EL CARÁCTER DE DIOS: (SEGUNDA PARTE)

(ATRIBUTOS «COMUNICABLES)

¿En qué forma es Dios como nosotros en atributos de voluntad y en atributos que resumen su excelencia?
En el capítulo previo consideramos los atributos de Dios que describen su ser (espiritualidad, invisibilidad) sus atributos mentales (conocimiento, sabiduría y veracidad), y sus atributos morales (bondad, amor, misericordia, santidad, paz, justicia, celo e ira). En este examinaremos los atributos de Dios de propósito, atributos que tienen que ver con la toma y ejecución de decisiones (voluntad, libertad y omnipotencia) y sus atributos sumarios (perfección, bienaventuranza, belleza y gloria).

D. ATRIBUTOS DE PROPÓSITO

En esta categoría de atributos consideraremos primero la voluntad de Dios en general, luego la libertad de la voluntad de Dios, y finalmente la omnipotencia (o poder infinito) de la voluntad de Dios.
14. VOLUNTAD.
La voluntad de Dios es el atributo de Dios por el cual él aprueba y determina realizar toda acción necesaria para la existencia y actividad de sí mismo y toda la creación.
Esta definición indica que la voluntad de Dios tiene que ver con decidir y aprobar las cosas que Dios es y hace. Tiene que ver con las decisiones de Dios de qué hacer y qué no hacer.

A. LA VOLUNTAD DE DIOS EN GENERAL.

La Biblia frecuentemente habla de la voluntad de Dios como la razón definitiva y suprema de todo lo que sucede. Pablo se refiere a Dios como el que «hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad» (Ef. 1: 11).
La frase que se traduce «todas las cosas» (ta panta) Pablo la usa frecuentemente para referirse a todo lo que existe y todo lo que hay en la creación (vea, por ejemplo, Ef. 1:10, 23; 3: 9; 4: 10; Col 1: 16 [dos veces], 17; Ro 11:36; 1ª Co 8: 6 [dos veces]; 15: 27-28 [dos veces]). La palabra que se traduce «hace» (energeo «obrar, llevar a la práctica, realizar, producir») es un participio presente y sugiere actividad continua.
La frase se podría traducir más explícitamente: «que continuamente hace que  se realice todo en el universo conforme al consejo de su voluntad».
NOTA: La frase no siempre lleva ese significado (Ro 11: 32; 1ª Co 12:6; 2ª Co 12: 19), pero en contexto en los que el alcance del pensamiento de Pablo es cósmico o universal por naturaleza (como en este pasaje), la frase no parece referirse muy claramente a todo en toda la creación.
Más específicamente, todo fue creado por la voluntad de Dios: «Tú creaste todas las cosas; por tu voluntad existen y fueron creadas» (Ap 4: 11). Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamentos hablan del gobierno humano como resultado de la voluntad de Dios: la voz del cielo le dice a Nabucodonosor que debe aprender «que el Altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y que se los entrega a quien él quiere» (Dn 4: 32), y Pablo dice que «no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él» (Ro 13:1).
La iglesia de Jerusalén creía que todos los acontecimientos conectados con la muerte de Cristo fueron conforme a la voluntad de Dios, porque en su oración dijeron:
«En efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y con el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste para hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera» (Hch . 4: 27-28).
La mención específica de varios partes involucradas en diferentes etapas de la crucifixión, juntos con la calidad indefinida del pronombre relativo plural «lo que» (griego osa, de osos «las cosas que») implican que no solo la muerte de Jesús sino todos los acontecimientos detallados en conexión con ella están incluidos en la siguiente declaración: la mano y la voluntad de Dios habían predestinado que sucedieran todas esas cosas.
A veces es la voluntad de Dios que los creyentes sufran, como se ve en 1ª Pedro 3: 17, por ejemplo: «Si es la voluntad de Dios, es preferible sufrir por hacer el bien que por hacer el mal». Luego, en el siguiente capítulo, Pedro dice: «Así pues, los que sufren según la voluntad de Dios, entréguense a su fiel Creador y sigan practicando el bien» (1ª P 4: 19). En este versículo la frase «según la voluntad de Dios» no puede referirse a la manera en que los creyentes soportan el sufrimiento, porque eso haría que el versículo esencialmente dijera: «Que los que sufren mientras hacen el bien, hagan el bien entréguense a su fiel Creador ».
Eso haría la frase «según la voluntad de Dios» redundante. Más bien, la frase «según la voluntad de Dios debe referirse al hecho de que los creyentes están sufriendo, de la misma manera que la «voluntad de Dios» se refería al sufrimiento en el capítulo previo (1ª P 3: 17).
Santiago nos anima a pensar que todos los acontecimientos de nuestras vidas están sujetos a la voluntad de Dios. A los que dicen: «Hoyo mañana iremos a talo cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero» Santiago les dice: «¡Ni siquiera saben qué sucederá mañana! Más bien, debieran decir: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (Stg 4: 13-15). Atribuir tantos acontecimientos, incluso acontecimientos malos, a la voluntad de Dios a menudo produce malos entendidos y dificultades para los cristianos. Algunas de las dificultades conectadas con este tema se considerarán aquí y otras en el capítulo 16, Sobre La Providencia De Dios.

