de ninguna calidad que sea
deseable para él.
Es
dificil decidir si esto se debería mencionar como un atributo separado o
simplemente incluirlo en la descripción de otros atributos. Algunos pasajes
dicen que Dios es «perfecto» o «completo». Jesús nos dice: «Por tanto, sean
perfectos, así como su Padre celestial es perfecto» (Mt 5: 48).
David
dice de Dios: «El camino de Dios es perfecto» (Sal 18: 30; Dt 32: 4). Hay algún
precedente bíblico, por consiguiente, para indicar explícitamente que a Dios no
le falta nada en su excelencia; él posee por completo todos sus atributos y no
le falta nada de ninguno de esos atributos. Es más, no hay ninguna calidad de
excelencia que sería deseable que Dios tuviera y que no tenga; él es «completo»
o «perfecto» en toda manera.
Este
atributo es el primero de los que se clasifican como atributos «sumarios»
porque no encajan bien con ninguna de las otras categorías que hemos
mencionado.
Aunque
todos los atributos de Dios modifican a todos los demás en algún sentido, los
que encajan en esta categoría parecen aplicarse más directamente a todos los
atributos o describir algún aspecto de todos los atributos de modo que vale la
pena declararlo explícitamente.
18. BIENAVENTURANZA.
Ser
«bendito» [«bienaventurado», RVR 1960J es ser feliz en un sentido muy pleno y
rico. A menudo la Biblia habla de la bendición de los que andan en los caminos
de Dios. En 1 Timoteo Pablo llama a Dios «único y bendito Soberano» (1ª Ti 6:
15) y habla del «glorioso evangelio que el Dios bendito me ha confiado» (1ª Ti
1: 11). En ambos casos la palabra no es eulogetós (que a menudo se traduce
«bendito»), sino macarios (que quiere decir «feliz»).
Entonces,
la bendición o dicha de Dios se puede definir como sigue: La bienaventuranza o
dicha de Dios significa que Dios se deleita plenamente en sí mismo y en todo lo
que refleja su carácter. En esta definición la idea de la felicidad o
bienaventuranza de Dios se conecta directamente a su propia persona como el
foco de todo lo que es digno de gozo o deleite. Esta definición indica que Dios
es perfectamente feliz, y que tiene plenitud del gozo en sí mismo.
La
definición refleja el hecho de que Dios se complace en todo lo de la creación
que refleja su excelencia. Cuando terminó su obra de creación miró a todo lo
que había hecho y dijo que era «muy bueno» (Gn 1: 31). Esto indica el deleite
de Dios y su aprobación de su creación. Después, en Isaías leemos una promesa
del gozo futuro de Dios sobre su pueblo: «Como un novio que se regocija por su
novia, así tu Dios se regocijará por ti» (Is 62: 5; Pr 8: 30-31; Sof 3: 17).
Al
principio puede parecer extraño, e incluso de alguna manera desencantador que
cuando Dios se regocija en su creación, o incluso cuando se regocija en
nosotros, en realidad es un reflejo de sus cualidades excelentes en las cuales
está regocijándose.
Pero
cuando recordamos que la suma de todo lo que es deseable o excelente se halla
en medida infinita en Dios mismo, nos damos cuenta de que no podía ser de otra
manera; Todo lo que sea excelente en el universo, todo lo que es deseable, debe
en última instancia proceder de él, porque él es el Creador de todo y es la
fuente de todo bien. «Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo
alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como
los astros ni se mueve como las sombras» (Stg 1: 17).
Debemos,
por consiguiente, decimos a nosotros, como Pablo les dijo a los corintios:
«¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como
si no te lo hubieran dado?» (1ª Co 4: 7). «Porque todas las cosas proceden de
él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén» (Ro 11:
36).
Nosotros
imitamos la dicha o bienaventuranza de Dios cuando hallamos deleite y felicidad
en todo lo que es agradable a Dios, tanto en esos aspectos de la vida que
agradan a Dios como en las obras de otros. De hecho, cuando somos agradecidos y
nos deleitamos en destrezas específicas, preferencias y otras características
con las que Dios nos ha creado como individuos, también imitamos su atributo de
bienaventuranza.
