SATANÁS Y LOS DEMONIOS

¿QUÉ DEBIERAN PENSAR HOY LOS CRISTIANOS DE SATANÁS Y DE LOS DEMONIOS? GUERRA ESPIRITUAL

EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
El capítulo anterior lleva de forma natural a la consideración de Satanás y de los demonios, puesto que son ángeles caídos que una vez fueron ángeles buenos, pero que pecaron y perdieron su privilegio de servir a Dios. Como los ángeles, son también seres creados y espirituales, con discernimiento moral y gran inteligencia, pero sin cuerpo fisico. Podemos definir a los demonios de la siguiente manera: Los demonios son ángeles malignos que pecaron contra Dios y que ahora continuamente hacen el mal en el mundo.

A. EL ORIGEN DE LOS DEMONIOS

Cuando Dios creó el mundo, «miró todo lo que había hecho, y consideró que era muy bueno» (Gn 1:31). Esto significa que aun el mundo angelical que Dios había creado no tenía ángeles malignos ni demonios en aquel momento. Pero ya en Génesis 3, encontramos que Satanás, en la forma de una serpiente, estaba tentando a Eva para que pecara (Gn 3: 1-5). Por tanto, en algún momento entre los sucesos de Génesis 1: 31 y Génesis 3: 1, tuvo que haber una rebelión en el mundo angelical que llevó a muchos ángeles a ponerse en contra de Dios y convertirse en malignos.
El Nuevo Testamento habla de esto en dos lugares. Pedro nos dice que «Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al abismo, metiéndolos en tenebrosas cavernas y reservándolos para el juicio» (2ª P 2: 4).' Judas también nos dice que «los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados en oscuridad para el juicio del gran Día» Jud 6).
De nuevo, se hace hincapié en el hecho de que están alejados de la gloria de la presencia de Dios y que su actividad está restringida (metafóricamente, «perpetuamente encarcelados»), pero el texto no implica para nada que su influencia ha sido eliminada del mundo ni que algunos demonios están metidos en algún lugar de castigo apartados del mundo mientras que otros tienen la posibilidad de influenciarlo. Más bien, tanto 2ª Pedro como Judas nos dicen que algunos ángeles se rebelaron contra Dios y se convirtieron en oponentes hostiles a su Palabra.
NOTA: Esto no quiere decir que estos ángeles impíos no ejerzan influencia al presente en el mundo, porque Pedro dice en el v. 9 que el Señor sabe cómo «reservar a los impíos para castigarlos en el día del juicio», refiriéndose aquí a seres humanos pecadores que seguían evidentemente teniendo influencia en el mundo y causándoles dificultades a los lectores de Pedro.
El pasaje de 2ª Pedro 2: 4 simplemente significa que los ángeles impíos han sido alejados de la presencia de Dios y que están bajo alguna forma de restricción de influencia hasta el final del juicio, pero eso no les priva mientras tanto de seguir llevando a cabo sus actividades en el mundo.
Parece que su pecado fue el del orgullo, el de negarse a aceptar el lugar asignado, porque ellos «no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada» Jud 6).
Es también posible que haya una referencia a la Caída de Satanás, el príncipe de los demonios, en Isaías 14. Al tiempo que 1saías describe el juicio de Dios contra el rey de Babilonia (un rey humano y terrenal), llega entonces a una sección donde empieza a usar un lenguaje que parece demasiado fuerte para referirse solo a un rey humano:
¡Cómo has caído del cielo, Lucero' de la mañana! Tú, que sometías a las naciones, has caído por tierra.
Decías En Tu Corazón: «Subiré Hasta Los Cielos. ¡Levantaré Mi Trono Por Encima De Las Estrellas De Dios! Gobernaré Desde El Extremo Norte, En El Monte De Los Dioses.
Subiré A La Cresta De Las Más Altas Nubes, Seré Semejante Al Altísimo.» ¡Pero Has Sido Arrojado Al Sepulcro, A Lo Más Profundo De La Fosa! (Is 14: 12-15)
Esta expresión de ascender a los cielos y establecer su trono en lo más alto y decir: «Seré semejante al Altísimo» sugiere fuertemente la rebelión de una criatura angelical de gran poder y dignidad. No era raro en la forma de hablar de los profetas hebreos pasar de descripciones de sucesos humanos a descripciones de sucesos celestiales que son paralelos a ellos y que los acontecimientos humanos los representan en forma limitada. Si esto es así, se está describiendo el pecado de Satanás como de orgullo y de intentar ser igual a Dios en posición y autoridad.
Sin embargo, es improbable que Génesis 6: 2-4 se refiera a la Caída de los demonios.
En estos versículos se nos dice que «los hijos de Dios vieron que las hijas de los seres humanos eran hermosas. Entonces tomaron como mujeres a todas las que desearon. Al unirse los hijos de Dios con las hijas de los seres humanos y tener hijos con ellas, nacieron gigantes, que fueron los famosos héroes de antaño.
NOTA: Segunda de Pedro 2:4 no dice que «Dios no perdonó a algunos de los ángeles cuando pecaron», O «Dios arrojó a algunos de ellos al abismo», sino que habla de ellos en general cuando pecaron, implicando a todos los que pecaron.
Del mismo modo, Judas 6 habla de los «ángeles que no mantuvieron ~u posición», indicando a todos los que pecaron. Por tanto, estos versículos deben estar diciendo algo que es cierto de todos los demonios. Su residencia actual, su lugar de morada es el (infierno) o el «abismo», aunque ellos pueden desde allí recorrer el mundo para influenciar a las personas.
Las versiones hispanas de la Biblia emplean la expresión «lucero de la mañana». Solo La Biblia al Dia usa el nombre «Lucifer, hijo de la aurora», que significa «portador de luz».
Vea, por ejemplo, el Salmo 45 que pasa de una descripción de un rey terrenal a la descripción del Mesías divino.
A partir de entonces hubo gigantes en la tierra». Aunque algunos han pensando que «hijos de Dios» en este pasaje se refiere a ángeles que pecaron al casarse con mujeres humanas, esa interpretación no es probable por las siguientes razones.
Los ángeles no son seres materiales y según Jesús no se casan (Mt 22: 30), realidades que ponen en duda la idea de que aquellos «hijos de Dios» fueran ángeles que tomaron esposas humanas. Además, nada en el contexto mismo de Génesis 6 indica que los «hijos de Dios» debiera entenderse como ángeles (esto hace a este pasaje diferente de Job 1-2, por ejemplo, donde el contexto del concilio celestial deja bien claro para el lector que se está refiriendo a ángeles).
Es mucho más probable que la frase «hijos de Dios» aquí (como en Dt 14: 1) se refiera a personas que pertenecían a Dios y, como Dios, caminaban en rectitud (note Gn 4: 26 como una introducción a Génesis 5, que señala el comienzo del linaje de Set al mismo tiempo que dice que «desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor»). En realidad, se hace hincapié en la condición de hijo como siendo a la imagen y semejanza del padre en Génesis 5: 3. Además, el texto sigue la pista a la línea de descendientes desde Dios por medio de Adán y Set a muchos «hijos» en todo el capítulo 5.
El propósito amplio de la narración parece ser trazar el desarrollo paralelo de la línea piadosa de Set (al final la línea mesiánica) y de los impíos descendientes del resto de la humanidad. Por tanto, los «hijos de Dios» en Génesis 6:2 son hombres que son justos a causa de su imitación del carácter de su Padre celestial, y las «hijas de los hombres» son las esposas impías con las que ellos se casaron.

B. SATANÁS COMO CABEZA DE LOS DEMONIOS

«Satanás» es el nombre del que es cabeza de los demonios. Su nombre aparece mencionado en Job 1: 6, donde se dice que «llegó el dia en que los ángeles debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos se presentó también Satanás» (vea también Job 1:7-2:7). Aquí aparece él como el enemigo del Señor que planea severas tentaciones contra Job. Del mismo modo, cerca del fin de la vida de David se dice que «Satanás conspiró contra Israel e indujo a David a hacer un censo del pueblo» (1ª Cr 21: 1). Además, Zacarías vio una visión de (Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie ante el ángel del Señor, y a Satanás, que estaba a su mano derecha como parte acusadora) (Zac 3: 1).
El nombre «Satanás» es una palabra hebrea (satan) que significa «adversario»: El Nuevo Testamento también usa el nombre «Satanás», tomándolo sencillamente del Antiguo Testamento. Por eso Jesús en sus tentaciones en el desierto, habla directamente a Satanás diciéndole: «!Vete Satanás!» (Mt 4: 10), o «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10: 18).
La Biblia usa otros nombres para referirse también a Satanás. Se le conoce como «el diablo»7 (solo en el Nuevo Testamento: Mt 4:1; 13:39; 25:41; Ap 12:9: 20:2; et al.), «la serpiente» (Gn 3:1,14; 2ª Co 11: 3; Ap 12: 9; 20:2, et al.), «Beelzebú» (Mt 10: 25; 12: 24, 27; Lc 11: 15), «el príncipe de este mundo» (Jn 12:31; 14:30; 16:11),' «príncipe de la potestad del aire» (Ef. 2: 2), o «el maligno» (Mt 13: 19; A Jn2: 13).
NOTA: Para una argumentación más detallada vea, The First Epistle of Peter, de W. Grudem, pp. 211-213, que aparece resumido aquí. Los intérpretes judíos posteriores de estos versículos estaban divididos entre los que pensaban que los «hijos de Dios» eran ángeles y los que pensaban que eran seres humanos.
La palabra diablo nos viene del griego diábolos, que significa «calumniador».
Cuando Jesús le dijo a Pedro: «¡Aléjate de mí Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres» (Mt 16: 23), Jesús reconoció que el intento de Pedro de evitarle el sufrimiento y la muerte en la cruz era en realidad un intento de evitar que obedeciera el plan del Padre. Jesús se dio cuenta que al final de cuentas la oposición no venía de parte de Pedro sino de Satanás mismo.

C. LA ACTIVIDAD DE SATANÁS Y DE LOS DEMONIOS

1. SATANÁS FUE EL ORIGINADOR DEL PECADO.
Satanás pecó antes que lo hicieran los seres humanos, como se evidencia por el hecho de que (en la forma de serpiente) tentó a Eva (Gn 3: 1-6; 2ª Ca 11: 3). El Nuevo Testamento también nos informa que Satanás «desde el principio [fue] un asesino» y «un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!» (Jn 8: 44). También nos dice que «el diablo ha estado pecando desde el principio» (1ª Jn 3: 8). En estos dos textos la frase «desde el principio» no implica que Satanás fue maligno desde el momento en que Dios empezó a crear el mundo (desde el principio del mundo) ni desde el principio de su existencia (desde el comienzo de su vida), sino que más bien «desde el principio» separa la historia del mundo (Génesis 3 y aun antes). La característica del diablo ha sido la de originar el pecado y tentar a otros a pecar.