B. DISTINCIONES EN LOS ASPECTOS DE LA VOLUNTAD DE DIOS:

(1) VOLUNTAD OBLIGADA Y VOLUNTAD LIBRE.
Algunas distinciones hechas en el pasado pueden ayudamos a entender varios aspectos de la voluntad de Dios. Así como nosotros podemos decidir o escoger algo de buen grado o a regañadientes, con gusto o lamentando, en secreto o públicamente, Dios en la infinita grandeza de su personalidad puede querer diferentes cosas de diferentes maneras.
Una distinción útil que se aplica a los aspectos de la voluntad de Dios es la distinción entre la voluntad necesaria de Dios y la voluntad libre de Dios. La voluntad obligada de Dios incluye todo lo que él debe determinar conforme a su naturaleza.
¿Qué es lo que Dios determina obligatoriamente? Él se determina a sí mismo. Dios quiere eternamente ser, o desea ser, quien es y lo que es. Él dice: «YO SOY EL QUE SOY», o «YO SERÉ LO QUE SERÉ» (Éx 3: 14). Dios no puede decidir ser diferente de lo que es ni dejar de existir.
La voluntad libre de Dios incluye todo lo que Dios determinó pero no tenía necesidad de determinar conforme a su naturaleza. Aquí debemos poner la decisión de Dios de crear el universo, y todas las decisiones relativas a los detalles de esa creación. Aquí debemos colocar también todos los actos redentores de Dios.
No hay nada en la naturaleza de Dios que le exigiera crear el universo o redimir de la humanidad pecadora un pueblo para sí mismo (vea la lo que se dijo anteriormente respecto a la independencia de Dios). Sin embargo, Dios decidió crear y redimir, y estas fueron decisiones totalmente libres que tomó. Aunque entre los miembros de la Trinidad el amor, la comunión y gloria han existido de una medida infinita por toda la eternidad (vea Jn 17: 5,24),
Dios decidió crear el universo y redimirnos para su gloria (Is 43: 7; 48: 9-11; Ro 11: 36; 1ª Co 8: 6; Ef. 1: 12; Ap 4: 11). Sería un error tratar de hallar en el mismo ser de Dios una causa que lo obligara a crear o redimir, porque eso sería negar la independencia total Dios. Sería decir que sin nosotros Dios no podría ser verdaderamente Dios. Las decisiones de Dios de crear y redimir fueron decisiones totalmente libres.
(2) VOLUNTAD SECRETA Y VOLUNTAD REVELADA.
Otra distinción útil que se aplica a los diferentes aspectos de la voluntad de Dios es la distinción entre la voluntad secreta de Dios y su voluntad revelada. Incluso en nuestra propia experiencia sabemos que podemos querer algunas cosas en secreto y esperar antes de dar a conocer a otros que la deseamos.
A veces les decimos a otros antes de que tenga lugar lo que hemos deseado, y en otras ocasiones no revelamos nuestra voluntad secreta sino hasta después de que lo que queríamos tuvo lugar.
Es cierto que una distinción entre diferentes aspectos de la voluntad de Dios es evidente en muchos pasajes bíblicos. Según Moisés: «Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley» (Dt. 29: 29).
Lo que Dios ha revelado nos es dado con el propósito de que hagamos la voluntad de Dios, «para que obedezcamos todas las palabras de esta ley». Hubo muchos otros aspectos de su plan, sin embargo, que él no nos ha revelado; muchos detalles de eventos futuros, detalles específicos de adversidad o bendición en la vida, y cosas por el estilo. Respecto a estos asuntos, simplemente debemos confiar en él.
Debido a que la voluntad revelada de Dios por lo general contiene sus mandamientos o «preceptos» para nuestra conducta moral, a la voluntad revelada de Dios a veces se le llama la voluntad de precepto o voluntad de mandamiento de Dios.
Esta voluntad revelada de Dios es la voluntad declarada de Dios respecto a lo que nosotros debemos hacer o lo que Dios nos ordena hacer.
Por otro lado, la voluntad secreta de Dios por lo general incluye sus decretos ocultos por los que él gobierna el universo y determina todo lo que sucederá.
Ordinariamente no nos revela esos decretos (excepto en las profecías que han de cumplirse), así que estos decretos realmente son la voluntad «secreta» de Dios. Hallamos lo que Dios ha decretado cuando los acontecimientos tienen lugar en la realidad.
Debido a que esta voluntad secreta de Dios tiene que ver con sus decretos de acontecimientos en el mundo, a este aspecto de la voluntad de Dios a veces se le llama la voluntad de decreto de Dios.
Hay varias instancias en las que la Biblia menciona la voluntad revelada de Dios. En el Padre Nuestro la petición «hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo» (Mt 6: 10) es una oración en que se pide que los seres humanos obedezcan en la tierra la voluntad revelada de Dios, sus mandamientos, tal como se obedecen en el cielo (es decir, total y completamente).
