¿QUÉ SON LOS MILAGROS? ¿PUEDEN SUCEDER HOY?
EXPLICACIÓN Y BASE
BÍBLICA
Cualquier
consideración del tema de los milagros se conecta estrechamente con la
providencia de Dios, tema que fue tratado en el capítulo previo. Allí
argumentamos que Dios ejerce un control extensivo, continuo y soberano sobre
todos los aspectos de su creación. Este capítulo dará por sentado una
comprensión de esa consideración de la providencia y se fundará sobre ella para
abordar el asunto de los milagros.
A. DEFINICIÓN
Podemos
definir un milagro como sigue: Un milagro es una actividad de Dios de tipo
menos común en el cual él despierta el asombro y sorpresa de las personas, y da
testimonio de sí mismo.1 Esta definición toma en cuenta lo que entendimos antes
sobre la providencia de Dios mediante la cual Dios preserva, controla y
gobierna todas las cosas. Si entendemos la providencia de esta manera,
naturalmente evitaremos algunas explicaciones o definiciones comunes de
milagros.
Por
ejemplo, una definición de milagro es «una intervención directa de Dios en el
mundo». Pero esta definición da por sentado una noción deísta de las relaciones
de Dios con el mundo, en el cual el mundo continúa por cuenta propia y Dios
interviene en él sólo ocasionalmente. Este, por cierto, no es el punto de vista
bíblico, de acuerdo al cual Dios hace que la lluvia caiga (Mt 5: 45), hace que
la hierba crezca (Sal 104: 14) y continuamente sustenta toda las cosas con la
palabra de su poder (Heb 1: 3).
Otra
definición de milagro es «una actividad más directa de Dios en el mundo». Pero
hablar de una obra «más directa» de Dios sugiere que su actividad providencial
ordinaria de alguna manera no es «directa» y de nuevo da indicios de cierto
alejamiento deísta de Dios de su mundo. Otra definición es «Dios obrando en el
mundo sin el uso de medios para producir los resultados que desea».
Sin
embargo hablar de que Dios obra «sin medios» nos deja con muy pocos, si acaso
alguno, milagros en la Biblia, porque es difícil pensar en un milagro que se
haya producido absolutamente sin ningún medio; en la curación de las personas,
por ejemplo, algunas de las propiedades físicas del cuerpo del enfermo sin duda
intervinieron como parte de la curación. Cuando Jesús multiplicó los panes y
los pescados, por lo menos usó los cinco panes y dos pescados originales que
tenían. Cuando cambió el agua en vino, usó agua y la convirtió en vino. Esta
definición, pues, parece inadecuada.
Otra
definición de milagro es «una excepción a una ley natural» o «Dios actuando
en
forma contraria a las leyes de la naturaleza». Pero la frase «leyes de la
naturaleza » en el entendimiento popular implica que hay ciertas cualidades
inherentes en las cosas que existen, «leyes de la naturaleza» que operan
independientemente de Dios, y que Dios debe intervenir o «romper» estas leyes
para que ocurra un milagro.
De
nuevo, esta definición no toma debidamente en cuenta la enseñanza bíblica sobre
la providencia.
Otra
definición de milagro es «un hecho imposible de explicar por causas naturales
». Esta definición es inadecuada porque;
(1) No incluye a Dios como el que produce el milagro;
(2) Da por sentado que Dios no usa algunas causas naturales cuando obra de
una manera inusual o sorprendente, y por lo tanto da por sentado de nuevo que
Dios sólo interviene ocasionalmente en el mundo; y;
(3) resultará en una minimización significativa de los milagros genuinos y
un aumento del escepticismo, puesto que muchas veces cuando Dios obra en
respuesta a la oración el resultado es asombroso para los que oraron pero no es
absolutamente imposible de explicar mediante causas naturales, especialmente para
el escéptico que simplemente rehúsa ver la mano de Dios en acción.
Por
consiguiente, la definición original origina que se dio previamente, en la que
un milagro es sencillamente una manera menos común de Dios obrar en el mundo,
parece ser preferible y más de acuerdo con la doctrina bíblica de la
providencia de Dios. Esta definición no dice que un milagro es una clase
diferente de obra de parte de Dios, sino que es una manera menos común de Dios
de obrar y que lo hace así para despertar la sorpresa, el asombro o la
admiración de las personas de tal manera que Dios da testimonio de sí mismo.