2. LOS DEMONIOS SE OPONEN A LA OBRA DE DIOS Y TRATAN DE DESTRUIRLA.
Así como Satanás tentó a Eva para que pecara contra Dios (Gn 3:1-6), también trató que Jesús pecara y que fracasara en su misión como Mesías (Mt4: 1-11). La táctica de Satanás y de sus demonios es usar mentiras (Jn 8: 44), engaños (Ap 12: 9), asesinato (Sal106: 37; Jn 8: 44), y toda otra clase de actividad destructiva que lleve a las personas a alejarse de Dios y a destruirse a sí mismas.
Los demonios probarán con toda táctica para cegar a las personas a la verdad del evangelio (2ª Co 4: 4) y mantenerlos esclavos a cosas que les dificulta acercarse a Dios (Gá 4: 8). También procurará emplear la tentación, la duda, la culpa, el temor, la confusión, la enfermedad, la envidia, el orgullo, la calumnia y cualquier otro medio posible para dificultar el testimonio y la utilidad de los cristianos.
NOTA: Juan con frecuencia de refiere al «mundo» o a «este mundo» como el presente sistema malo mundial que se opone a Dios: Juan 7: 7; 8: 23; 12: 31; 14: 17, 30; 15: 18, 19; 16: 11: 17: 14. Las Escrituras no enseñan que Satanás controle todo el mundo, pero sí que controla el sistema pecaminoso que se opone a Dios. Comparar con la frase de Pablo «el dios de este mundo» (2ª Co 4: 4). Cp. Juan 10: 10: «El ladrón no viene nada más que a robar, matar y destruid).
3. CON TODO, LOS DEMONIOS ESTÁN LIMITADOS POR EL CONTROL DE DIOS Y TIENEN PODERES LIMITADOS.
El estudio de Job deja bien en claro que Satanás solo podía hacer aquello que Dios le permitiera y nada más (Job 1: 12; 2:6). Los demonios están «perpetuamente encarcelados» (Jud 6) y los cristianos pueden resistirlos con éxito por medio de la autoridad que Cristo les ha dado (Stg 4: 7).
Además, el poder de los demonios es limitado. Después de rebelarse contra Dios ellos ya no tienen el poder que tenían cuando eran ángeles, porque el pecado es una influencia debilitante y destructiva. El poder de los demonios, aunque significativo, es, por tanto, probablemente menor que el de los ángeles.
En cuestiones de conocimiento, no debemos pensar que los demonios pueden conocer El futuro ni que pueden leer nuestras mentes o conocer nuestros pensamientos. En muchas partes del Antiguo Testamento, el Señor se manifiesta a sí mismo como el Dios verdadero para distinguirse de los dioses falsos (demoníacos) de las naciones mediante el hecho de que solo él puede conocer el futuro. «Recuerden las cosas pasadas, aquellas de antaño; yo soy Dios, y no hay ningún otro, yo soy Dios, y no hay nadie igual a mí. Yo anuncio el fin desde el principio; desde los tiempos antiguos, lo que está por venir» (Is 46: 9-10).
Ni siquiera los ángeles conocen el tiempo del regreso de Cristo (Mr 13: 32), y no hay indicación en las Escrituras de que ellos o los demonios sepan algo acerca del futuro. Con respecto al conocimiento de nuestros pensamientos, la Biblia nos dice que Jesús conocía los pensamientos de las personas (Mt 9: 4; 12: 25; Mr 2: 8; Le 6: 8; 11: 17) y que Dios conoce los pensamientos de las personas (Gn 6: 5; Sal 139: 2, 4, 23; Is 66: 18), pero no hay ninguna indicación de que los ángeles o los demonios puedan saber nuestros pensamientos. De hecho, Daniel le dijo al rey Nabucodonosor que solo alguien que hablara en nombre del Dios del cielo podía decirle al rey lo que había soñado:
A Esto Daniel Respondió: No Hay Ningún Sabio Ni Hechicero, Ni Mago O Adivino, Que Pueda Explicarle A Su Majestad El Misterio Que Le Preocupa. Pero Hay Un Dios En El Cielo Que Revela Los Misterios. Ese Dios Le Ha Mostrado A Usted Lo Que Tendrá Lugar En Los Días Venideros. Éstos Son El Sueño Y Las Visiones Que Pasaron Por La Mente De Su Majestad Mientras Dormía (Dn 2: 27-28)."
Pero si los demonios no pueden leer la mente de las personas, ¿cómo podemos entender los informes contemporáneos de brujos, adivinos y otras personas evidentemente sujetas a influencias demoníacas que son capaces de decirles a las personas detalles exactos de sus vidas que pensaban que nadie conocía, tales como (por ejemplo) qué alimento tomaron para el desayuno, dónde escondían dinero en sus casas, etc.?
Muchas de estas cosas se pueden explicar al darnos cuenta que los demonios pueden observar las cosas que suceden en este mundo y pueden probablemente sacar conclusiones de estas observaciones. Un demonio puede saber lo que yo tomé para desayunar, sencillamente porque me vio tomarlo.
Puede saber lo que yo dije en una conversación telefónica privada porque escuchó la conversación. Los creyentes no debieran dejarse descarriar si se encuentran con miembros del ocultismo o de las religiones falsas que parecen demostrar poseer esos conocimientos poco comunes de vez en cuando. Sin embargo, los resultados de la observación no demuestran que los demonios puedan leer nuestros pensamientos, y nada en la Biblia nos lleva a pensar que ellos tengan ese poder.
NOTA: Vea las reflexiones sobre e! conocimiento de Dios del futuro en e! capítulo 11, Pablo también dice: «En efecto, ¿quién conoce los pensamientos de! ser humano sino su propio espíritu que está en él?» (1ª Co 2: 11), sugiriendo que no hay ninguna otra criatura que pueda conocer los pensamientos de una persona (aunque hay que reconocer que la inclusión de las criaturas angélicas o demoniacas en la idea de Pablo no está tan explícita en este contexto como en Daniel 2). Vea también 1ª Co 14: 24-25.
Donde la revelación de los «secretos » del corazón de un visitante es evidencia clara de que Dios mismo está presente, actuando mediante el don de profecía. Esto es significativo en Corinto. Que estaba lleno de la adoración a los demonios en los ídolos de los templos (1ª Co 10: 20). Pues indica que los demonios no podían conocer los pensamientos íntimos del corazón de una persona. (Hechos 16: 16 no afirma que la joven esclava con espíritu de adivinación hiciera predicciones confiables, sino que ella obtenía cierta información de parte de la observación que los demonios hacían de la vida de las personas.)
4. HA HABIDO DIFERENTES ETAPAS DE ACTIVIDAD DEMONÍACA EN LA HISTORIA DE LA REDENCIÓN.
A. EN EL ANTIGUO TESTAMENTO:
Debido a que la palabra demonio no se usa con frecuencia en el Antiguo Testamento, puede de primera vista parecer que hay poca indicación de actividad demoníaca. Sin embargo, el pueblo de Israel pecó a menudo sirviendo a los dioses falsos, y cuando nos damos cuenta de que estos «dioses» falsos eran en realidad fuerzas demoníacas, vemos que sí hay bastante material en el Antiguo Testamento que se refiere a los demonios. La identificación de los dioses falsos como demonios se hace explícita, por ejemplo, cuando Moisés dice:
Lo Provocó A Celos [A Dios] Con Dioses Extraños Y Lo Hizo Enojar Con Sus Ídolos Detestables. Ofreció Sacrificios A Los Demonios, Que No Son Dios; Dioses Que No Había Conocido (Dt 32: 16-17).
Además, al reflexionar sobre la práctica horrible del sacrificio de niños, que los israelitas imitaron de las naciones paganas que los rodeaban, el salmista dice:·
Se Mezclaron Con Los Paganos Y Adoptaron Sus Costumbres. Rindieron Culto A Sus Ídolos, Y Se Les Volvieron Una Trampa. Ofrecieron A Sus Hijos Y A Sus Hijas Como Sacrificio A Esos Demonios (Sal 106: 35-37).
Estas referencias demuestran que la adoración ofrecida a los ídolos en todas las naciones que rodeaban a Israel era en realidad adoración a Satanás ya sus demonios.
Esta es la razón por la que Pablo puede decir de las religiones falsas del mundo mediterráneo del primer siglo: «No, sino que cuando ellos ofrecen sacrificios, lo hacen para los demonios, no para Dios» (1ª Co 10 :20). Parece entonces correcto concluir que todas las naciones alrededor de Israel que practicaban la adoración de ídolos estaban involucradas en la adoración de demonios.
Las guerras que los israelitas pelearon en contra de las naciones paganas eran batallas contra naciones que estaban controladas por fuerzas demoníacas y por lo tanto «bajo el control del maligno» (1ª Jn 5:19). Sus batallas eran tanto físicas como espirituales. El pueblo de Israel necesitaba depender del poder de Dios para que les ayudara en la esfera espiritual y en la fisica.
A la luz de esto, es significativo notar que no hay casos claros de expulsión de demonios en el Antiguo Testamento. La analogía más cercana es cuando David tocaba el arpa para el rey Saúl: «Cada vez que el espíritu de parte de Dios atormentaba a Saúl, David tomaba su arpa y tocaba. La música calmaba a Saúl y lo hada sentirse mejor, y el espíritu maligno se apartaba de él» (1ª S 16: 23). Sin embargo, las
Escrituras hablan de esto como un suceso que se repetía (cada vez), lo que implicaba que el espíritu maligno regresaba cuando David se marchaba. Este no era un triunfo completo y eficaz sobre los espíritus malignos como los que encontramos en el Nuevo Testamento.
Consecuente con el propósito de Satanás de destruir todas las obras buenas de Dios, la adoración pagana de ídolos demoníacos se caracterizaba por prácticas tales como el sacrificio de niños (Sal 106: 35-37), el producirse daños corporales uno mismo (1ª R 18: 28; Dt 14: 1), y la práctica de la prostitución como parte de la adoración pagana (Dt 23: 17; 1ª R 14: 24; Os 4: 14).
La adoración de los demonios llevaba generalmente a prácticas inmorales y autodestructivas.
NOTA: Hubo exorcistas judíos en el período entre el Antiguo y el Nuevo Testamentos que intentaron lidiar con las fuerzas demoníacas, pero es dudoso que fueran muy eficaces: Hechos 19: 13 menciona a algunos exorcistas itinerantes judíos que intentaban expulsar demonios en el nombre de! Señor Jesús como una nueva fórmula mágica, aunque no eran cristianos y no tenían ninguna autoridad espiritual de parte de Jesús. Se encontraron con resultados desastrosos (vv. 15-16).