Esto no podría ser una oración pidiendo que se cumpla la voluntad secreta de Dios (es decir, sus decretos en cuanto a acontecimientos que ha planeado), porque lo que Dios ha decretado en su voluntad secreta de todos modos sucederá. Pedir que Dios haga suceder lo que ya ha decretado que suceda sería como orar: «Que lo que va a suceder suceda». Sería una oración verdaderamente hueca, porque en realidad no se estaría pidiendo nada.
Es más, puesto que no sabemos la voluntad secreta de Dios respecto al futuro, quien eleve una oración pidiendo que se cumpla la voluntad secreta de Dios no sabría lo que está pidiendo. Sería una oración sin contenido comprensible y sin efecto. Más bien, la oración «hágase tu voluntad» se debe entender como una apelación a que se cumpla en la tierra la voluntad revelada de Dios.
Si se entiende de esta manera esta frase, eso provee un patrón para que oremos según los mandamientos de Dios en la Biblia. En este sentido, Jesús nos provee una guía para una amplitud de peticiones de oración supremamente amplia. Cristo nos anima aquí a orar que los seres humanos obedezcan las leyes de Dios, que sigan sus principios para la vida, que obedezcan sus mandamientos de arrepentirse del pecado y confiar en Cristo como Salvador. Orar estas cosas es orar que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo.
Un poco más adelante Jesús dice: «No todo el que me dice: "Señor, Señor", entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mt 7: 21). De nuevo, la referencia no puede ser a la voluntad secreta de Dios ni a la voluntad de decreto (porque toda la humanidad sigue esto, aunque no lo sepa), sino la voluntad revelada de Dios, es decir, la ley moral de Dios que los seguidores de Cristo deben obedecer (Mt 12: 50; probablemente también 18:14).
Cuando Pablo manda a los efesios que «entiendan cuál es la voluntad del Señor» (Ef. 5: 17; Ro 2: 18), de nuevo está hablando de la voluntad revelada de Dios. También Juan cuando dice: «Si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye» (1ª Jn 5: 14).
Probablemente es mejor poner 1 Timoteo 2:4 y 2 Pedro 3:9 en esta categoría también. Pablo dice que Dios «quiere [o «desea, anhela», gr. tzelo] que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad» (1ª Ti 2: 4). Pedro dice que «el Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan» (2ª P 3: 9).
En ninguno de estos versículos se puede entender la voluntad de Dios como su voluntad secreta, su decreto respecto a lo que con certeza va a suceder. Esto se debe a que el Nuevo Testamento dice claramente que habrá un juicio final y no todos serán salvos. Es mejor, por consiguiente, decir que estas son referencias a la voluntad revelada de Dios, sus mandamientos que la humanidad debe obedecer y su declaración a nosotros de lo que es agradable a su vista.
Por otro lado, muchos pasajes hablan de la voluntad secreta de Dios. Cuando Santiago nos dice que digamos: «Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» (Stg 4: 15), no puede estar hablando de la voluntad revelada de Dios o su voluntad de precepto, porque respecto a muchas de nuestras acciones nosotros sabemos que están de acuerdo al mandamiento de Dios que hagamos una u otra actividad que hemos planeado. Más bien, confiar en la voluntad secreta de Dios vence el orgullo y expresa dependencia humilde en el control soberano de Dios sobre lo que nos sucede en la vida.
Otro ejemplo se halla en Génesis 50:20.josé le dice a sus hermanos: «Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente». Aquí la voluntad revelada de Dios a los hermanos de jasé era que ellos debían amarlo y no privarle de los suyo ni venderlo como esclavo o planear asesinarlo. Pero la voluntad secreta de Dios fue que la desobediencia de los hermanos de jasé resultara en un mayor bien cuando jasé, habiendo sido vendido como esclavo y llevado a Egipto, adquirió autoridad sobre la tierra y pudo salvar a su familia.
Cuando Pablo les dice a los corintios: «Si Dios quiere, iré a visitarlos muy pronto» (1ª Co 4:19), no está hablando de la voluntad revelada de Dios, porque Pablo ya había determinado, en obediencia a Dios y en cumplimiento de su oficio apostólico, ir a visitar a los corintios. Está hablando más bien de la voluntad secreta de Dios, su plan oculto para el futuro, que Pablo desconocía y que se conocería sólo cuando se sucediera (Hch 21: 14; Ro 1: 10; 15: 32; Ef 1: 11; 1ª P 3: 17; 4: 19)
Se dice que tanto el revelar las buenas noticias del evangelio a algunos y ocultarlas de otros es conforme a la voluntad de Dios. Jesús dice: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son corno niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad» (Mt 11: 25-26).
Esto de nuevo debe referirse a la voluntad secreta de Dios, porque su voluntad revelada es que todos alcancen la salvación. En efecto, apenas dos versículos más adelante, Jesús le ordena a todos: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mt 11: 28).
Tanto Pablo como Pedro nos dicen que Dios quiere que todos sean salvos (vea 1 Ti 2:4; 2 P 3:9). Así que el hecho de que algunos no son salvos y que para algunos el evangelio está oculto se debe entender se debe tomar como que está de acuerdo con la voluntad secreta de Dios, desconocida para nosotros e inapropiado que nosotros hurguemos en ella.