Es
más, imitamos la bienaventuranza o dicha de Dios al regocijamos en la creación
conforme refleja varios aspectos de su carácter excelente. Y hallamos nuestra
mayor bienaventuranza, nuestra mayor felicidad, al deleitamos en la fuente de
toda buena cualidad: Dios mismo.
19. BELLEZA.
La
belleza de Dios es ese atributo por el que él es la suma de todas las
cualidades deseables. Este atributo de Dios ha estado implícito en varios de
los atributos precedentes, y se relaciona especialmente con la perfección de
Dios. Sin embargo, la perfección de Dios se definió de tal manera que muestra
que a él no le falta nada que sería deseable en él.
Este
atributo, belleza, se define de una manera positiva para mostrar que Dios en
efecto posee toda cualidad deseable: «perfección» quiere decir que a Dios no le
falta nada deseable; «belleza» quiere decir que Dios tiene todo lo deseable.
Son dos maneras de expresar la misma verdad.
No
obstante, hay valor en afirmar este aspecto positivo de que Dios posee todo lo
que sea deseable. Nos recuerda que todos nuestros deseos buenos y justos, todos
los deseos que deberían estar en nosotros o en cualquier otra criatura, hallan
su satisfacción suprema en Dios y en nadie más.
David
habla de la belleza del Señor en Salmo 27: 4: «Una sola cosa le pido al Señor,
y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi
vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo». Una
idea similar se expresa en otro salmo: «¿A quién tengo en el cielo sino a ti?
Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra» (Salmo 73: 25).
En
ambos casos, el salmista reconoce que su deseo de Dios, que es la suma de todo
lo deseable, supera con mucho todos los demás deseos. Este deseo culmina en
anhelo de estar cerca de Dios y disfrutar de su presencia para siempre. Así que
la más grande bendición de la ciudad celestial será ésta: «Lo verán cara a
cara» (Ap 22: 4).
Anne
R. Cousin ciertamente tuvo una correcta perspectiva apropiada, porque en la
última estrofa de su himno «The Sands ofTime Are Sinking» (Las arenas del
tiempo se están hundiendo) ella escribió:
Los Ojos De La Novia Y No Su Vestido, Sino La Cara De Su Amado Novio.
No Contemplaré En La Gloria, Sino La Gracia De Mi Rey;
No En La Corona Que Él Da, Sino En Su Mano Perforada;
El Cordero Es Toda La Gloria De La Tierra De Emanuel.
Nosotros
reflejamos la belleza de Dios en la vida cuando exhibimos conducta que le
agrada. Por eso Pedro les dice a las esposas en las iglesias a las cuales les
escribe que su «belleza» (es decir, su fuente de belleza) debería ser «la que
procede de lo íntimo del tarazón y consiste en un espíritu suave y apacible.
Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios» (1ª P 3: 4). De modo similar,
Pablo instruye a los criados que por su conducta «hagan honor a la enseñanza de
Dios nuestro Salvador» (Tit 2: 10).
La
belleza en nuestras vidas es tan importante para Cristo que su propósito ahora
es santificar a toda la iglesia «para presentársela a sí mismo como una iglesia
radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e
intachable» (Ef. 5: 27). Así que individualmente y en conjunto reflejamos la
belleza de Dios en toda manera en que exhibimos su carácter. Cuando reflejamos
su carácter, él se deleita en nosotros y halla esto hermoso.
Pero
también nos deleitamos en la excelencia de Dios al verla manifestada en la vida
de nuestros hermanos y hermanas en el Señor. Por consiguiente, es correcto
sentir gozo y deleite en la comunión de unos con otros, y este gozo se ahonda
conforme aumenta nuestra conformidad a la vida de Cristo.
Es
correcto que anhelemos estar en comunión con el pueblo de Dios en el cual se
manifiesta el carácter de Dios, porque cuando nos deleitamos en la santidad del
pueblo de Dios, en última instancia nos deleitamos en Dios mismo al ver su
carácter evidenciado en la vida de su pueblo.