También, cuando Jesús se enfrentó a los fariseos, Jesús dijo: «Ahora bien, si yo expulso a los demonios por medio de Belcebú, ¿los seguidores de ustedes por medía de quién los expulsan?» (Mt 12: 27). Su declaración no significa que sus seguidores tuvieran éxito, sino simplemente que estaban tratando de expulsar demonios, con un éxito limitado. En realidad, e! argumento de Jesús funciona muy bien si ellos estaban generalmente fracasando: «Si mi gran éxito en expulsar demonios es debido a Satanás, ¿entonces a que se debe el éxito limitado de sus seguidores?
Supuestamente a un poder menor de! de Satanás, que evidentemente no es Dios». La sugerencia es que e! poder limitado de los exorcistas judíos no era de Dios, sino de Satanás. Josefo nos deja registrado un ejemplo aparentemente exitoso de exorcismo llevado a cabo por un judío llamado
Eleazar que usaba un conjuro que se decía estaba derivado de Salomón (Antigüedades 8: 45-48; cp. una historia rabínica en Números Rabbah 19: 8; Tobías, el Testamento de Salomón). Resulta dificil saber exactamente cuán extendida estaba esta práctica y cuán exitosa era. Por un lado, Dios mismo podía haber concedido cierto grado de poder espiritual sobre los demonios al remanente fiel de creyentes judíos en todos los tiempos. Él ciertamente protegió en general al pueblo fiel de Israel de las fuerzas demoníacas de las naciones que los rodeaban.
Por el otro lado, no es imposible que Satanás hubiera trabajado a través de judíos incrédulos, así como también por medio de otras culturas incrédulas, para dar cierta apariencia de poder limitado a los exorcistas, brujos, hechiceros, etc., pero siempre con la intención de llevar a las personas a una mayor esclavitud espiritual.
Lo que es cierto es que Jesús vino con un poder espiritual muy superior sobre los demonios que lo que las personas habían visto antes, y ellos se quedaron maravillados. (Emil Schurer escribió un estudio amplio del exorcismo judío, The History ofthe Jewish People in the Ageof Jesus Christ, rev, ingles ed., ed. G. Vemes et al. [3 vals. en 4; T. & T. Clark, Edimburgo, 1973-87], vol. 3.1, pp. 342-61, 376, 440.)
B. DURANTE EL MINISTERIO DE JESÚS:
Después de cientos de años de incapacidad para obtener un triunfo eficaz sobre las fuerzas demoníacas, es comprensible que cuando Jesús llegó expulsando demonios con absoluta autoridad, las personas se quedaran asombradas: «Todos se quedaron tan asustados que se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva, pues lo hace con autoridad!
Les da órdenes incluso a los espíritus malignos, y le obedecen"» (Mr 1: 27). Un  poder así sobre las fuerzas demoníacas nunca se había visto antes en la historia del mundo. Jesús explicó que este poder sobre los demonios era una marca distintiva de su ministerio para inaugurar el reino de los cielos entre la humanidad en una manera nueva y poderosa:
En cambio, si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes. ¿O cómo puede entrar alguien en la casa de un hombre fuerte y arrebatarle sus bienes, a menos que primero lo ate? Sólo entonces podrá robar su casa Mt 12: 28-29).
El «hombre fuerte» es Satanás, y Jesús lo había atado, probablemente en el tiempo de su triunfo sobre él en las tentaciones en el desierto (Mt 4: 1-11). Durante su ministerio terrenal, Jesús había entrado en la «casa» (el mundo de los incrédulos que están bajo la esclavitud de Satanás) del hombre fuerte, y le estaba arrebatando sus bienes, esto es, liberando a las personas de la esclavitud satánica y llevándolos al gozo del reino de Dios. Era «por medio del Espíritu de Dios» que Jesús hacía esto; el nuevo poder del Espíritu de Dios que actuaba para triunfar sobre los demonios era la evidencia de que en el ministerio de Jesús el reino de Dios había llegado.
C. DURANTE LA ERA DEL NUEVO PACTO:
La autoridad sobre el poder demoníaco no estaba limitado solo a Jesús, porque este dio una autoridad similar a los primeros doce (Mt 10: 8; Mr 3: 15), y luego a los setenta discípulos. Después de un tiempo de ministerio, «cuando los setenta y dos regresaron, dijeron contentos: Señor hasta los demonios se nos someten en tu nombre» (Lc 10: 17). Entonces Jesús respondió:
«Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo» (Lc 10: 18), indicando de nuevo un triunfo claro sobre el poder de Satanás (de nuevo, esto probablemente sucedió en el tiempo de la victoria de Jesús en las tentaciones en el desierto, pero las Escrituras no especifican explícitamente ese tiempo). La autoridad sobre los espíritus inmundos más tarde se extendió más allá de los setenta discípulos a los miembros de la naciente iglesia que ministraban en el nombre de Jesús (Hch 8: 7; 16: 18; Stg 4: 7; 1ª P 5: 8-9), un hecho que concuerda con la idea de que el ministerio en el nombre de Jesús en la era del nuevo pacto se caracterizaba por el triunfo sobre el poder del diablo (1ª Jn 3:8).
NOTA: 0tra interpretación dice que Jesús vio en la misión de los setenta la caída de Satanás. Vea el capítulo 55 para el estudio sobre el milenio.
D. DURANTE EL MILENIO:
Durante el milenio, el reinado futuro de mil años sobre la tierra que se menciona en Apocalipsis 20,!5 la actividad de Satanás y de los demonios estará aún más restringida. Usando un lenguaje que sugiere una limitación todavía mayor de la actividad de Satanás de la que vemos hoy, Juan describe su visión del comienzo del milenio de la siguiente manera:
Vi Además A Un Ángel Que Bajaba Del Cielo Con La Llave Del Abismo Y Una Gran Cadena En La Mano. Sujetó Al Dragón, A Aquella Serpiente Antigua Que Es El Diablo Y Satanás, Y Lo Encadenó Por Mil Años. Lo Arrojó Al Abismo, Lo Encerró Y Tapó La Salida Para Que No Engañara Más A Las Naciones, Hasta Que Se Cumplieran Los Mil Años. Después Habrá De Ser Soltado Por Algún Tiempo (Ap 20: 1-3).
Aquí aparece Satanás descrito como privado completamente de toda capacidad para ejercer influencia en la tierra. Durante el milenio, sin embargo, habrá todavía pecado en el corazón de los incrédulos, que seguirá aumentando hasta el final de los mil años, cuando tendrá lugar una rebelión en gran escala contra Cristo, dirigida por Satanás, quien «será liberado de su prisión» (Ap 20: 7) y acudirá a dirigir esa rebelión (Ap 20: 8-9).
El hecho de que el pecado y la rebeldía persistan en el corazón de las personas aparte de la actividad de Satanás, incluso durante el reino de mil años de Cristo, muestra que no podemos echarles la culpa a Satanás y sus demonios por todo el pecado del mundo. Aun cuando Satanás carecerá de influencia en el mundo", el pecado permanecerá y será un problema en el corazón de las personas.
E. EN EL JUICIO FINAL:
Al final del milenio, cuando Satanás sea liberado de su prisión y reúna a las naciones para la batalla, quedará definitivamente derrotado y «será arrojado al lago de fuego y azufre allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Ap 20: 10). Entonces se completará el castigo de Satanás y de sus demonios.

D. NUESTRA RELACIÓN CON LOS DEMONIOS

1. ¿ESTÁN HOY LOS DEMONIOS ACTIVOS EN EL MUNDO?
Algunas personas, influenciadas por la visión naturalista del mundo que solo acepta la realidad de lo que se puede ver, tocar u oír, niegan que los demonios existan hoy y mantienen que creer en su realidad refleja una perspectiva obsoleta que se enseña en la Biblia y en otras culturas antiguas. Por ejemplo, Rudolf Bultmann, el erudito alemán del Nuevo Testamento, niega enfáticamente la existencia de un mundo sobrenatural de ángeles y demonios.
Argumenta que estos eran «mitos» antiguos y que el mensaje del Nuevo Testamento tenía que ser «demitologizado» mediante la eliminación de tales elementos mitológicos a fin de que el evangelio pudiera ser recibido por personas modernas y científicas.
Otros han pensado que el equivalente contemporáneo (inaceptable) a la actividad demoníaca mencionada en las Escrituras es la influencia poderosa y a veces maligna de organizaciones y «estructuras» en nuestra sociedad actual, gobiernos perversos y corporaciones poderosas que controlan a miles de personas y que a veces se dice son «demoníacas», especialmente en los escritos de teólogos más liberales.
Sin embargo, si las Escrituras nos proporcionan una información correcta del mundo como realmente es, debemos tomar seriamente su descripción de la intensa participación demoníaca en la sociedad humana. El hecho de no percibir esa participación con nuestros cinco sentidos nos está diciendo que tenemos algunas deficiencias en nuestra capacidad para entender el mundo, no que los demonios no existan.
De hecho, no hay razón para pensar que haya hoy menos actividad demoníaca en el mundo que la que había en el tiempo del Nuevo Testamento. Nosotros estamos en el mismo período de tiempo en el plan general de Dios para la historia (la era de la iglesia o la era del nuevo pacto), y el milenio tiene todavía que llegar cuando quedará eliminada la influencia de Satanás en la tierra.
Buena parte de la sociedad occidental secularizada no está dispuesta a admitir la existencia de demonios excepto quizá en sociedades «primitivas» y relega toda conversación sobre la actividad de los demonios a la categoría de superstición.
Pero la negativa de nuestra sociedad a reconocer hoy la presencia de la actividad demoníaca es, desde una perspectiva bíblica, debido sencillamente a la ceguedad de las personas a la verdadera naturaleza de la realidad.
¿Pero en qué clase de actividad se involucran los demonios hoy? ¿Hay algunas características distintivas que nos permitan a nosotros reconocer hoy la actividad demoníaca cuando tiene lugar?
2. NO TODO MAL Y PECADO PROCEDE DE SATANÁS Y DE LOS DEMONIOS, PERO ALGO SÍ.
Si pensamos en el hincapié general de las epístolas del Nuevo Testamento, nos damos cuenta del poco espacio que se dedica a hablar de la actividad demoníaca en la vida de los creyentes o de métodos para resistir u oponerse a tal actividad. Se hace hincapié en instar a los creyentes a no pecar, a vivir vidas de rectitud. Por ejemplo, en 1ª Corintios, donde hay un problema de «disensiones»,
Pablo no le dice a la iglesia que reprenda a un espíritu de disensión, sino simplemente los anima a que vivan con «armonía» y a que se «mantengan unidos en un mismo pensamiento y en un mismo propósito» (1ª Co 1: 10). Cuando hay un problema de incesto, no les dice a los corintios que reprendan a un espíritu de incesto, sino que les dice que debieran estar indignados y que debieran ejercer la disciplina de la iglesia hasta que el culpable se arrepienta (1ª Co 5: 1-5).