De la misma manera, debemos entender la mención de la voluntad de Dios en Romanos 9: 18 (Así que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla, y endurece a quien él quiere endurecer») y Hechos 4: 28 (para hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera») como referencias a la voluntad secreta de Dios.
NOTA: En Ef. 1: 9-10 Pablo dice que Dios «nos hizo conocer el misterio de su voluntad o •• reunir en él todas las cosas».
Aquí nos dice que parte de la voluntad secreta de Dios se convirtió en la voluntad revelada de Dios porque Dios la dio a conocer a los apóstoles y luego a la iglesia.
Hay un peligro al decir que hay acontecimientos que se producen conforme a la voluntad de Dios, aunque vemos que la Biblia habla de ellos de esa manera. Un peligro es que podemos empezar a pensar que Dios se deleita en el mal, lo que no es cierto (vea Ez 33: 11), aunque él puede usarlo para sus propósitos buenos (vea capítulo 16 para mayor consideración).
Otro peligro es que podemos empezar a echarle a Dios la culpa del pecado, en lugar de a nosotros mismos, o pensar que no somos responsables de nuestras acciones de maldad. La Biblia, sin embargo, no vacila en unir afirmaciones de la voluntad soberana de Dios con afirmaciones de la culpabilidad del hombre que hace el mal. Pedro pudo decir en la misma oración que Jesús «fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios, y también decir que «por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz» (Hch 2: 23).
La misma declaración afirma la oculta voluntad de decreto de Dios y la culpabilidad de la «gente malvada» al realizarla. Comoquiera que entendamos el teje y maneje secreto de la voluntad oculta de Dios, nunca debemos pensar que implica que somos libres de culpa en cuanto a maldad, ni que se le puede echar a Dios la culpa del pecado.
La Biblia nunca habla de esa manera, y nosotros tampoco podemos hacer ni lo uno ni lo otro, aunque cómo puede ser así siga siendo un misterio para nosotros en esta edad.
15. LIBERTAD.
La libertad de Dios es el atributo de Dios que le permite hacer lo que quiere. Esta definición implica que nada en toda la creación puede estorbar que Dios haga su voluntad. Este atributo de Dios está, por consiguiente, estrechamente relacionado con su voluntad y su poder.
Sin embargo este aspecto de libertad enfoca el hecho de que a Dios no lo restringe nada externo a sí mismo y que es libre de hacer lo que quiera hacer. No hay ni persona ni fuerza que jamás pueda dictarle a Dios lo que debe hacer. Él no está bajo ninguna autoridad ni restricción externa.
La libertad de Dios se menciona en el Salmo 115, en donde su gran poder se contrasta con la debilidad de los ídolos: «Nuestro Dios está en los cielos y puede hacer lo que le parezca» (Sal 115: 3). Los gobernantes humanos no pueden levantarse contra Dios y oponerse en efecto a su voluntad, porque «En las manos del Señor el corazón del reyes como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado» (Pr 21: 1).
De modo similar, Nabucodonosor aprende en su arrepentimiento que es verdad decir de Dios: «Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos» (Dn 4: 35).
Debido a que Dios es libre no debemos tratar de buscar alguna otra respuesta mejor a las acciones de Dios en la creación que el hecho de que él quiso hacer algo y que su voluntad tiene perfecta libertad (siempre y cuanto las acciones que realiza vayan de acuerdo con su carácter moral). A veces algunos tratan de descubrir por qué Dios tiene que hacer una u otra cosas (tal como crear el mundo o salvarnos).
Es mejor simplemente decir que fue la totalmente libre voluntad de Dios (obrando de una manera que está de acuerdo con su carácter) la razón final por la que escogió crear el mundo y salvar a los pecadores.
16. OMNIPOTENCIA (PODER, SOBERANÍA).
La omnipotencia de Dios quiere decir que Dios puede hacer toda su santa voluntad. La palabra omnipotencia se deriva de dos palabras latinas: omni, «todo» y potens, «poderoso», y quiere decir «todopoderoso». En tanto que la libertad de Dios se refiere al hecho de que no hay ninguna restricción externa a las decisiones de Dios, la omnipotencia de Dios se refiere al poder que tiene para hacer todo lo que decida hacer.
En la Biblia se menciona frecuentemente este poder. Dios es «El Señor, el fuerte y valiente, el Señor, el valiente guerrero» (Sa124:8). La pregunta retórica «¿Acaso hay algo imposible para el Señor?» (Gn 18: 14; Jer 32: 27) ciertamente implica (en el contexto en que aparece) que nada es demasiado dificil para el Señor. Por cierto, Jeremías dice de Dios: «Para ti no hay nada imposible» Jer 32: 17).
Pablo dice que Dios «puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginamos o pedir» (Ef 3: 20), y que a Dios se le llama el «todopoderoso» (2ª Co 6: 18; Ap 1: 8), término (gr. pantokrátori), que sugiere la posesión de todo poder y autoridad. Es más, el ángel Gabriel le dice a María que «para Dios no hay nada imposible» (Lc.1: 37), y Jesús dice: «para Dios todo es posible» (Mt 19: 26).