20. GLORIA.
En
cierto sentido la palabra gloria sencillamente significa «honor» o «reputación
excelente». Este es el significado del término en Isaías 43: 7, donde Dios
habla de sus hijos «al que yo he creado para mi gloria», o Romanos 3: 23, que
dice que «todos han pecado y están privados de la gloria de Dios». También
tiene ese significado en Juan 17: 5, en donde Jesús habla al Padre de «la
gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera», y en Hebreos 1: 3,
que dice que el Hijo «es el resplandor de la gloria de Dios».
En
este sentido, la gloria de Dios no es exactamente un atributo de su ser sino
que más bien describe el honor superlativo que debe darle a Dios todo en el
universo (incluyendo, en Heb 1:3 y Jn 17: 5, el honor que comparten los
miembros de la Trinidad). Pero no es ese el sentido de la palabra gloria que
nos concierne en esta sección.
En
otro sentido la «gloria» de Dios quiere decir la luz brillante que rodea la
presencia de Dios. Puesto que Dios es espíritu, y no energía o materia, esta
luz visible no es parte del ser de Dios sino algo que fue creado. Podemos
definirla como sigue:
La
gloria de Dios es el resplandor creado que rodea la revelación de Dios de sí
mismo.
Este
«atributo» de Dios en realidad no es un atributo de Dios en el sentido que los
demás lo fueron, porque aquí estamos hablando no del propio carácter de Dios
sino de la luz creada o brillo que rodea a Dios al manifestarse a sí mismo en
su creación.
Así
que la gloria de Dios en este sentido no es en realidad un atributo de Dios en
sí mismo. No obstante, la gloria de Dios es algo que le pertenece sólo a él y
es la apropiada expresión externa de su excelencia. Parece apropiado, por
consiguiente, tratarla aquí inmediatamente después de los atributos de Dios.
La
Biblia a menudo habla de la gloria de Dios. David pregunta: «¿Quién es este Rey
de la gloria? Es el Señor Todopoderoso; ¡él es el Rey de la gloria!» (Sal 24:
10).
Leemos
en Salmo 104: 1-2: «Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de
gloria y majestad. Te cubres de luz como con un manto» En el Antiguo Testamento
frecuentemente se menciona esta gloria de Dios.
Se la
menciona nuevamente en el Nuevo Testamento en conexión con la anunciación del
nacimiento de Jesús a los pastores: «Sucedió que un ángel del Señor se les
apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor»
(Lc 2: 9).
La
gloria de Dios también fue evidente en la transfiguración de Cristo (Mt 17: 2),
y hallamos en la ciudad celestial venidera que «La ciudad no necesita ni sol ni
luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su
lumbrera» (Ap 21: 23).
Es muy
apropiado que la revelación de Dios de sí mismo vaya acompañada de tal
esplendor y resplandor, porque esta gloria de Dios es la manifestación visible
de la excelencia del carácter de Dios.
La
grandeza del ser de Dios, la perfección de todos sus atributos, es algo que
nunca podremos captar plenamente, pero ante lo cual podemos sólo quedamos
pasmados de asombro y en adoración. De este modo, es apropiado en verdad que la
manifestación visible de Dios sea tal que nosotros no podamos contemplarla por
completo, y que sea tan brillante que recaba gran deleite y profundo asombro de
nosotros cuando la contemplamos sólo en parte.
Es
asombroso, pero Dios nos hizo para que reflejemos su gloria. Pablo nos dice que
incluso ahora en la vida cristiana estamos siendo «transformados a su semejanza
con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu» (2ª Co 3: 18;
Mt 5: 16; Flp 2: 15). Aunque no nos hallamos ahora rodeados de una luz visible,
hay un resplandor, un esplendor o una belleza en la forma de vivir del que ama
profundamente a Dios, y esto a menudo es evidente a los que nos rodean.