Cuando hay un problema sobre que los cristianos acuden a los tribunales para demandar a otros creyentes, Pablo no les manda que expulsen a un espíritu de litigación (o de egoísmo, o de pleitos), sino les dice sencillamente que solucionen esas situaciones dentro del seno de la iglesia y que estén dispuestos a olvidarse de sus propios intereses (1ª Co 6:1-8).
Cuando hay un desorden relacionado con la Cena del Señor, no les manda expulsar a un espíritu de desorden o de glotonería o de egoísmo, sino solo les dice que debieran «[esperarse] unos a otros» y que cada creyente «debe examinarse a sí mismo antes de comer el pan y beber la copa» (1ª Co 11: 33,28). Podemos encontrar duplicados estos ejemplos muchas veces en las otras epístolas del Nuevo Testamento.
En cuanto a la predicación del evangelio a los inconversos, la pauta del Nuevo Testamento es la misma. Aunque ocasionalmente Jesús o Pablo expulsaron a un espíritu demoníaco que estaba obstaculizando seriamente la predicación del evangelio en un área determinada (vea Mr 5: 1-20 [endemoniado gadareno]; Hch 16: 16-18 [la joven adivinadora en Filopos], ese no es el patrón de ministerio que vemos, sino que sencillamente se hace hincapié en la predicación del evangelio (Mt 9: 35; Ro 1: 18-19; 1ª Co 1: 7-2:5).
Aun en los ejemplos arriba mencionados, se enfrentó la oposición en el proceso de la proclamación del evangelio. En marcado contraste con la práctica de los que hoy hacen hincapié en un «nivel estratégico de guerra espiritual», en ningún caso en el Nuevo Testamento se ve que alguien:
(1) Emplaza a un «espíritu territorial» al entrar en una región a predicar el evangelio (en los dos ejemplos citados arriba, el demonio estaba en la persona y la persona influenciada por el demonio inició la confrontación), ni:
(2)Demanda información a los demonios sobre Una jerarquía demoníaca local, ni:
(3) Dice que debiéramos creer o enseñar información derivada de los demonios, ni:
(4) Enseña mediante la palabra o el ejemplo que ciertas «fortalezas demoníacas» sobre una ciudad debieran ser derribadas antes de que se pueda proclamar el evangelio con eficacia.
Más bien, los cristianos predican el evangelio, Y este llega con poder para cambiar vidas! (Por supuesto, la oposición demoníaca puede surgir, o Dios mismo puede revelar la naturaleza de cierta oposición demoníaca, en cuyo caso los cristianos debieran orar y luchar en su contra, según 1ª Co 12: 10; 2ª Co 10: 3-6; Ef 6: 12).
Por tanto, aunque el Nuevo Testamento reconoce claramente la influencia de la actividad demoníaca en el mundo, e incluso, como veremos, sobre la vida de los creyentes, su enfoque primario en cuanto a la evangelización y el crecimiento cristiano está en las decisiones y acciones tomadas por las personas mismas (vea también Gá 5: 16-26; Ef 4: 1-6: 9; Col 3: 1-4: 6).
Del mismo modo, este debiera ser el enfoque primario de nuestros esfuerzos hoy cuando nos esforzamos por crecer en santidad y fe y vencer los deseos y acciones pecaminosos que permanecen en nuestra vida (Ro 6: 1-23) y vencer las tentaciones que vienen en contra nuestra de parte de un mundo incrédulo (1ª Co 10: 13). Tenemos que aceptar nuestra propia responsabilidad de obedecer al Señor y no pasar la culpa de nuestros propios fallos a alguna fuerza demoníaca.
No obstante, un cierto número de pasajes muestra que los autores del Nuevo Testamento estaban claramente conscientes de la presencia de influencias demoníacas en el mundo y en la vida de los mismos cristianos. Al escribir a la iglesia en Corinto, que estaba llena de templos dedicados a la adoración de ídolos, Pablo dijo que cuando los paganos «ofrecen sacrificios, lo hacen para los demonios, no para Dios» (1ª Co 10: 20), situación que era cierta no solo de Corinto, sino de casi todas las otras ciudades en el antiguo mundo mediterráneo.
Pablo también advirtió que en «los últimos tiempos, algunos abandonarán la fe para seguir a inspiraciones engañosas y doctrinas diabólicas» (1ª Ti 4: 1), y que esto llevaría a prohibiciones del matrimonio y evitar ciertos alimentos (v. 3), todo lo cual Dios lo ha creado «bueno» (v. 4). De manera que vemos que algunas doctrinas tienen origen demoníaco.
En 2ª Timoteo, Pablo Da A Entender Que Los Que Se Oponen A La Sana Doctrina Han Sido Atrapados Por El Diablo Para Que Hagan Su Voluntad: «Un Siervo Del Señor No Debe Andar Peleando; Más Bien, Debe Ser Amable Con Todos, Capaz De Enseñar Y No Propenso A Irritarse. Así, Humildemente, Debe Corregir A Los Adversarios, Con La Esperanza De Que Dios Les Conceda El Arrepentimiento Para Conocer La Verdad, De Modo Que Se Despierten Y Escapen De La Trampa En Que El Diablo Los Tiene Cautivos, Sumisos A Su Voluntad» (2ª Ti 2: 24-26).
Jesús había afirmado del mismo modo que los judíos que se le oponían obstinadamente estaban siguiendo a su padre el diablo: «Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!» Gn 8: 44).
NOTA: Una manera común de resumir las tres fuentes del mal en nuestras vidas es «el mundo, la carne y el diablo. (y carne. se refiere a nuestros propios deseos pecaminosos).
En la primera epístola de Juan se hace hincapié de una forma más explícita en que las acciones hostiles de los incrédulos tienen influencia demoníaca o a veces origen demoníaco. Él hace una declaración general de que «el que practica el pecado es del diablo» (1ª Jn 3: 8), y continúa diciendo: «Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios, ni tampoco lo es el que no ama a su hermano» (1ª Jn 3: 10).
Juan caracteriza aquí a todos los que no son nacidos de Dios como hijos del diablo y sujetos a la influencia de sus deseos. Así sucedió con Caín, quien (por ser del maligno, asesinó a su hermano) Abel (1ª Jn 3: 12), aunque no se menciona para nada la influencia de Satanás en el texto de Génesis (Gn 4: 1-16).Juan también dice: «Sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está bajo el control del maligno» (1ª Jn 5: 19).
Luego en Apocalipsis de Satanás se dice que «engaña al mundo entero» (Ap 12: 9). Como indicamos arriba, a Satanás también se le llama el (príncipe de este mundo) (Gn 14: 30), y «el dios de este mundo» (2ª Co 4:4), y «el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia» (Ef. 2: 2).
Cuando combinamos todas estas declaraciones y vemos que se dice que Satanás es el originador de mentiras, asesinatos, engaños, enseñanza falsa y el pecado en general, parece razonable concluir que el Nuevo Testamento quiere que entendamos que hay un cierto grado de influencia demoníaca en casi todas las maldades y pecados que vemos hoy.
No todo el pecado está causado por Satanás o los demonios, tampoco la actividad demoníaca es la mayor influencia o causa de pecado, pero la actividad demoníaca es probablemente un factor en casi todo pecado y actividad destructiva que se opone a la obra de Dios en el mundo hoy.
En la vida de los cristianos, como indicamos arriba, el énfasis del Nuevo Testamento no está en la influencia de los demonios sino en el pecado que permanece en la vida del creyente. No obstante, debiéramos reconocer que pecar (aun para los cristianos) es dar un punto de apoyo de alguna clase a la influencia demoníaca en nuestra vida. Por esa razón Pablo podía decir: «Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo» (Ef 4: 26).
El enojo injusto puede aparentemente dar oportunidad al diablo (o a los demonios) para ejercer alguna clase de influencia negativa en nuestra vida, quizá al atacamos por medio de nuestras emociones o quizá al aumentar el enojo injusto que ya sentimos en contra de otros. Del mismo modo, Pablo menciona «la coraza de justicia» (Ef. 6: 14) como parte de la armadura que debemos usar para enfrentamos a las «artimañas del diablo» y que «nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales» (Ef. 6: 11-12).
Si tenemos en nuestra vida áreas de continuo pecado, entonces hay debilidades y agujeros en nuestra «coraza de justicia», y en esas áreas somos vulnerables a los ataques demoníacos. Por el contrario, Jesús estaba completamente libre del pecado, y podría decir de Satanás, «él no tiene ningún dominio sobre mí» (Jn 14: 30).
Podemos también notar la conexión entre no pecar y no ser tocado por el maligno en 1ª Juan 5: 18: «Sabemos que el que ha nacido de Dios no está en pecado: Jesucristo que nació de Dios, lo protege, y el maligno no llega a tocarlo».
NOTA: El tiempo presente del verbo en griego nos da un sentido de «no continuar pecando».
Los pasajes precedentes sugieren, entonces, que donde hay una persistencia de pecado en la vida del cristiano en un área u otra, la responsabilidad primaria de ese pecado está en el cristiano individual y en sus decisiones de continuar con esa forma de vivir errónea (vea Ro 6, esp. 12-16; también Gá 5: 16-26).
Sin embargo, también podría posiblemente darse alguna forma de influencia demoníaca que contribuye e intensifica esa tendencia pecaminosa. En el caso de un cristiano que ha orado y luchado por años para dominar un mal temperamento, por ejemplo, pudiera ser que un espíritu de enojo sea un factor en su continúa tendencia a ese pecado.
Un cristiano que ha luchado por cierto tiempo para vencer un sentido de depresión puede haber estado bajo el ataque de un espíritu de depresión y desaliento, y este puede ser un factor que está contribuyendo a su situación general.
Un creyente que ha estado luchando en otras cuestiones, tales como una falta de disposición a someterse a la autoridad legítima, falta de control en la comida, pereza, amargura, envidia, etc., quizá se pregunte si un ataque demoníaco o influencia podría estar contribuyendo a esa situación y obstaculizando su utilidad para el Señor.
NOTA: Pero nunca usa un lenguaje que sugiera que un demonio «posea» realmente a alguien.