Estos pasajes indican que el poder de Dios es infinito, y que por consiguiente no está limitado a hacer sólo lo que ya ha hecho. Es más, Dios puede hacer mucho más de lo que hace. Por ejemplo, Juan el Bautista dice en Mateo 3: 9: «Aun de estas piedras Dios es capaz de darle hijos a Abraham». Dios es el que «puede hacer lo que le parezca» (Sal 115: 3); pudo haber destruido a Israel y haber levantado de Moisés una gran nación (Éx 32: 10), pero no lo hizo.
Sin embargo, hay algunas cosas que Dios no puede hacer. Dios no deseará ni hará nada contrario a su carácter. Por eso la definición de omnipotencia se indica en términos de la capacidad de Dios para hacer «toda su santa voluntad». No es absolutamente cualquier cosa lo que Dios sea capaz de hacer, sino todo lo que esté de acuerdo con su carácter.
Por ejemplo, Dios no puede mentir. En Tito 1: 2 se le llama (literalmente) «el Dios que no miente», o el «Dios que jamás miente». El autor de Hebreos dice que en el juramento y la promesa «es imposible que Dios mienta» (Heb 6: 18, traducción del autor). 2ª Timoteo 2: 13 dice que Cristo «no puede negarse a sí mismo».
Es más, Santiago dice: «Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie» (Stg 1: 13). Así que Dios no puede mentir, ni pecar, ni negarse a sí mismo, ni ser tentado por el mal. No puede dejar de existir ni dejar de ser Dios, ni actuar de alguna manera que no esté de acuerdo con alguno de sus atributos.
Esto quiere decir que no es enteramente exacto decir que Dios puede hacer cualquier cosa. Incluso los pasajes bíblicos citados arriba que usan frases similares a esta se deben entender en sus contextos, como que quieren decir que Dios puede hacer todo lo que quiera hacer o cualquier cosa que vaya de acuerdo con su carácter.
Aunque el poder de Dios es infinito, su uso de ese poder queda determinado por sus otros atributos (tal como todos los atributos de Dios determinan todas sus acciones). Esto es, por consiguiente, otro ejemplo en donde habría un malentendido si se aísla un atributo del resto del carácter de Dios, o si se recalca de una manera desproporcionada.
Al ejercicio de Dios de poder sobre su creación también se le llama la soberanía de Dios. Dios es soberano en el ejercicio de su gobierno (como «soberano» o «rey») sobre su creación. Este tema se considerará con más detalle en el capítulo 16, sobre la providencia de Dios.
Al concluir nuestra consideración de los atributos de propósito de Dios, es apropiado darnos cuenta de que él nos ha hecho de tal manera que mostramos en nuestras vidas un pálido reflejo de cada uno de ellos. Dios nos ha hecho criaturas con voluntad. Optamos por alternativas y tomamos decisiones reales respecto a los acontecimientos de la vida.
Aunque nuestra voluntad no es absolutamente libre de la manera en que la de Dios es, Dios con todo nos ha dado una libertad relativa dentro de nuestras esferas de actividad en el universo que él ha creado.
Es más, tenemos un sentido intuitivo que es nuestra capacidad de ejercer nuestra voluntad y tomar decisiones, y hacerlo de una manera relativamente libre, que es una de las marcas más significativas de la semejanza de Dios en nuestra existencia.
Por supuesto, nuestro deseo de ejercer nuestra voluntad y nuestro deseo de ser libres de restricciones puede mostrarse de maneras pecaminosas. Los seres humanos pueden volverse arrogantes y pueden desear una clase de libertad que incluye rebelión contra la autoridad de Dios y una negativa a obedecer su voluntad. Con todo, cuando usamos nuestra voluntad y nuestra libertad para tomar decisiones que agradan a Dios, reflejamos su carácter y lo glorificamos.
Cuando gobiernos perversos u otras circunstancias privan a los seres humanos de su capacidad para tomar decisiones libres, se suprime una parte significativa de su semejanza a Dios.
No es sorprendente que pagarían casi cualquier precio para recuperar su libertad.
El grito del revolucionario estadounidense Patrick Henry: «Denme libertad o denme muerte!» halla eco muy dentro de toda alma creada a imagen de Dios.
Por supuesto, no tenemos poder infinito ni omnipotencia, como tampoco tenemos libertad infinita ni ninguno de los otros atributos de Dios en un grado infinito.
Pero aunque no tengamos omnipotencia, Dios nos ha dado poder para producir resultados, poder fisico y otras clases de poderes: poder mental, poder espiritual, poder de persuasión, y poder en varias clases de estructuras de autoridad (familia, iglesia, gobierno civil y cosas por el estilo). En todos estos aspectos, el uso del poder de maneras que agradan a Dios y en consistencia con su voluntad de nuevo es algo que le da gloria porque refleja su propio carácter.