La
terminología bíblica con referencia a los milagros frecuentemente apunta a esta
idea del poder de Dios en acción para despertar el asombro y admiración de los
seres humanos. Se emplean primordialmente tres conjuntos de términos:
(1) «Señales» (heb. ot; gr. semeion), que significa algo que apunta a otra
cosa o la indica, especialmente (con referencia a los milagros) la actividad y
poder de Dios;
(2) «Maravillas» (heb. mopet; gr. teras), que es algo que hace que las
personas se asombren o se aturdan; y
(3) «Milagros» o «prodigios» (heb. geburah; gr. dunamis,) demostración de
gran poder, especialmente (con referencia a los milagros) poder divino.
A
menudo «señales milagrosas y prodigios» se usa como expresión regular para
referirse a los milagros (Éx 7:3; Dt 6:22; Sal 135:9; Hch 4:30; 5:12; Ro 15:19;
et al.), y a veces los tres términos se combinan: «milagros, señales y
prodigios» (Hch 2: 22) o «señales, prodigios y milagros» (2ª Co 12:12; Heb 2:
4).
NOTA: Sin embargo, si alguien definiera un milagro
como una obra de Dios aparte del uso ordinarios de medios, para despertar el
asombro y sorpresa de las personas, esto sería similar en fuerza a la
definición que propuse arriba y sería consistente con la enseñanza bíblica
sobre la providencia de Dios (vea L. Berkhof, Systematic Theology, pp. 176-77).
Si la frase «ley natural» la entienden los
cristianos simplemente para referirse a los patrones previsibles de conducta
que Dios da y mantiene en cada cosa creada, entonces esta definición es menos
objetable porque conscientemente toma en cuenta la providencia de Dios. Pero la
frase "ley natural» por lo general no se la entiende de esa manera en el
inglés de hoy.
EI verbo ztaumazo, "admirarse, asombrarse»,
frecuentemente se usa en los Evangelios para describir la reacción de las
personas a los milagros.
Vea la extensiva consideración del vocabulario del
Nuevo Testamento para milagros en W. Mund1e, O. Hofius, y C. Brown, «Miracle,
Wonder, Sign», NIDNTT, 2: 620-35.
Además
de los significados de los términos que se usan para denotar milagros, otra
razón que respalda esta definición es el hecho de que los milagros en la Biblia
en efecto despiertan el asombro y admiración de las personas, e indican que el
poder de Dios está actuando. La Biblia frecuentemente nos dice que Dios mismo
es el que realiza «milagros» o «cosas maravillosas». Salmo 136:4 dice que Dios
es el «único que hace grandes maravillas» (Sal 72: 18).
El
canto de Moisés declara:
¿Quién, Señor, Se Te Compara Entre Los Dioses? ¿Quién Se Te Compara En
Grandeza Y Santidad?
Tú, Hacedor De Maravillas, Nos Impresionas Con Tus Portentos (Éx 15:
11).
Por
tanto, las señales milagrosas que Moisés hizo cuando su vara se convirtió en
una culebra y de nuevo en vara, o cuando su mano se volvió leprosa y después
quedó limpia de nuevo (Éx 4: 2-8), fueron dadas para que Moisés pudiera
demostrar al pueblo de Israel que Dios le había enviado.
De
manera similar, las señales milagrosas que Dios hizo por mano de Moisés y Aarón
mediante las plagas, muy superiores a los falsos milagros o señales de
imitación hechas por los magos de la corte del faraón (Éx 7: 12; 8: 18-19;
9:11), mostraron que los del pueblo de Israel eran los que adoraban al único Dios
verdadero. Cuando Elías se enfrentó a los sacerdotes de Baal en el monte
Carmelo (1ª R 18: 17-40), el fuego del cielo demostró que el Señor era el único
Dios verdadero.
Si
aceptamos la definición de que un milagro es «una actividad de Dios de clase
menos común en la que él despierta el asombro y admiración de las personas y da
testimonio de sí mismo», podemos preguntar qué clase de cosas se deben
considerar milagros. Por supuesto, tenemos razón al considerar la encarnación
de Jesús como Dios-hombre y la resurrección de Jesús de los muertos como el
milagro más central y más importante de toda la historia. Los acontecimientos
del éxodo como la división del Mar Rojo y la caída de Jericó fueron milagros
impresionantes.
Cuando
Jesús sanó personas y limpió leprosos y echó fuera demonios, esos ciertamente
fueron también milagros (vea Mt 11: 4-5; Lc 4: 36-41; Jn 2: 23; 4: 54; 6: 2;
20: 30-31).
Pero
¿podemos considerar las respuestas inusuales a la oración como milagros?