El problema con los términos de posesión demoníaca o endemoniado es que dan el matiz de una influencia demoníaca tan fuerte que parece implicar que la persona que está bajo ataque demoníaco no tiene otra posibilidad sino sucumbir a ello. Sugieren que la persona está incapacitada de ejercer su voluntad y completamente dominada por el espíritu maligno, Si bien esto puede haber sido cierto en casos extremos como es el del endemoniado gadareno (vea Mr 5: 1-20; note que después que Jesús expulsó al demonio de aquel hombre, él estaba «en su sano juicio», v. 15), no es cierto en muchos casos de ataque demoníaco o de conflicto con demonios en la vida de muchas personas.
Así, pues, qué podemos responder a la pregunta de «¿puede un cristiano estar poseído por un demonio?» La respuesta depende de lo que significa para nosotros «poseído». Dado que el término no refleja ninguna palabra que podamos
No toda depresión es demoniaca en su origen. Algunas pueden estar causadas por factores químicos que responderán a tratamiento médico. En otras ocasiones se puede deber a pautas de comportamiento o relaciones interpersonales que no están funcionando conforme a las normas bíblicas. Pero no debiéramos eliminar la influencia demoníaca como un posible factor.
Esta palabra diamonizomai, que puede traducirse como «bajo influencia demoníaca» o «estar endemoniado» aparece trece veces en el Nuevo Testamento, todas ellas en los evangelios: Mt 4: 24; 8:16, 28, 33; 9: 32; 12: 22; 15: 22 (sufre terriblemente por estar endemoniada); Mr 1: 32; 5: 15, 16, 18; Lc 8:36; y Jn 10: 21.
Todos estos casos indican fuerte influencia demoníaca. A la luz de esto, es quizá mejor reserva la palabra endemoniado para casos más extremos o severos como en las situaciones que aparecen en los evangelios. Esta palabra sugiere una fuerte influencia o control demoníaco. Pero ha llegado a ser común en alguna literatura cristiana hablar de personas que están bajo alguna forma de ataque demoníaco decir que están «endemoniadas». Sería más sabio reservar esa palabra para casos de severa influencia demoniaca.
3. PUEDE UN CRISTIANO ESTAR POSEÍDO POR UN DEMONIO?
La expresión poseído por un demonio (o posesión demoníaca) son términos poco afortunados que se han metido en la traducción de algunas versiones de la Biblia, pero que no aparecen realmente reflejados en el griego.
El griego del Nuevo Testamento puede hablar de una persona que «tiene un demonio» (Mt 11:18; Lc 7: 33; 8: 27; Jn 7: 20; 8:48, 49, 52; 10:20), o puede hablar de personas que sufren de influencias demoníacas (gr., daimonizomai) encontrar en el griego del Nuevo Testamento, las personas pueden entender que significa varias cosas sin tener la garantía de vincularlo a ningún versículo de las Escrituras, y resulta dificil decir que la definición de una persona es correcta y la otra es incorrecta. Mi propia preferencia, por las razones explicadas arriba, es la de no usar para nada la expresión poseído por demonio en ninguna clase de casos.
Pero si las personas explican claramente lo que quieren decir por «posesión demoníaca», se puede dar una respuesta dependiendo de la definición que ellos aportan.
Si por «poseídos por un demonio» se refieren a que la voluntad de la persona está completamente dominada por un demonio, al punto de que carece de poder para escoger lo que es recto y obedecer a Dios, entonces la respuesta a si un cristiano podría estar poseído por un demonio es no, porque las Escrituras garantizan que el pecado no tendrá dominio sobre nosotros porque hemos resucitado con Cristo (Ro 6: 14, vea también vv. 4,11).
Por otro lado, la mayoría de los cristianos estarían de acuerdo en que puede haber diferentes grados de ataque o influencia demoníaca en la vida de los creyentes (vea Lc 4: 2; 2ª Co 12: 7; Ef. 6: 12; Stg 4: 7; 1 Pa 5: 8). Un creyente puede caer bajo el ataque demoníaco de vez en cuando en un sentido más o menos fuerte. (Note la «hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años... que por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma. Andaba encorvada y de ningún modo podía enderezarse» [Lc 13:16, 11].
Aunque los cristianos después de Pentecostés disfrutaban de todo el poder del Espíritu Santo que obraba dentro de ellos, que los capacitaba para triunfar sobre los ataques demoníacos, ellos no siempre usaron este poder y ni siquiera sabían que les pertenecía. Así, pues, ¿cuán severa puede llegar a ser la influencia demoníaca en la vida de un cristiano en quien el Espíritu Santo mora después de Pentecostés?
Antes de responder a esta pregunta, debiéramos notar que es similar a la relacionada con el pecado: «¿Cuánto puede estar dominado un cristiano genuino por el pecado y de todos modos ser un cristiano nacido de nuevo?» Resulta dificil responder a esa pregunta en abstracto, porque nos damos cuenta que cuando los cristianos no están viviendo en la manera en que deben hacerlo, cuando no se están beneficiando del compañerismo regular con otros cristianos y del estudio y enseñanza regular de la Biblia, pueden caer en varios grados de pecado y todavía decirse que son cristianos nacidos de nuevo.
Pero la situación es anormal; no es lo que la vida cristiana debiera ser y puede ser. Del mismo modo, si preguntamos cuánta influencia demoníaca puede haber en la vida de un cristiano genuino, resulta difícil dar una respuesta en abstracto.
Estamos sencillamente preguntando cuán anormal puede llegar a ser una vida cristiana, especialmente si esa persona no conoce o no hace uso de las armas de guerra espiritual que están disponibles para el cristiano, si persiste en algunas clases de pecado que dan entrada a la actividad demoníaca, y está fuera del alcance de todo ministerio capacitado para ofrecer ayuda espiritual en contra de ataques espirituales. Parecería que en tales casos el grado de ataque o de influencia demoníaca en la vida de un cristiano podría ser bastante fuerte. No sería correcto decir que no podría darse esa influencia porque la persona es cristiana.
Por tanto, cuando alguien pregunta, «¿Puede un cristiano estar poseído por un demonio?», pero en realidad lo que quiere decir es, «¿Puede un cristiano caer bajo un fuerte ataque o influencia demoníaca?», la respuesta debiera ser positiva, pero con la cautela de que la palabra poseído se está usando de una forma confusa. Puesto que la expresión poseído por un demonio se presta a equivocaciones si se usa en todos los casos, especialmente cuando se refiere a un cristiano, yo preferiría evitarla por completo.
Me parece que es mejor reconocer sencillamente que puede haber varios grados de ataque o influencia demoníaca en las personas, o incluso en los cristianos, y dejarlo así. En cualquier caso, el remedio sería el mismo: reprender al demonio en el nombre del Señor Jesucristo y mandarle que salga (vea las reflexiones más adelante).
NOTA: No parece que ayude mucho el intentar definir categorías o grados de influencia demoníaca, como a veces se ha hacho, con palabras tales como «deprimido«, «oprimido», «obsesionado», etc., porque las Escrituras no definen una lista de categorías como esas para que nosotros la usemos, y esas categorías solo tienden a hacer complicado lo que es una simple verdad: Que pueden haber varios grados de ataque o influencia demoníaca en la vida de una persona.
Vea capítulo 30, Y capítulo 39, para un estudio del poder superior del Espíritu Santo obrando en la vida de los creyentes después de Pentecostés.
4. ¿CÓMO SE PUEDE RECONOCER LA INFLUENCIA DEMONÍACA?
En casos de influencia demoníaca severa, como aparecen registrados en los evangelios, la persona afectada suele mostrar un comportamiento extraño y a menudo reacciona violentamente, es especial cuando se opone a la predicación del evangelio. Cuando Jesús llegó a la sinagoga en Capernaum, «de repente ...un hombre que estaba poseído por un espíritu maligno gritó: ¿Por qué te entrometes, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruimos? Yo sé quién eres tú? (¡el Santo de Dios!) (Mr 1: 23-24). El hombre se paró é interrumpió a Jesús gritando estas cosas (o, quizá más precisamente, el demonio dentro del hombre gritó).
Después que Jesús descendió del Monte de la Transfiguración, un hombre le llevó a su hijo y le dijo: «Maestro... te he traído a mi hijo, pues está poseído por un espíritu que le ha quitado el habla. Cada vez que se apodera de él, lo derriba. Echa espumarajos, cruje los dientes y se queda rígido». Entonces llevaron al muchacho a Jesús y «tan pronto como vio a Jesús, el espíritu sacudió de tal modo al muchacho que éste cayó al suelo y comenzó a revolcarse echando espumarajos.
¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?", le preguntó Jesús al padre. "Desde que era niño" contestó. "Muchas veces lo ha echado al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos"» (Lc 9: 17-19, 20, 22). Esas acciones violentas, especialmente las que tendían a la destrucción de la persona afectada, eran indicaciones claras de actividad demoníaca. Unas acciones similares las vemos en el caso del endemoniado gadareno:
Tan Pronto Como Desembarcó Jesús, Un Hombre Poseído Por Un Espíritu Maligno Le Salió Al Encuentro De Entre Los Sepulcros. Este Hombre Vivía En Los Sepulcros, Y Ya Nadie Podía Sujetarlo, Ni Siquiera Con Cadenas. Muchas Veces Lo Habían Atado Con Cadenas Y Grilletes, Pero Él Los Destrozaba, Y Nadie Tenía Fuerza Para Dominarlo. Noche Y Dia Andaba Por Los Sepulcros Y Por Las Colinas, Gritando Y Golpeándose Con Piedras (Mr 5: 2-5).
Cuando Jesús expulsó a los demonios con el fin de que no destruyeran al hombre en el que habían vivido, salieron y entraron en una manada de muchos cerdos y los destruyeron (Mr 5: 13). La actividad satánica o demoníaca siempre tiende a la destrucción definitiva de partes de la creación de Dios y especialmente de seres humanos que están hechos a la imagen de Dios (Sal 106: 37, sobre sacrificio de niños).
En este sentido, es interesante notar que en un caso, cuando Jesús sanó a un epiléptico lo hizo expulsando al demonio (Mt 17: 14-18), pero en otras partes a los epilépticos se les distingue de los que están bajo influencia demoníaca: «y le llevaban todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba» (Mt 4: 24). Así sucedió también con otros casos de enfermedades físicas: En algunos casos, Jesús simplemente oraba por la persona o decía una palabra, y la persona quedaba sanada.