E. ATRIBUTOS «SUMARIOS»

17. PERFECCIÓN.
La perfección de Dios quiere decir que Dios posee completamente todas las cualidades excelentes y no carece de ninguna parte de ninguna calidad que sea deseable para él.
Es dificil decidir si esto se debería mencionar como un atributo separado o simplemente incluirlo en la descripción de otros atributos. Algunos pasajes dicen que Dios es «perfecto» o «completo». Jesús nos dice: «Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto» (Mt 5: 48).
David dice de Dios: «El camino de Dios es perfecto» (Sal 18: 30; Dt 32: 4). Hay algún precedente bíblico, por consiguiente, para indicar explícitamente que a Dios no le falta nada en su excelencia; él posee por completo todos sus atributos y no le falta nada de ninguno de esos atributos. Es más, no hay ninguna calidad de excelencia que sería deseable que Dios tuviera y que no tenga; él es «completo» o «perfecto» en toda manera.
Este atributo es el primero de los que se clasifican como atributos «sumarios» porque no encajan bien con ninguna de las otras categorías que hemos mencionado.
Aunque todos los atributos de Dios modifican a todos los demás en algún sentido, los que encajan en esta categoría parecen aplicarse más directamente a todos los atributos o describir algún aspecto de todos los atributos de modo que vale la pena declararlo explícitamente.
18. BIENAVENTURANZA.
Ser «bendito» [«bienaventurado», RVR 1960J es ser feliz en un sentido muy pleno y rico. A menudo la Biblia habla de la bendición de los que andan en los caminos de Dios. En 1 Timoteo Pablo llama a Dios «único y bendito Soberano» (1ª Ti 6: 15) y habla del «glorioso evangelio que el Dios bendito me ha confiado» (1ª Ti 1: 11). En ambos casos la palabra no es eulogetós (que a menudo se traduce «bendito»), sino macarios (que quiere decir «feliz»).
Entonces, la bendición o dicha de Dios se puede definir como sigue: La bienaventuranza o dicha de Dios significa que Dios se deleita plenamente en sí mismo y en todo lo que refleja su carácter. En esta definición la idea de la felicidad o bienaventuranza de Dios se conecta directamente a su propia persona como el foco de todo lo que es digno de gozo o deleite. Esta definición indica que Dios es perfectamente feliz, y que tiene plenitud del gozo en sí mismo.
La definición refleja el hecho de que Dios se complace en todo lo de la creación que refleja su excelencia. Cuando terminó su obra de creación miró a todo lo que había hecho y dijo que era «muy bueno» (Gn 1: 31). Esto indica el deleite de Dios y su aprobación de su creación. Después, en Isaías leemos una promesa del gozo futuro de Dios sobre su pueblo: «Como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti» (Is 62: 5; Pr 8: 30-31; Sof 3: 17).
Al principio puede parecer extraño, e incluso de alguna manera desencantador que cuando Dios se regocija en su creación, o incluso cuando se regocija en nosotros, en realidad es un reflejo de sus cualidades excelentes en las cuales está regocijándose.
Pero cuando recordamos que la suma de todo lo que es deseable o excelente se halla en medida infinita en Dios mismo, nos damos cuenta de que no podía ser de otra manera; Todo lo que sea excelente en el universo, todo lo que es deseable, debe en última instancia proceder de él, porque él es el Creador de todo y es la fuente de todo bien. «Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve como las sombras» (Stg 1: 17).
Debemos, por consiguiente, decimos a nosotros, como Pablo les dijo a los corintios: «¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?» (1ª Co 4: 7). «Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén» (Ro 11: 36).
Nosotros imitamos la dicha o bienaventuranza de Dios cuando hallamos deleite y felicidad en todo lo que es agradable a Dios, tanto en esos aspectos de la vida que agradan a Dios como en las obras de otros. De hecho, cuando somos agradecidos y nos deleitamos en destrezas específicas, preferencias y otras características con las que Dios nos ha creado como individuos, también imitamos su atributo de bienaventuranza.
Es más, imitamos la bienaventuranza o dicha de Dios al regocijamos en la creación conforme refleja varios aspectos de su carácter excelente. Y hallamos nuestra mayor bienaventuranza, nuestra mayor felicidad, al deleitamos en la fuente de toda buena cualidad: Dios mismo.
19. BELLEZA.
La belleza de Dios es ese atributo por el que él es la suma de todas las cualidades deseables. Este atributo de Dios ha estado implícito en varios de los atributos precedentes, y se relaciona especialmente con la perfección de Dios. Sin embargo, la perfección de Dios se definió de tal manera que muestra que a él no le falta nada que sería deseable en él.
Este atributo, belleza, se define de una manera positiva para mostrar que Dios en efecto posee toda cualidad deseable: «perfección» quiere decir que a Dios no le falta nada deseable; «belleza» quiere decir que Dios tiene todo lo deseable. Son dos maneras de expresar la misma verdad.
No obstante, hay valor en afirmar este aspecto positivo de que Dios posee todo lo que sea deseable. Nos recuerda que todos nuestros deseos buenos y justos, todos los deseos que deberían estar en nosotros o en cualquier otra criatura, hallan su satisfacción suprema en Dios y en nadie más.