En la
vida venidera, tal resplandor se intensificará, de modo que cuando reinemos con
Cristo parece que también recibiremos una apariencia externa que será apropiada
para ese reino y a nuestra situación como portadores de la imagen de Dios y
siervos del Señor Jesucristo ( Pr 4: 18; Dn 12: 3; Mt 13: 43; 1ª Co 15: 43).5
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN
PERSONAL
Voluntad, Libertad
1. Conforme los hijos crecen hacia la edad adulta, ¿cuáles son las maneras
apropiadas e inapropiadas de que ellos muestren en sus vidas un ejercicio cada
vez mayor de la voluntad y libertad individual del control paternal? ¿Se debe
esperar esto como evidencia de nuestra creación a imagen de Dios?
Poder
2. Si el poder de Dios es la capacidad de hacer lo que quiere hacer, ¿es
poder para nosotros la facultad de obedecer la voluntad de Dios y producir en
el mundo resultados que le agradan? Mencione varias maneras en las cuales
podemos aumentar tal poder en nuestras vidas.
Perfección
3. ¿De qué manera el atributo de perfección de Dios nos recuerda que nunca
podremos estar satisfechos con reflejar sólo algo del carácter de Dios en
nuestras vidas? ¿Puede usted describir algunos aspectos de lo que sería «ser
perfecto» como nuestro Padre celestial es perfecto, respecto a su propia vida?
Bienaventuranza
4. ¿Está usted feliz por la manera en que Dios lo creó, con los rasgos
fisicos, emocionales, mentales y relacionales que le dio? ¿Con el sexo que Dios
le dio (masculino o femenino)? ¿Con los dones espirituales que le ha dado? ¿De
qué maneras es correcto sentimos felices o contentos con nuestras
personalidades, características fisicas, destrezas, posición, etc.? ¿De qué
maneras sería errado complacemos o estar felices por esas cosas? ¿Seremos
alguna vez completamente «benditos» o felices? ¿Cuándo tendrá lugar eso y por
qué?
5. Piense en las cualidades que usted admira en otros, tanto creyentes
como no creyentes. ¿Cuáles está bien admirar y cuáles no? ¿Cómo puede decidir?
¿Cómo podemos deleitamos más frecuente y más completamente en Dios mismo?
Belleza
6. Si rehusamos aceptar la definición de belleza que da nuestra sociedad,
e incluso las definiciones que nosotros mismos podamos haber elaborado
previamente, y decidir que lo que es verdaderamente bello es el carácter de
Dios mismo, ¿cómo sería diferente nuestro concepto de hermosura del que
teníamos antes? ¿Podríamos con todo aplicar apropiadamente nuestra nueva idea
de belleza a algunas de las cosas que previamente pensábamos que eran hermosas?
¿Por qué sí o por qué no?
7. ¿Puede entender por qué el deseo de David sobre todo lo demás en la
vida era «habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para
contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo» (Sal 27: 4)?
Gloria
8. Cuando los pastores cerca de Belén experimentaron la gloria del Señor
que brillaba a su alrededor, «se llenaron de temor» (Lc 2:9). Sin embargo,
cuando lleguemos a vivir para siempre en la ciudad celestial continuamente
estaremos rodeando por la luz de la gloria del Señor (Ap 21: 23). ¿Sentiremos
continuamente ese mismo temor que sintieron los pastores? ¿Por qué sí o por qué
no? ¿Le gustaría a usted vivir en presencia de esta gloria? ¿Podemos
experimentar algo de ella en esta vida?
TÉRMINOS ESPECIALES
Atributos
de propósito, atributos sumarios, autodeterminación razonable belleza,
bendición, gloria, libertad, omnipotencia, perfección, poder, soberanía,
voluntad, voluntad libre, voluntad necesaria, voluntad revelada, voluntad
secreta
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Salmo 73: 25-26: ¿A Quién Tengo En El Cielo Sino A Ti? Si Estoy Contigo,
Ya Nada Quiero En La Tierra. Podrán Desfallecer Mi Cuerpo Y Mi Espíritu, Pero
Dios Fortalece Mi Corazón; Él Es Mi Herencia Eterna.