Aparentemente
sí, si son tan impresionantes que despiertan el asombro y admiración de las
personas y hacen que reconozcan el poder de Dios en acción; la respuesta a la
oración de Elías de que Dios enviara fuego del cielo fue un milagro (1ª R 18:
24, 36-38), así como la respuesta a sus oraciones de que el hijo muerto de la
viuda volviera a la vida (1ª R 17: 21), o que la lluvia dejara de caer y
después volviera a caer (1ª R 17: 1; 18: 41-45 con Stg 5: 17-18).
En el
Nuevo Testamento, la liberación de Pedro de la cárcel en respuesta a las
oraciones de la iglesia fue ciertamente un milagro (Hch 12: 5-17; note también
la oración de Pablo por el padre de Publio en Hch 28: 8).
Pero
debe haber habido muchos milagros no tan dramáticos como esos, porque Jesús
sanó a muchos cientos de personas, «todos los que padecían de diversas
enfermedades» (Lc 4: 40). Pablo sanó a «los demás enfermos de la isla» (Hch 28:
9).
Por
otro lado, los cristianos ven respuestas a la oración todos los días, y no
debemos diluir nuestra definición de milagro tanto que a toda respuesta a la
oración se le llame milagro. Pero cuando una respuesta a la oración es tan
asombrosa que los involucrados en ella quedan asombrados y reconocen el poder
de Dios en acción de una manera inusual, entonces parece apropiado llamarlo un
milagro.6 Esto encaja bien con nuestra definición y parece respaldada por la
evidencia bíblica de que a las obras de Dios que despertaron el asombro y
admiración de las personas se les llamó milagros (gr. dunamisf
Pero
sea que adoptemos una definición amplia o estrecha de milagro, todos,
convendríamos en que si Dios realmente obra en respuesta a nuestras oraciones,
sea de maneras comunes o no comunes, es importante que reconozcamos esto y le
demos gracias, y que no lo pasemos por alto ni vayamos a extremos para concebir
posibles «causas naturales» para explicar y descartar lo que Dios en efecto ha
hecho en respuesta a la oración. Aunque debemos ser cuidadosos de no exagerar
al informar los detalles de la respuestas a la oración, también debemos evitar
el error opuesto de no glorificar y agradecer a Dios por lo que él ha hecho.
B. LOS MILAGROS COMO CARACTERÍSTICAS DE LA EDAD DEL NUEVO PACTO
En el
Nuevo Testamento, las señales milagrosas de Jesús atestiguaban que él había
venido de Dios; Nicodemo reconoció: «Nadie podría hacer las señales que tú
haces si Dios no estuviera con él» Gn 3: 2). El hecho de que Jesús cambió el
agua en vino fue una «señal» que «reveló su gloria, y sus discípulos creyeron
en él» Gn 2: 11).
De
acuerdo a Pedro, Jesús fue «un hombre acreditado por Dios ante ustedes con
milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio
de él» (Hch 2: 22).
Luego,
en la iglesia primitiva, los apóstoles y otros que predicaban el evangelio
realizaron milagros que asombraron a las personas y dieron confirmación del
evangelio que se estaba predicando (Hch 2: 43; 3: 6-10; 4: 30; 8: 6-8, 13;
9:40-42;). Incluso en iglesias donde no había apóstoles presentes ocurrieron
milagros.
Por
ejemplo, Pablo, al escribir a varias iglesias en la región de Galacia (vea Gá
1: 1), da por sentado esto cuando pregunta: «Al darles Dios su Espíritu y hacer
milagros entre ustedes, ¿lo hace por las obras que demanda la ley o por la fe
con que han aceptado el mensaje?» (Gá 3:5). De modo similar, menciona en la
iglesia de Corinto «los que hacen milagros» (1ª Co 12:28) y menciona «poderes
milagrosos» (1ª Co 12:10) como un don distribuido por el Espíritu Santo.
Estos
dos versículos son especialmente significativos porque 1 Corintios 12:4-31 no
está considerando una situación específica en Corinto sino la naturaleza de la
iglesia en general como «cuerpo de Cristo» con muchos miembros y sin embargo un
solo cuerpo.
Es
más, parece ser característica de la iglesia del Nuevo Testamento que se producían
milagros: En el Antiguo Testamento los milagros parecían ocurrir
primordialmente en conexión con un líder prominente por un tiempo, tal como
Moisés, Elías o Elíseo. En el Nuevo Testamento hay un súbito aumento sin
precedentes en los milagros cuando Jesús empieza su ministerio (Lc 4:
36-37,40-41).