David habla de la belleza del Señor en Salmo 27: 4: «Una sola cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo». Una idea similar se expresa en otro salmo: «¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra» (Salmo 73: 25).
En ambos casos, el salmista reconoce que su deseo de Dios, que es la suma de todo lo deseable, supera con mucho todos los demás deseos. Este deseo culmina en anhelo de estar cerca de Dios y disfrutar de su presencia para siempre. Así que la más grande bendición de la ciudad celestial será ésta: «Lo verán cara a cara» (Ap 22: 4).
Anne R. Cousin ciertamente tuvo una correcta perspectiva apropiada, porque en la última estrofa de su himno «The Sands ofTime Are Sinking» (Las arenas del tiempo se están hundiendo) ella escribió:
Los Ojos De La Novia Y No Su Vestido, Sino La Cara De Su Amado Novio.
No Contemplaré En La Gloria, Sino La Gracia De Mi Rey;
No En La Corona Que Él Da, Sino En Su Mano Perforada;
El Cordero Es Toda La Gloria De La Tierra De Emanuel.
Nosotros reflejamos la belleza de Dios en la vida cuando exhibimos conducta que le agrada. Por eso Pedro les dice a las esposas en las iglesias a las cuales les escribe que su «belleza» (es decir, su fuente de belleza) debería ser «la que procede de lo íntimo del tarazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios» (1ª P 3: 4). De modo similar, Pablo instruye a los criados que por su conducta «hagan honor a la enseñanza de Dios nuestro Salvador» (Tit 2: 10).
La belleza en nuestras vidas es tan importante para Cristo que su propósito ahora es santificar a toda la iglesia «para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable» (Ef. 5: 27). Así que individualmente y en conjunto reflejamos la belleza de Dios en toda manera en que exhibimos su carácter. Cuando reflejamos su carácter, él se deleita en nosotros y halla esto hermoso.
Pero también nos deleitamos en la excelencia de Dios al verla manifestada en la vida de nuestros hermanos y hermanas en el Señor. Por consiguiente, es correcto sentir gozo y deleite en la comunión de unos con otros, y este gozo se ahonda conforme aumenta nuestra conformidad a la vida de Cristo.
Es correcto que anhelemos estar en comunión con el pueblo de Dios en el cual se manifiesta el carácter de Dios, porque cuando nos deleitamos en la santidad del pueblo de Dios, en última instancia nos deleitamos en Dios mismo al ver su carácter evidenciado en la vida de su pueblo.
20. GLORIA.
En cierto sentido la palabra gloria sencillamente significa «honor» o «reputación excelente». Este es el significado del término en Isaías 43: 7, donde Dios habla de sus hijos «al que yo he creado para mi gloria», o Romanos 3: 23, que dice que «todos han pecado y están privados de la gloria de Dios». También tiene ese significado en Juan 17: 5, en donde Jesús habla al Padre de «la gloria que tuve contigo antes de que el mundo existiera», y en Hebreos 1: 3, que dice que el Hijo «es el resplandor de la gloria de Dios».
En este sentido, la gloria de Dios no es exactamente un atributo de su ser sino que más bien describe el honor superlativo que debe darle a Dios todo en el universo (incluyendo, en Heb 1:3 y Jn 17: 5, el honor que comparten los miembros de la Trinidad). Pero no es ese el sentido de la palabra gloria que nos concierne en esta sección.
En otro sentido la «gloria» de Dios quiere decir la luz brillante que rodea la presencia de Dios. Puesto que Dios es espíritu, y no energía o materia, esta luz visible no es parte del ser de Dios sino algo que fue creado. Podemos definirla como sigue:
La gloria de Dios es el resplandor creado que rodea la revelación de Dios de sí mismo.
Este «atributo» de Dios en realidad no es un atributo de Dios en el sentido que los demás lo fueron, porque aquí estamos hablando no del propio carácter de Dios sino de la luz creada o brillo que rodea a Dios al manifestarse a sí mismo en su creación.
Así que la gloria de Dios en este sentido no es en realidad un atributo de Dios en sí mismo. No obstante, la gloria de Dios es algo que le pertenece sólo a él y es la apropiada expresión externa de su excelencia. Parece apropiado, por consiguiente, tratarla aquí inmediatamente después de los atributos de Dios.
La Biblia a menudo habla de la gloria de Dios. David pregunta: «¿Quién es este Rey de la gloria? Es el Señor Todopoderoso; ¡él es el Rey de la gloria!» (Sal 24: 10).
Leemos en Salmo 104: 1-2: «Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad. Te cubres de luz como con un manto» En el Antiguo Testamento frecuentemente se menciona esta gloria de Dios.
Se la menciona nuevamente en el Nuevo Testamento en conexión con la anunciación del nacimiento de Jesús a los pastores: «Sucedió que un ángel del Señor se les apareció. La gloria del Señor los envolvió en su luz, y se llenaron de temor» (Lc 2: 9).
La gloria de Dios también fue evidente en la transfiguración de Cristo (Mt 17: 2), y hallamos en la ciudad celestial venidera que «La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera» (Ap 21: 23).