En otros casos, había indicaciones o declaraciones implícitas de influencia demoníaca en la aflicción. Lucas nos cuenta de «una mujer que por causa de un demonio llevaba dieciocho años enferma» (Lucas 13: 11)Y Jesús la sanó y dijo explícitamente de ella que era una «hija de Abraham, y a quien Satanás tenía atada durante dieciocho largos años» (Lc 13: 16). Al sanar a la suegra de Pedro, Jesús «reprendió a la fiebre, la cual se le quitó» (Lc 4: 39), sugiriendo que allí había alguna influencia (probablemente demoníaca) capaz de recibir una reprensión de parte de Jesús,
En otros casos, las epístolas indican que la influencia demoníaca conduce abiertamente a declaraciones doctrinales falsas, tales como «maldecir a Jesús» (1ª Co 12:3), o rehusar confesar que (Jesucristo ha venido en cuerpo humano9 (1ª Jn 4: 2-3).
En ambos casos, el contexto tiene que ver con probar a la persona que puede ser un «profeta falso» o que quiere usar los dones espirituales para hablar en la asamblea de la iglesia (1ª Co 12) o profetizar específicamente (1ª Jn 4: 1-6).
Estos pasajes no indican que tenemos que pensar que todas las doctrinas falsas son inspiradas por demonios, pero las declaraciones doctrinales abiertamente falsas de personas que profesan estar hablando por el poder del Espíritu Santo caerían ciertamente en esta categoría. Cuando en Corinto surgió una actividad de fuerte oposición a la autoridad apostólica de Pablo de parte de los que afirmaban ser apóstoles pero que no lo eran, Pablo los vio como siervos de Satanás disfrazados de servidores de la justicia (2ª Co 11:13-15).
Además de estas evidentes indicaciones externas, la actividad demoníaca era algunas veces reconocidas mediante un sentido subjetivo de la presencia de una influencia espiritual maligna. En 1ª Corintios 12: 10, Pablo menciona la capacidad de «discernir espíritus» como uno de los dones espirituales. Parece que este don consistía en la habilidad de sentir o discernir la diferencia entre la obra del Espíritu Santo y la de los espíritus malignos en la vida de una persona.
El don incluiría aparentemente una conciencia de la influencia demoníaca que se percibiría en términos de hechos observables y objetivos, y también en términos de una inquietud emocional o espiritual o percepción de la presencia del mal.
¿Pero tenía que estar limitada esta capacidad de percibir la influencia demoníaca a los que tenían este don espiritual? Como con todos los dones espirituales, parece que había también un cierto grado de intensidad o fortaleza en el desarrollo de este don."'
NOTA: Para un análisis amplio del significado de la frase griega diakriseis pneumaton, «distinguir entre espíritus», en 1ª Co 12: 10, vea la obra de W. Grudem, «A response to Gerhard Dautzenberg on 1ª Corintios 12: 10», en Biblische Zeitschrift, NF, 22: 2 (1978), pp. 253-70.
Así que algunos pueden tener este don desarrollado en alto grado y otros pueden encontrar que les funciona ocasionalmente. Además, en la vida de todos los creyentes, puede a veces haber algo análogo a este don, alguna clase de habilidad para sentir en el espíritu la presencia del Espíritu Santo o sentir de vez en cuando la presencia de influencias demoníacas en otras personas.
De hecho, Pablo habla de una cierta clase de percepción espiritual positiva que los creyentes tienen cuando se encuentran con él y sus colaboradores: «Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden. Para éstos somos olor de muerte que los lleva a la muerte; para aquéllos, olor de vida que los lleva a la vida» (2ª Co 2: 15-16).
Hoy, en el curso ordinario de la vida, algunos cristianos tendrán un sentido subjetivo de que alguien es un cristiano antes de que tengan la oportunidad de averiguar que es así en realidad. Y parece probable que una percepción espiritual opuesta pudiera también darse de vez en cuando, en la que el creyente siente la presencia de influencias demoníacas en la vida de una persona antes de que se produzcan indicaciones más objetivas de esa realidad.
Además, a veces una persona puede saber o sentir que está bajo ataque espiritual de parte de un poder demoníaco. Un pastor maduro o un amigo cristiano, al aconsejar a alguien sobre un problema dificil, puede encontrar sabio preguntar: «¿Cree usted que el ataque de una fuerza espiritual maligna puede ser un factor en esta situación?»
La persona puede responder sencillamente, «No», pero en muchos casos la persona que está siendo aconsejada puede haber pensado en esa posibilidad o incluso puede haber estado claramente consciente de ello, pero temía decir algo sobre ello por temor de que pensaran que era una persona extraña. Esa persona se sentirá animada al ver que otro cristiano lo considere un posible factor.
En todos estos intentos de reconocer la influencia demoníaca, debemos recordar que ningún don espiritual funciona perfectamente en esta era, ni tampoco tenemos un conocimiento completo del corazón de las personas. «Todos fallamos mucho», reconoce Santiago (Stg 3: 2). Hay muchos casos en los que estamos de alguna forma inseguros de si la persona es de verdad cristiana o no, o si los motivos de la persona son sinceros o no. Hay también ocasiones cuando no sabemos con claridad en qué dirección nos está guiando Dios, o podemos estar inseguros de si lo correcto es hablar o permanecer en silencio acerca de ciertos asuntos.
Por eso tampoco es raro que haya cierto grado de inseguridad en nuestra percepción de la presencia de la influencia demoníaca. Sin embargo, esto no quiere decir que debemos ignorar la posibilidad de la influencia demoníaca, y al ir creciendo en madurez y sensibilidad espiritual, y al ir ganando experiencia en la ministración de las necesidades de otros, nuestra capacidad para reconocer la influencia demoníaca en varias situaciones sin duda irá creciendo.
5. JESÚS DA A TODOS LOS CREYENTES AUTORIDAD PARA REPRENDER A LOS DEMONIOS Y ORDENARLES QUE SALGAN.
Cuando Jesús envió a los doce discípulos a que fueran delante de él predicando el reino de Dios, «les dio poder y autoridad para expulsar a todos los demonios» (Lc 9: 1). Después que los setenta hubieron predicado el reino de Dios en pueblo y aldeas, regresaron con gozo diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre» (Lc 10: 17), y Jesús les respondió: «Sí, les he dado autoridad a ustedes para vencer todo el poder del enemigo» (Lc 10: 19).
Cuando Felipe, el evangelista, marchó a Samaria para predicar el evangelio de Cristo, «de muchos endemoniados los espíritus malignos salían dando alaridos» (Hch 8: 7), y Pablo empleó autoridad espiritual sobre los demonios para decirle a un espíritu de adivinación que estaba en una joven que adivinaba: «¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella!» (Hch 16:18).
Pablo estaba consciente de la autoridad espiritual que tenía, tanto en estos encuentros cara a cara como el que vemos en Hechos 16, como también en su vida de oración. Él dijo: «Aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo. Las armas con que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas» (2ª Co 10: 3-4).
Además, habló ampliamente de las luchas que tienen los cristianos «para hacer frente a las artimañas del diablo» en su descripción de los conflictos «contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales» (vea Ef. 6: 10-18). Santiago dice a todos sus lectores (en muchas iglesias): «resistan al diablo, y él huirá de ustedes» (Stg 4: 7). Del mismo modo, Pedro dice a sus lectores en muchas iglesias de Asia Menor: «Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resístanlo, manteniéndose firmes en la fe» (1ª P 5: 8_9).
Algunos pueden objetar que Judas 9 enseña que los cristianos no debieran mandar ni reprender a los espíritus malignos. Dice: «Ni siquiera el arcángel Miguel, cuando argumentaba con el diablo disputándole el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar contra él un juicio de maldición, sino que dijo: "¡Que el Señor te reprenda!”
Sin embargo, en el contexto Judas no está hablando acerca de cristianos en sus encuentros con fuerzas demoníacas, sino señalando el error de falsos maestros inmorales y rebeldes que «desprecian la autoridad» en general «y maldicen a los seres celestiales» (v. 8). Basados en su propia autoridad, dicen neciamente palabras blasfemas en contra de los seres celestiales, ya sean angélicos o demoníacos.
La referencia a Miguel es solo para mostrar que la criatura angelical más superior, por poderosa que sea, no se atreve a ir más allá de los límites de la autoridad que Dios le ha dado. Los maestros falsos, sin embargo, se han pasado con mucho de sus límites, y muestran su necedad cuando «maldicen todo lo que no entienden (v. 10). La lección de este versículo es sencilla: «¡No trate de ir más allá de la autoridad que Dios le ha dado!» Cuando vemos Judas 9 de esta manera, la única pregunta que surge de este versículo para el cristiano es: «¿Qué autoridad nos ha dado Dios sobre las fuerzas demoníacas?» y el resto del Nuevo Testamento nos habla claramente sobre eso en varios lugares.
No solo Jesús, y no solo sus doce discípulos, sino también los setenta discípulos, Pablo y Felipe (que no era un apóstol) recibieron esta autoridad sobre los demonios de parte del Señor Jesucristo (vea los versículos arriba). Judas 9, por tanto, no puede significar que sea erróneo que los seres humanos reprendan o den órdenes a los demonios, ni que sea erróneo que cualquiera excepto los apóstoles lo haga. De hecho, tanto Pedro como Santiago animan a los cristianos a «resistir» al diablo, y Pablo anima a los creyentes en general a que se vistan con la armadura espiritual y se preparen para la guerra espiritual.
NOTA: Por supuesto, nuestro mejor ejemplo para lidiar con los poderes demoníacos al hablar directamente con ellos y mandarles que salgan de la personas es el ejemplo del mismo Cristo, a quien encontramos en los evangelios haciéndolo con frecuencia, y mediante su ejemplo y palabra les enseñó a sus discípulos a que le imitaran.
Antes de examinar en detalle cómo funciona en la práctica la autoridad espiritual, es importante que reconozcamos primero que la obra de Cristo en la cruz es la base suprema de nuestra autoridad sobre los demonios." Aunque Cristo ganó una victoria sobre Satanás en el desierto, las epístolas del Nuevo Testamento apuntan a la cruz como el momento en el que Satanás quedó derrotado definitivamente. Jesús se vistió de carne y hueso para «anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte -es decir, al diablo» (He 2: 14).
En la cruz Dios «desarmó a los poderes y a las potestades, y por medio de Cristo los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal» (Col 2: 15). Por tanto, Satanás odia la cruz de Cristo, porque allí fue derrotado decisivamente para siempre. Debido a que la sangre de Cristo habla claramente de su muerte, leemos en Apocalipsis de los que vencen a Satanás mediante la sangre de Cristo durante su conflicto en este mundo: «Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio» (Ap 12:11). Debido a la muerte de Cristo en la cruz, nuestros pecados están completamente perdonados, y Satanás ya no tiene ningún derecho de autoridad sobre nosotros.