Sin
embargo, contrario al patrón del Antiguo Testamento, la autoridad para obrar
milagros y echar fuera demonios no estuvo confinada sólo a Jesús mismo, ni
tampoco terminaron los milagros cuando Jesús volvió al cielo. Incluso durante
su ministerio, Jesús dio la autoridad para sanar los enfermos y echar fuera
demonios no sólo a los doce, sino también a setenta de los discípulos (Lc 10:
1, 9, 17-19; Mt 10: 8; Lc 9: 49-50).
Todavía
más, los pasajes anotados arriba de 1ª Corintios y Gálatas indican que la
realización de milagros no estuvo confinada a los setenta discípulos, sino que
fue característica de las iglesias de Galacia y de las iglesias del Nuevo
Testamento en general. Esto sugiere que la realización de milagros es una
característica de la iglesia del Nuevo Testamento y se puede ver como una
indicación de la poderosa nueva obra del Espíritu Santo que empezó en
Pentecostés y se puede esperar que continúe en toda la era de la iglesia.
NOTA: Otros tal vez preferirían restringir más su
definición de milagros, reservado el término (por ejemplo) para acontecimientos
que absolutamente no podrían haber sucedido mediante medios ordinarios y que
son ampliamente atestiguados y documentados por varios observadores imparciales.
En ese caso, verán muchos menos milagros especialmente en una sociedad
escéptica y anti sobrenatural. Pero tal definición tal vez no abarque toda las
clases de cosas que Pablo tenía en mente cuando hablaba de milagros en las
iglesias de Corinto (1ª Co 12: 10,28-29).
Y de Galacia (Gá 3: 5), y puede impedir que algunos
reconozcan el don de milagros cuando es dado a los cristianos hoy. (Por
supuesto, los cristianos que sostienen una definición tan restringida con todo
de buen grado agradecerán a Dios por muchas respuestas a las oraciones que
ellos no llamarían milagros).
Lo apropiado de tal definición no se pierde
simplemente porque al mismo acontecimiento algunos lo llamen milagro, y otros
digan que es un acontecimiento ordinario, porque la evaluación de las personas
de un suceso variará dependiendo de su proximidad al suceso, las
presuposiciones de su cosmovisión, y si son cristianos o no.
Note, por ejemplo, que Pablo dice que Dios ha dado
en la iglesia, «en primer lugar, Apóstoles." (1ª Co 12:28).
Pero no había apóstoles dados específicamente a la
iglesia de Corinto. Por consiguiente, este pasaje debe estar hablando de la
iglesia en general.
B. Warfield, Counteifeit Miracles (Bannerof Truth,
Edinburgh, 1972; primero publicado en 1918), nota que en la iglesia de Corinto
los que tomaban parte en el culto ordinario de adoración en la iglesia pueden a
menudo haber tenido un don milagroso para ejercen. Dice que «no hay razón para
creer que la congregación infante en Corinto era singular en esto. El apóstol
no escribe como si estuviera describiendo un estado maravilloso de asuntos
peculiar a esa iglesia.
Los indicios del resto de sus cartas y en el Libro
de Hechos nos requiere, en consecuencia, mirar a este hermoso cuadro de
adoración cristiana como uno que sería verdad en la vida de cualquiera de las
numerosas congregaciones que iniciaron los apóstoles a lo ancho y largo del
mundo que visitaron y en donde predicaron.
Tenemos justificación para considerar
característica de las iglesias apostólicas que tales dones milagrosos debían
exhibirse en ellas. La excepción sería, no una iglesia con tales dones, sino
una iglesia sin ellos" (pp. 4-5).
Warfield continúa: «Por todas partes la iglesia
apostólica se caracterizó como siendo ella mismo un don de Dios, al exhibir la
posesión del Espíritu en obras apropiadas del Espíritu: milagros de sanidad y
milagros de poder, milagros de conocimiento sea en la forma de profecía o de
discernimiento de espíritus, milagros del habla. Sea el don de lenguas o el don
de interpretación. La iglesia apostólica era característicamente una iglesia
que obraba milagros" (Counteifeit Miracles, p. 5).
Aunque yo concordaría con el análisis de Warfield
de la evidencia del Nuevo Testamento en este asunto, hay ciertamente campo para
discrepar con su punto subsecuente, y la principal contención de su libro, de
que la iglesia después de la edad de los apóstoles experimentó la cesación de
dones milagrosos, y que hoy no se deben esperar tales dones. Porque Dios los
propuso sólo para confirmar el mensaje apostólico inicial durante el tiempo
cuando los apóstoles todavía estaban vivos.
Vea más consideración de este asunto en el capítulo
52, abajo, sobre los dones espirituales y la cuestión del tiempo de cesación de
algunos dones.