Es muy apropiado que la revelación de Dios de sí mismo vaya acompañada de tal esplendor y resplandor, porque esta gloria de Dios es la manifestación visible de la excelencia del carácter de Dios.
La grandeza del ser de Dios, la perfección de todos sus atributos, es algo que nunca podremos captar plenamente, pero ante lo cual podemos sólo quedamos pasmados de asombro y en adoración. De este modo, es apropiado en verdad que la manifestación visible de Dios sea tal que nosotros no podamos contemplarla por completo, y que sea tan brillante que recaba gran deleite y profundo asombro de nosotros cuando la contemplamos sólo en parte.
Es asombroso, pero Dios nos hizo para que reflejemos su gloria. Pablo nos dice que incluso ahora en la vida cristiana estamos siendo «transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu» (2ª Co 3: 18; Mt 5: 16; Flp 2: 15). Aunque no nos hallamos ahora rodeados de una luz visible, hay un resplandor, un esplendor o una belleza en la forma de vivir del que ama profundamente a Dios, y esto a menudo es evidente a los que nos rodean.
En la vida venidera, tal resplandor se intensificará, de modo que cuando reinemos con Cristo parece que también recibiremos una apariencia externa que será apropiada para ese reino y a nuestra situación como portadores de la imagen de Dios y siervos del Señor Jesucristo ( Pr 4: 18; Dn 12: 3; Mt 13: 43; 1ª Co 15: 43).5
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
Voluntad, Libertad
1. Conforme los hijos crecen hacia la edad adulta, ¿cuáles son las maneras apropiadas e inapropiadas de que ellos muestren en sus vidas un ejercicio cada vez mayor de la voluntad y libertad individual del control paternal? ¿Se debe esperar esto como evidencia de nuestra creación a imagen de Dios?
Poder
2. Si el poder de Dios es la capacidad de hacer lo que quiere hacer, ¿es poder para nosotros la facultad de obedecer la voluntad de Dios y producir en el mundo resultados que le agradan? Mencione varias maneras en las cuales podemos aumentar tal poder en nuestras vidas.
Perfección
3. ¿De qué manera el atributo de perfección de Dios nos recuerda que nunca podremos estar satisfechos con reflejar sólo algo del carácter de Dios en nuestras vidas? ¿Puede usted describir algunos aspectos de lo que sería «ser perfecto» como nuestro Padre celestial es perfecto, respecto a su propia vida?
Bienaventuranza
4. ¿Está usted feliz por la manera en que Dios lo creó, con los rasgos fisicos, emocionales, mentales y relacionales que le dio? ¿Con el sexo que Dios le dio (masculino o femenino)? ¿Con los dones espirituales que le ha dado? ¿De qué maneras es correcto sentimos felices o contentos con nuestras personalidades, características fisicas, destrezas, posición, etc.? ¿De qué maneras sería errado complacemos o estar felices por esas cosas? ¿Seremos alguna vez completamente «benditos» o felices? ¿Cuándo tendrá lugar eso y por qué?
5. Piense en las cualidades que usted admira en otros, tanto creyentes como no creyentes. ¿Cuáles está bien admirar y cuáles no? ¿Cómo puede decidir? ¿Cómo podemos deleitamos más frecuente y más completamente en Dios mismo?
Belleza
6. Si rehusamos aceptar la definición de belleza que da nuestra sociedad, e incluso las definiciones que nosotros mismos podamos haber elaborado previamente, y decidir que lo que es verdaderamente bello es el carácter de Dios mismo, ¿cómo sería diferente nuestro concepto de hermosura del que teníamos antes? ¿Podríamos con todo aplicar apropiadamente nuestra nueva idea de belleza a algunas de las cosas que previamente pensábamos que eran hermosas? ¿Por qué sí o por qué no?
7. ¿Puede entender por qué el deseo de David sobre todo lo demás en la vida era «habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo» (Sal 27: 4)?
Gloria
8. Cuando los pastores cerca de Belén experimentaron la gloria del Señor que brillaba a su alrededor, «se llenaron de temor» (Lc 2:9). Sin embargo, cuando lleguemos a vivir para siempre en la ciudad celestial continuamente estaremos rodeando por la luz de la gloria del Señor (Ap 21: 23). ¿Sentiremos continuamente ese mismo temor que sintieron los pastores? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Le gustaría a usted vivir en presencia de esta gloria? ¿Podemos experimentar algo de ella en esta vida?
TÉRMINOS ESPECIALES
Atributos de propósito, atributos sumarios, autodeterminación razonable belleza, bendición, gloria, libertad, omnipotencia, perfección, poder, soberanía, voluntad, voluntad libre, voluntad necesaria, voluntad revelada, voluntad secreta
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

Salmo 73: 25-26: ¿A Quién Tengo En El Cielo Sino A Ti? Si Estoy Contigo, Ya Nada Quiero En La Tierra. Podrán Desfallecer Mi Cuerpo Y Mi Espíritu, Pero Dios Fortalece Mi Corazón; Él Es Mi Herencia Eterna.