Segundo, nuestra membrecía como hijos en la familia de Dios es la posición espiritual firme desde la que participamos en la guerra espiritual. Pablo dice a todos los cristianos: «Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús» (Ge 3: 26). Cuando Satanás viene para atacamos, está atacando a uno de los hijos de Dios, a un miembro de la familia de Dios: Esta verdad nos da autoridad para entrar en guerra con éxito en contra de él y derrotarlo.
Si nosotros como creyentes encontramos que es apropiado decir una palabra de reprensión a un demonio, es importante que recordemos que no tenemos que temer a los demonios. Aunque Satanás y los demonios tienen mucho menos poder que el poder del Espíritu Santo que mora dentro de nosotros, una de las tácticas de Satanás es intentar metemos miedo. En vez de ceder a ese temor, los cristianos debieran recordarse a sí mismos las verdades de las Escrituras, las cuales nos dicen:
«Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido a esos falsos profetas, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo» (1ª Jn 4: 4), y «Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2ª Ti 1: 7).
Lo que Pablo dice acerca de los filipenses sobre sus relaciones con los oponentes humanos se puede también aplicar cuando enfrentamos oposición demoníaca al evangelio, Pablo les dice que permanezcan firmes sin «temor alguno a sus adversarios, lo cual es para ellos señal de destrucción. Para ustedes, en cambio, es señal de salvación, y esto proviene de Dios» (Fil 1: 28).
Les dice también a los efesios que en su guerra espiritual deben usar el «escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno» (Ef 6: 16). Esto es muy importante, puesto que lo opuesto al temor es la fe en Dios. También les dice que sean valientes en su conflicto espiritual, de modo que, habiéndose puesto toda la armadura de Dios, «cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza» (Ef. 6: 13).
NOTA: En este párrafo y en el siguiente sobre la adopción estoy en deuda con el buen trabajo de Timothy M. Warner, Spiritual Waifare (Crossway, Wheaton, m., 1991), pp. 53-63.
En sus conflictos con fuerzas espirituales hostiles, los lectores de Pablo no tenían que huir en retirada o acobardados por el temor, sino que debían permanecer firmes con osadía, sabiendo que sus armas y su armadura «tienen el poder divino para derribar fortalezas» (2ª Co 10: 4; 1ª Jn 5: 18).
Podemos preguntar, sin embargo, ¿por qué quiere Dios que los cristianos hablen directamente al demonio que está perturbando a alguien en vez de solo orar y pedirle a Dios que aleje a ese demonio de ellos? En cierto sentido, esto es similar a preguntarles por qué los cristianos tienen que hablar del evangelio a otras personas en vez de simplemente orar y pedirle a Dios que revele el evangelio directamente a esa persona.
¿O por qué tenemos nosotros que decirle palabras de ánimo a un cristiano que está desalentado en vez de solo orar y pedirle a Dios que anime directamente a esa persona? ¿Por qué tenemos que decirle una palabra de reprensión o de amable amonestación a un cristiano que está involucrado en alguna clase de pecado, en vez de solo pedirle a Dios en oración que intervenga para corregir el pecado en la vida de esa persona? La respuesta a todas estas preguntas es que en el mundo que Dios ha creado, nos ha dado un papel muy activo en llevar a cabo sus planes, especialmente sus planes para el avance del reino y la edificación de su iglesia.
En todos estos casos, nuestra participación directa y actividad es importante además de nuestras oraciones. Y así parece ser también en todos nuestros tratos con las fuerzas demoníacas. A semejanza de un padre sabio que no arregla todas las diferencias que tengan sus hijos, sino que a veces los envía al campo de juego para que los arreglen por sí mismos, también nuestro Padre celestial nos anima a que entremos directamente en el conflicto con las fuerzas demoníacas en el nombre de Cristo y el poder del Espíritu Santo.
De ese modo él nos capacita a que obtengamos el gozo de participar en un ministerio de significado eterno y el gozo de triunfar sobre el poder destructivo de Satanás y sus demonios en la vida de las personas.
No es que Dios no pueda lidiar con los ataques demoníacos cada vez que nosotros oramos y le pedimos que lo haga, porque ciertamente podría hacerlo y sin duda algunas veces lo hace. Pero la pauta del Nuevo Testamento parece ser que Dios espera por lo común que los cristianos hablen por sí mismos directamente a los espíritus inmundos.
En la práctica, esta autoridad para reprender demonios puede resultar en darle brevemente una orden a un espíritu maligno que se vaya cuando sospechamos la presencia de una influencia demoníaca en nuestra vida personal o en la vida de los que nos rodean. Tenemos que «resistir al diablo» (Stg 4 :7), y él huirá de nosotros.
A veces una orden breve en el nombre de Jesús será suficiente. En otras ocasiones será de ayuda citar las Escrituras en el proceso de mandar al espíritu maligno que salga de una situación. Pablo habla de la «espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef. 6: 17):9 y Jesús, cuando fue tentado por Satanás en el desierto, citó repetidas veces las Escrituras en respuesta a las tentaciones de Satanás (Mt 4: 1-11).
NOTA. Debido a que las Escrituras no nos dan ninguna indicación de que los demonios pueden conocer nuestros pensamientos (vea antes, pp. 433'34), la orden debiera darse de una forma audible.
Por ejemplo, si nosotros o uno de nuestros hijos se despierta con un sueño que asusta, además de orar a Jesús por consuelo y protección, podríamos también decir: «En el nombre de Jesús, ordeno a cualquier espíritu malo que está causando esta pesadilla, que se marche».
A los niños se les puede enseñar a decir desde una edad temprana: «¡En el nombre de Jesús, vete!» a cualquier imagen de brujas, duendes, etc. Que puedan aparecer en sus sueños o imágenes mentales que los perturben de noche, y luego orar a Jesús pidiendo protección y sueños felices acerca de Él. Esas acciones por los pequeños que confían en Jesús suele tener con frecuencia efectos notables, porque su fe en Jesús es muy sencilla y genuina (vea Mr 18: 1-4).
Las Escrituras apropiadas pueden incluir declaraciones generales de triunfo de Jesús sobre Satanás (Mt 12: 28-29; Luc 10: 17-19; 2A Co 10:3-4; Col 2: 15; He 2: 14; Stg 4: 7; 1A P 5: 8-9; 1ª Jn 3: 8; 4: 4; 5:18),'° pero también versículos que hablan directamente a una tentación en particular o a una dificultad en ese momento.
En nuestra vida personal nos podemos encontrar con emociones pecaminosas que nos invaden fuertemente la mente y corazones (ya sean emociones de temores irracionales, enojo, odio, amargura, lujuria, codicia, etc.), además de orar y de pedirle a Jesús que nos ayude a vencerlas, sería también apropiado, decir algo así: «¡Espíritu de temor, te mando en el nombre de Jesús que te marches ahora mismo y no regreses!»
Aunque puede que estemos inseguros de si hay un factor demoníaco en esa situación particular, e incluso cuando la presencia de un demonio puede ser solo uno de los factores que contribuyen a esa situación, tales palabras de reprensión serán en ocasiones muy eficaces. Aunque no tenemos en el Nuevo Testamento un registro completo de la vida de oración del apóstol Pablo, este dice abiertamente que nuestra lucha no es contra seres humanos sino contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales» (Ef 6: 12) y «no libramos batallas como lo hace el mundo» (2ª Co 10: 3). Es razonable pensar que su propia y amplia vida de oración incluía esta clase de reprensiones verbales de las fuerzas demoníacas como un aspecto de su guerra espiritual.
Además, nuestra lucha «contra fuerzas espirituales malignas» puede significar que en nuestro tiempo privado de oración intercesora por otros incluiremos un elemento de reprensión verbal dirigido a las fuerzas demoníacas que pueden ser un componente en las situaciones por las que estamos orando. (Esta clase de guerra espiritual no la haríamos en la presencia de la persona por la que estamos preocupados, quien en muchos casos estaría confundida o asustada innecesariamente). Por ejemplo, los padres pueden incluir correctamente unas breves palabras de reprensión a un espíritu de rebelión en un hijo, o de pereza en otro, o de enojo en otro, además de orar que el Señor le dé la victoria en esas cosas, además de enseñar y disciplinar a sus hijos.
NOTA: El término griego que traducirnos aquí como «palabra» es rhema, que generalmente se refiere a una palabra dicha (ya sea por Dios u otros). Se usa a veces para hablar de las palabras de las Escrituras cuando son dichas por Dios o por otras personas que citan las Escrituras (Mt 4:4;Jn 15: 7; 17: 8; Ro 10: 17; He 6: 5; 1ª P 1: 25 (dos veces), y ese es el sentido con el que Pablo la usa en Efesios 6: 17: Al hablar nosotros las palabras de las Escrituras, éstas van acompañadas de la obra del Espíritu Santo y tienen el poder de una espada espiritual.
Sería bueno que los cristianos memorizaran estos versículos tal como aparecen mencionados en la lista con el fin de que puedan recitados de memoria cuando se vean involucrados en la guerra espiritual.
Puesto que las Escrituras no nos dan indicación de que los demonios puedan leer nuestras mentes, tales reprensiones en contra de los demonios convendrá probablemente que se digan en forma audible, aunque se haga suavemente. Por el contrario, Dios conoce nuestros pensamientos, y la oración a Él puede estar solo en nuestra mente, sin necesidad de decida en voz alta.
6. EL USO APROPIADO DE LA AUTORIDAD ESPIRITUAL DEL CRISTIANO EN EL MINISTERIO A OTRAS PERSONAS.
Cuando pasamos de la consideración de guerra espiritual privada en nuestras propias vidas personales y quizá en la vida de miembros cercanos de la familia, nos movemos a la cuestión de ministerio personal directo hacia otros que están bajo ataque espiritual: Por ejemplo, podemos estar a veces involucrados en consejería u oración con otra persona cuando sospechamos que la actividad demoníaca es un factor en su caso. En estos casos, algunas otras consideraciones deben tenerse en mente.
Primero, es importante no asustar a las personas hablando con mucha palabrería sobre algo que puede ser familiar para nosotros, pero bastante extraño y algo atemorizante para otros. El Espíritu Santo es un Espíritu de bondad y paz (vea 1ª Co 14: 33). Por esta causa, es con frecuencia una muestra de consideración hacerle preguntas a la persona que tratamos de ayudar.
Podemos preguntar: «¿Piensa usted que un espíritu maligno le puede estar atacando en esta situación» o «¿Le molestaría si yo dijera una palabra de represión a un espíritu maligno que puede ser un factor en estor» Es también importante asegurarle a la persona que si hay un factor demoníaco envuelto en el asunto, no debiera pensarse que eso es reflejo negativo de la condición espiritual de la persona, sino solo puede indicar que Satanás puede estar tratando de atacar a esa persona a fin de evitar que sirva con eficacia al Señor.