C. EL PROPÓSITO DE LOS MILAGROS
Uno de los propósitos de los milagros es ciertamente autenticar el mensaje
del evangelio. Esto fue evidente en el ministerio de Jesús, cuando personas
como Nicodemo reconocieron: «Sabemos que eres un maestro que ha venido de parte
de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no
estuviera con él» (Jn 3: 2). También fue evidente conforme los que oyeron a
Jesús proclamaban el evangelio, porque conforme predicaban, «Dios ratificó su
testimonio acerca de ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones
distribuidos por el Espíritu Santo según su voluntad» (Heb 2: 4).
Si
este propósito fue válido sólo cuando el evangelio se estaba predicando por
primera vez (antes de que se escribiera el Nuevo Testamento), o si continúa vigente
en toda la edad de la iglesia, depende de si pensamos que los milagros son
confirmadores: ¿están confirmando sólo la absoluta veracidad de las palabras de
la Biblia (como las mismas palabras de Dios), o los milagros tienen el
propósito de confirmar la veracidad del evangelio en general, cada vez que se
predica?
En
otras palabras, ¿confirman los milagros lo que dice la Biblia o el evangelio?
Como veremos abajo, los milagros no estuvieron limitados a los que escribieron
la Biblia o hablaron con absoluta autoridad apostólica." Esto sugiere que
se puede esperar que los milagros que ocurren para confirmación del evangelio
continúen en toda la era de la iglesia.
Cuando
ocurren los milagros, dan evidencia de que Dios verdaderamente está actuando y
sirven entonces para el avance del evangelio; la samaritana proclamó en su
ciudad: «Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho» (Jn 4:
29), y muchos de los samaritanos creyeron en Cristo. Esto fue frecuentemente
cierto en el ministerio de Jesús, pero también fue cierto en la iglesia
primitiva: cuando Felipe fue a una ciudad de Samaria.
Mucha Gente Se Reunía Y Todos Prestaban Atención A Su Mensaje. De Muchos
Endemoniados Los Espíritus Malignos Salían Dando Alaridos, Y Un Gran Número De
Paralíticos Y Cojos Quedaban Sanos. Y Aquella Ciudad Se Llenó De Alegría (Hch
8:6-8).
Cuando
el paralítico Eneas fue curado, «todos los que vivían en Lida yen Sarón lo
vieron, y se convirtieron al Señor (Hch 9: 35). Cuando Tabita fue revivificada
de los muertos, «la noticia se difundió por todo Jope, y muchos creyeron en el
Señor) (Hch 9: 42).
En el
nuevo testamento:
Un segundo propósito de los milagros es dar
testimonio del hecho de que el reino de Dios ha venido y ha empezado a expandir
sus resultados benéficos en la vida de las personas, porque los resultados de
los milagros de Jesús muestran las características del reino de Dios. Jesús
dijo: «Si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa
que el reino de Dios ha llegado a ustedes» (Mt 12: 28).
Su
triunfo sobre las fuerzas destructoras de Satanás mostraba cómo era el reino de
Dios. De esta manera, todo milagro de sanidad o liberación de opresión
demoníaca promovía el reino de Dios y ayudó a Jesús a cumplir su ministerio,
porque él vino con el Espíritu del Señor sobre él «para anunciar buenas nuevas
a los pobres a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a
poner en libertad a los oprimidos» (Lc 4: 18).
De
modo similar, Jesús dio a sus discípulos «poder y autoridad para expulsar a
todos los demonios y para sanar enfermedades. Entonces los envió a predicar el
reino de Dios ya sanar a los enfermos» (Lc 9: 1-2). Les ordenó: «Dondequiera
que vayan, prediquen este mensaje: "El reino de los cielos está
cerca". Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su
enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios» (Mt 10: 7-8; Mt 4:
23; 9: 35; Hch 8: 6-7, 13).
Un tercer propósito de los milagros es ayudar a los
necesitados. Los dos ciegos cerca de Jericó clamaron: «Ten compasión de
nosotros», y Jesús «se compadeció» y los sanó (Mt 20: 30,34). Cuando Jesús vio
una gran multitud, «tuvo compasión de ellos y sanó a los que estaban enfermos»
(Mt 14: 14; vea también Lc 7:13). Aquí los milagros dan evidencia de la
compasión de Cristo hacia los necesitados.
Un cuarto propósito de los milagros, relacionado con el
segundo, es eliminar obstáculos al ministerio de las personas. Tan pronto como
Jesús hubo sanado a la suegra de Pedro, «ella se levantó y comenzó a servirle»
(Mt 8: 15). Cuando Dios tuvo misericordia de Epafrodito y le restauró la salud
(sea por medios milagrosos o no, Pablo lo atribuye a la misericordia de Dios,
en Flp 2: 27), Epafrodito pudo entonces ministrar a Pablo y completar su
función como mensajero volviendo a la iglesia de Filipos (Flp 2: 25-30).
Aunque
el pasaje no dice explícitamente que Tabita (o Dorcas) volvió a emprender sus
«buenas obras y en ayudar a los pobres» (Hch 9: 36) después de que el Señor por
medio de Pedro la resucitó (Hch 9: 40-41), la mención de sus buenas obras y de
los que daban testimonio del desprendimiento de ella por las necesidades de
otros (Hch 9: 39), sugiere que ella volvió a retomar un ministerio similar de
misericordia cuando la resucitaron. Relacionado con esta categoría estaría el hecho
de que Pablo esperaba que las personas fueran edificadas cuando los dones
milagrosos se pusieran en práctica en la iglesia (1ª Co 12: 7; 14: 4, 12,26).
Finalmente,
un quinto propósito de los milagros (y uno al cual todos los demás contribuyen)
es dar gloria a Dios. Después de que Jesús sanó a un paralítico la multitud «se
llenó de temor, y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales»
(Mt 9:8). De modo similar, Jesús dijo que el ciego de nacimiento estaba ciego
«para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida» (Jn 9: 3).
NOTA: Los versículos que se acaban de citar
muestran el valor positivo de los milagros para llevar las personas a la fe.
Algunos tal vez objeten que cuando decimos que los milagros tienen valor para
dar testimonio del evangelio, esto quiere decir que pensamos que el mensaje del
evangelio en sí mismo es débil e incapaz de llevar las personas a la fe (vea
especialmente James M. Boice, «A Better Way: The Power of Word and Spírit», en
Michael Scott Horton, ed., Power Religion [Moody, Chicago, 1992J, pp. 119-36).
Pero esta no es una objeción válida, porque Jesús y Pablo no razonaron de esa
manera; ambos realizaron milagros en conjunción con su predicación del
evangelio, y Jesús les ordenó a sus discípulos que hicieran lo mismo (Mt
10:7-8). Debemos recordar que es Dios mismo quien «dio testimonio» del
evangelio «con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por
el Espíritu Santo según su voluntad» (Heb 2:4), y no podemos decir que él tiene
una noción inapropiada del poder del mensaje del evangelio.
El Evangelio de Juan es especialmente instructivo
para mostrar el valor de los milagros para animar las personas a creer en
Cristo (veaJn2:11, 23; 3:2; 4: 53-54; 6:2,14; 7: 31; 9:16; 11:48; 12: 11; y, en
resumen, 20: 30-31). Este énfasis positivo en Juan se destaca en contraste con
la opinión de O. A. Carson en «The Purpose of Signs and Wonders in the New
Testament», en Honon, Power Religión, pp. 100-101, en donde admite pero
minimiza e1papel positivo de los milagros para llevar a las personas a la fe en
el Evangelio de Juan. Sorprendentemente, no considera varios de los pasajes
positivos en donde no existe tal evaluación negativa, tales como Jn 2: 23-25;
4:48; y 20:29-31. No debemos pensar que cuando los milagros acompañan al
evangelio, los que creen tendrán una fe inferior (como sugiere Carson, p. 101),
porque eso nos llevaría a decir que los que creyeron a la predicación de Jesús,
Pedro y Pablo tuvieron una fe inferior; ¡conclusión
que difícilmente se promueve en el Nuevo Testamento!
D. ESTUVIERON LOS MILAGROS LIMITADOS A LOS APÓSTOLES?
1. UNA CONCENTRACIÓN INUSUAL DE MILAGROS EN EL MINISTERIO DE LOS
APÓSTOLES.
Algunos
han aducido que los milagros estuvieron limitados a los apóstoles, o a los
apóstoles y a los que estuvieron estrechamente conectados con ellos. Antes de
considerar los argumentos, es importante notar que hay algunas indicaciones de
que una impresionante concentración de milagros fue característica de los
apóstoles como representantes especiales de Cristo. Por ejemplo, Dios se
complació en permitir que por medio de Pedro y Pablo se produjeran milagros
extraordinarios.