Cada cristiano es un soldado del ejército espiritual del Señor y, por tanto, está sujeto a los ataques de las fuerzas del enemigo.
Si la persona da permiso para ello, una orden breve debiera darse en voz alta, diciéndole al espíritu maligno que se vaya. Puesto que la persona bajo ataque tendrá a menudo un cierto sentido de una presencia demoníaca, sería apropiado, después de ordenar al espíritu maligno que se marche, preguntarle si sintió algo diferente cuando se pronunciaron aquellas palabras. Si de verdad había una influencia demoníaca en la situación, la persona puede experimentar de inmediato alivio o libertad, con frecuencia acompañado de gozo y paz.
Nada de esto tiene que ser un procedimiento cargado de dramatismo ni muy emocional. Algunas experiencias contemporáneas hablan de largas y tremendas batallas en las que el consejero cristiano discute con el demonio y le grita repetidas veces durante varias horas. Pero no hay ninguna indicación en el Nuevo Testamento de que los demonios sean sordos, ni tampoco hay ejemplos de períodos de largos conflictos para conseguir que el demonio salga de la persona. Jesús «con una sola palabra expulsó a los espíritus» (Mt 8: 16), aun cuando en un caso (el del endemoniado gadareno) el espíritu maligno mostró al principio algo de resistencia (vea Mr 5:8; Lc 8: 29).
Jesús entonces le preguntó por su nombre y expulsó muchos demonios de una vez (Mr 5: 9-13; Lc 8: 30-33). El poder de expulsar a los demonios no viene de nuestra propia capacidad o de la fuerza de nuestra propia voz, sino del Espíritu Santo (Mt 12: 28; Lc 11: 20). De modo que un tono de voz tranquilo, seguro y autoritativo debiera ser suficiente.
NOTA: El verbo exorcizar significa «echar fuera (un espíritu maligno) mediante una fórmula mágica o palabras de orden.
El «exorcismo» se define como la acción de expulsar de esta manera a los espíritus malos. Estas palabras no aparecen en la Biblia (aunque en Hechos 19:13 se menciona a unos exorcistas Judíos). Debido a que estos términos se han usado en contextos tanto paganos como cristianos a lo largo de la historia, hay espacio para que los cristianos difieran sobre si es sabio usarlos hoy para referirse a prácticas cristianas.
Segundo, para evitar ser arrastrado a una larga conversación o batalla con el demonio mismo, el consejero cristiano debiera enfocarse no en el demonio sino en la persona que está ministrando y en las verdades de la Biblia que necesitan ser afirmadas y creídas. El «cinturón de la verdad» (Ef 6: 14) es parte de la armadura que nos protege de Satanás, como lo es la «espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Ef 6: 17).
Si la persona a la que estamos ministrando se enfoca en la verdad de las Escrituras y las cree, y renuncia al pecado y de esa manera se protege con la «coraza de justicia» (Ef 6: 14), el espíritu maligno no tendría ninguna base ni apoyo en la vida de esa persona. Si el demonio rehúsa salir a pesar de la orden que se le ha dado en el nombre de Jesús, puede ser mejor esperar hasta otro momento después de más tiempo de oración y de preparación espiritual personal de la persona a la que se está ministrando y de la persona que está ministrando (Mt 17: 19-20; Mr 9:29; vea las reflexiones más adelante).
Tercero, es importante que los cristianos no se conviertan en personas excesivamente curiosas en estas cuestiones de conflictos demoníacos. Aunque es un ministerio en el que el Señor da a todos los cristianos autoridad para participar, las
Escrituras, no obstante, nos dicen que seamos niños en cuanto a la malicia, pero adultos en nuestro modo de pensar» (1ª Co 14: 20). Es decir, que no quedemos excesivamente fascinados con asuntos de demonios ni intentemos convertimos en «expertos» en alguna clase de demonio para satisfacer nuestra curiosidad.
Cuarto, si la persona a la que estamos ministrando no es cristiana, es importante que la instemos a aceptar a Cristo como Salvador y Señor inmediatamente después de la expulsión del demonio. De otro modo su situación puede llegar a ser peor después.
Cuando Un Espíritu Maligno Sale De Una Persona, Va Por Lugares Áridos, Buscando Descanso Sin Encontrarlo. Entonces Dice: «Volveré A La Casa De Donde Salí». Cuando Llega, La Encuentra Desocupada, Barrida Y Arreglada. Luego Va Y Trae A Otros Siete Espíritus Más Malvados Que Él, Y Entran A Vivir Allí. Así Que El Estado Postrero De Aquella Persona Resulta Peor Que El Primero. Así Le Pasará También A Esta Generación Malvada (Mt 12: 43-45).
Quinto, la eficacia en casos difíciles de influencia demoníaca puede estar relacionada con nuestra propia condición espiritual. Cuando Jesús expulsó un demonio de un muchacho epiléptico, «y éste quedó sano desde aquel momento», los discípulos acudieron a Jesús para preguntarle en privado: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?» (Mt 17: 18-19). Jesús les respondió: «Porque ustedes tienen tan poca fe» (Mt 17: 20).
El Evangelio de Marcos nos informa que Jesús también les dijo a los discípulos: «Esta clase de demonios solo puede ser expulsada a fuerza de oración» (Mr 9:29). Los discípulos aparentemente estaban débiles en su fe en ese tiempo; no habían pasado mucho tiempo en oración en los últimos días y no estaban caminando plenamente en el poder del Espíritu Santo.
Jesús advirtió claramente que no debiéramos regocijamos demasiado ni enorgullecemos de nuestro poder sobre los demonios, si lo que debiéramos regocijarnos en nuestra gran salvación. Debemos tener esto bien en cuenta para no volvemos orgullosos y que el Espíritu Santo retire su poder de nosotros.
Cuando los setenta regresaron con gozo diciendo: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre» (Lc 10: 17), Jesús les respondió: «No se alegren de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo» (Lc 10: 20).
NOTA: Con frecuencia resulta muy sabio, en los casos difíciles, tener la ayuda de alguien con más madurez y experiencia en esta área.
Los cristianos no debieran, por tanto, estar preocupados con asuntos relacionados con el ocultismo o el movimiento de la Nueva Era. Debiéramos dedicarnos a pensar en cosas que son «respetables en todo lo que sea excelente o merezca elogio» (Fil 4: 8). Expertos
7. DEBEMOS ESPERAR QUE EL EVANGELIO TRIUNFE CON PODER SOBRE LAS OBRAS DEL DIABLO.
Cuando Jesús apareció en Galilea predicando el evangelio, «de muchas personas salían demonios» (Lc 4:41). Cuando Felipe fue a Samaria a predicar el evangelio, «de muchos endemoniados los espíritus malignos salían dando alaridos» (Hch 8: 7). Jesús comisionó a Pablo para que predicara entre los gentiles «para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados» (Hch 26: 18).
La proclamación que Pablo hizo del evangelio no fue «con palabras sabias y elocuentes, sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios» (1ª Co 2: 4-5; cf. 2ª Co 10: 3-4). Si de verdad creemos en el testimonio bíblico de la existencia y actividad de los demonios, y si de verdad creemos que «el Hijo de
Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo» (1ª Jn 3: 8), parecería que es apropiado esperar que aun hoy cuando el evangelio es proclamado a los incrédulos, y cuando los creyentes oran aunque quizá no hayan estado conscientes de esta dimensión espiritual del conflicto, haya un reconocimiento genuino y con frecuencia inmediato del triunfo sobre los poderes del enemigo. Debiéramos esperar que esto suceda, pensar en ello como una parte normal de la obra de Cristo en la edificación de su reino, y regocijamos en la victoria de Cristo sobre ello.
NOTA: Cuando Jesús dijo: «Esta clase de demonios solo puede ser expulsada a fuerza de oración» (Mr 9:29), no parece que quisiera decir que era necesario orar por un largo periodo de tiempo acerca de aquella situación específica antes de que se pudiera expulsar el demonio, porque Él mismo no oró para nada sino que dijo la palabra y expulsó al demonio de una vez.
Más bien parece que estaba diciendo que una vida de oración continua y de permanecer en la voluntad de Dios resultará en una preparación espiritual y en una posesión de poder espiritual por medio de la unción del Espíritu Santo que será eficaz en un conflicto de fuertes ataques o influencia demoníaca.
Jesús no quiere decir que sea malo regocijarse cuando el enemigo es expulsado y las personas quedan libres, porque esa es ciertamente una buena razón para regocijarse. Él más bien estaba haciendo un contraste relativo en términos absolutos al decirles a los discípulos que la grandeza de su salvación es en lo primero en que debieran regocijarse.
PREGUNTAS DE APLICACIÓN PERSONAL
1. Antes de leer este capítulo, ¿pensaba usted que la mayor parte de la actividad demoníaca estaba confinada al tiempo del Nuevo Testamento o a otras culturas más bien que en la nuestra? Después de leer este capítulo, ¿hay partes en su sociedad donde usted piensa que podría haber hoy alguna forma de influencia demoníaca? ¿Siente usted algún temor ante la posibilidad de encontrarse con actividad demoníaca en su propia vida o en la vida de aquellos que le rodean? ¿Qué dice la Biblia que lidiará específicamente con ese sentimiento de temor? ¿Cree usted que el Señor quiere que usted sienta ese temor, si es que lo siente?
2. ¿Hay alguna área de pecado en su propia vida que podría dar pie a alguna actividad demoníaca? Si es así, ¿qué es lo que el Señor quiere que usted haga en relación con ese pecado?
3. ¿Ha habido casos en los que usted ha tenido victoria sobre las fuerzas demoníacas al hablarles en el nombre de Jesús? ¿De qué manera puede ayudarle el material de este capítulo a ser más eficaz en esta clase de conflicto espiritual? ¿Cuáles son los peligros de llegar a estar demasiado interesado o demasiado involucrado en esta clase de ministerio? ¿Cómo puede protegerse en contra del excesivo énfasis? ¿Cuál piensa usted que fue el procedimiento de Pablo cuando él iba de ciudad en ciudad predicando el evangelio donde nunca antes lo habían escuchado y donde había adoración de demonios? ¿Cómo podría la iglesia hoy beneficiarse del ejemplo de Pablo?
TÉRMINOS ESPECIALES
Endemoniado, demonios, exorcismo, posesión demoníaca, distinguir o discernir entre espíritus, Satanás
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR

Santiago 4: 7-8: Sométanse A Dios. Resistan Al Diablo, Y Él Huirá De Ustedes. Acérquense A Dios, Y Él Se Acercará A Ustedes. ¡Pecadores, Límpiense Las Manos! ¡Ustedes Los Inconstantes, Purifiquen Su Corazón!