En Los Días Más Tempranos De La Iglesia, Por Medio De Los Apóstoles
Ocurrían Muchas Señales Y Prodigios Entre El Pueblo Y Seguía Aumentando El
Número De Los Que Creían Y Aceptaban Al Señor. Era Talla Multitud De Hombres Y
Mujeres, Que Hasta Sacaban A Los Enfermos A Las Plazas Y Los Ponían En
Colchonetas Y Camillas Para Que, Al Pasar Pedro, Por Lo Menos Su Sombra Cayera
Sobre Alguno De Ellos. También De Los Pueblos Vecinos A Jerusalén Acudían
Multitudes Que Llevaban Personas Enfermas Y Atormentadas Por Espíritus
Malignos, Y Todas Eran Sanadas (Hch 5: 12-16).
De
modo similar, cuando Pablo estaba en Éfeso: «Dios hacía milagros
extraordinarios por medio de Pablo, a tal grado que a los enfermos les llevaban
pañuelos y delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo, y quedaban sanos de
sus enfermedades, y los espíritus malignos salían de ellos» (Hch 19: 11-12).
Otro
ejemplo se halla en la resurrección de Tabita; cuando esta murió, los
discípulos de Jope enviaron a buscar a Pedro para que fuera a orar por ella
para que la levantara de entre los muertos (Hch 9:36-42), al parecer porque
pensaban que Dios había dado una concentración inusual de poder milagroso a
Pedro (o a los apóstoles en general).
Y el
ministerio de Pablo generalmente se caracterizó por acontecimientos milagrosos,
porque él resume su ministerio diciéndoles a los Romanos las cosas que Cristo
había obrado por medio de él para ganar la obediencia de los gentiles «mediante
poderosas señales y milagros, por el poder del Espíritu de Dios» (Ro 15: 19).
No
obstante, la concentración inusual de milagros en los ministerios de los
apóstoles ¡no prueba que otros no realizaron ningún milagro! Como hemos visto
claramente, «poderes milagrosos» (1ª Co 12:10) y otros dones milagrosos (1ª Co
12: 4-11 menciona varios) fueron parte del funcionamiento ordinario de la
iglesia en Corinto, y Pablo sabe que Dios «obra milagros» también en las
iglesias de Galacia (Gá 3:5).
NOTA: En ningún caso se debe pensar de estos
acontecimientos como algún tipo de «magia» que resultaba automáticamente debido
a la sombra de Pedro o a los pañuelos que había tocado Pablo, sino más bien
como una indicación del hecho de que el Espíritu Santo se agradó de dar un
empoderamiento completo y asombroso al ministerio de estos hombres que en
ocasión extendía su obra más allá de su presencia corporal individual incluso a
las cosas que ellos habían tenido cerca o tocado.
La palabra verdadero en realidad no está en el
texto griego, que sencillamente dice: «las señales de un apóstol». La LBLA (que
se cita aquí) y otras versiones en español han añadido «verdadero para dar el
sentido: Pablo está contrastando su ministerio con el de los falsos apóstoles.
2. ¿CUÁLES SON LAS «MARCAS DISTINTIVAS DE UN APÓSTOL?» EN 2ª CORINTIOS 12: 12?
¿Porqué,
entonces, algunos aducen que los milagros fueron en forma singular las señales
que distinguían a un apóstol? Se basan mayormente en 2ª Corintios 12: 12, en
donde Pablo dice: «Entre vosotros se operaron las señales de un verdadero
apóstol, con toda perseverancia, por medio de señales, prodigios, y milagros»
(2ª Co 12: 12, LBLA). Dicen que esto implica que otros que no eran los
apóstoles (o sus compañeros íntimos) no tenían esa autoridad o no podían
realizar estas señales milagrosas.
Además sostienen que los milagros cesaron
cuando los apóstoles y sus asociados íntimos murieron. Por consiguiente,
concluyen, que ya no se debe esperar más milagros hoy. (A los que sostienen
esta posición a veces se les llama «cesacionistas», puesto que sostienen la
«cesación» de milagros temprano en la historia del cristianismo).
Al
considerar este asunto se debe recordar que un pasaje clave usado para
establecer este punto, en donde Pablo habla de «las señales de un verdadero
apóstol» en 2ª Corintios 12: 12, no está intentando demostrar que él es un
apóstol a distinción de otros cristianos) que no eran apóstoles. Más bien está
tratando de probar que él es un verdadero representante de Cristo a distinción
de otros que «se disfrazan de apóstoles» (2ª Co 11: 13), representantes falsos
de Cristo, siervos de Satanás que se disfrazaban de «servidores de la justicia»
(2ª Co 11: 14-15).
En
breve, el contraste no era entre apóstoles que realizaban milagros y creyentes
ordinarios que no podían realizarlos, sino entre apóstoles cristianos genuinos
por medio de los cuales el Espíritu Santo obraba e impostores que no eran
cristianos y se decían apóstoles a través de los cuales el Espíritu Santo no
obraba para nada. Por consiguiente, aun si entendemos que «las marcas
distintivas de un apóstol» son los milagros, debemos reconocer que los que usan
este pasaje para argumentar que hoy ya no se realizan milagros por medio de
cristianos están tomando la frase «las marcas distintivas de un apóstol» fuera
de su contexto y usándola de Una manera que no era la intención de Pablo. Pablo
está distinguiéndose de los que no son cristianos, en tanto que ellos usan el
pasaje para distinguir a Pablo de otros cristianos.
Es
más, un examen más cuidadoso de 2ª Corintios 12: 12 muestra que es muy dudoso
que la frase «marcas distintivas de un apóstol» en este pasaje quiera decir
señales milagrosas. En este mismo versículo Pablo hace una distinción entre las
«marcas distintivas de un apóstol» y los milagros, a los cuales llama «señales,
prodigios y milagros», notando que los milagros se hacían junto con las señales
de un apóstol: «Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros
en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros».
La
última frase: «por señales, prodigios y milagros», junta tres términos que
denotan milagros, y por consiguiente se debe referir a milagros (note «señales
y prodigios» en Hch4: 30; 5: 12; 14: 3; 15: 12; Ro 15: 19; He 2. 4). Por
consiguiente, la frase «marcas distintivas de un apóstol», se debe referir a
algo diferente, algo que iba «acompañado por (hecho «por») señales y prodigios.
De
hecho, aunque la palabra señal en el griego (semeion) a menudo se refería a
milagros, tiene una variedad de significados mucho más amplia que simplemente
milagro: semeion simplemente quiere decir «algo que indica o se refiere a algo
diferente».'? En 2ª Corintios 12: 12, las «señales» de un apóstol se entienden
mejor como todo lo que caracterizaba la misión apostólica de Pablo y que lo
señalaban como un apóstol verdadero. No necesitamos adivinar cuales eran estas
señales, porque en otros lugares de 2ª Corintios Pablo nos dice lo que lo
caracterizaba como un apóstol verdadero:
NOTA: La gramática del texto griego nos obliga a
esta distinción, puesto que «las marcas distintivas está en caso nominativo, en
tanto que «señales, prodigios y milagros está en caso dativo, y por
consiguiente, no puede ser simplemente una reafirmación de «marcas de un
Apóstol» en aposición a ella; en el griego los sustantivos en aposición deben
estar en el mismo caso. (La NVI ignora la gramática aquí y traduce las dos
frases como si estuvieran en aposición: La RVR y LBLA son más precisas).
Se ha llamado «señales» a muchas cosas no
milagrosas. Por ejemplo, la escritura del puño y letra de Pablo es su «señal»
(2ª Ts 3: 17); la circuncisión es una «señal» de la justicia imputada a Abraham
(Ro 4: 11); el beso de Judas es una «seña!» para los dirigentes Judíos (Mt 26:
48); el arco iris es Una «señal. Del pacto (Gn 9: 12); comer el pan sin levadura durante la
Pascua cada año es una «señal» de la liberación del Señor (Éx 13: 9); el cordón
de grana de Rahab es una «señal" que los espías le dijeron que colgara en
su ventana (1 Clem. 12: 7).
1. Poder espiritual en el conflicto con el mal (10: 3-4,8-11; 13: 2-4,
10).
2. Celoso interés por el bienestar de las iglesias (11: 16).
3. Verdadero conocimiento de Jesús y su plan evangélico (11: 6).
4. Sostenimiento propio (desprendimiento) (11: 7-11).
5. No aprovecharse de las iglesias; y no maltratar físicamente a las
personas (11: 20-21).
6. Soportar sufrimiento y adversidad por Cristo (11: 23-29).
7. Haber sido arrebatado al cielo (12: 1-6).
8. Contentamiento y fe para soportar una espina en el cuerpo (12: 7-9).
9. Obtener fuerza en la debilidad (12: 10).
El
primer asunto podría haber incluido milagros, pero ciertamente ese no es el
enfoque primordial de su referencia a las «marcas distintivas de un verdadero
apóstol ».
Otra
evidencia de que «las señales de un apóstol» en 2ª Corintios 12: 12 fueron
todas estas cosas y no solo los milagros es el hecho de que Pablo dice: «Las
señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia» (RVR
1960). Ahora bien, tendría escaso sentido decir que los milagros se realizaron
«en toda paciencia», porque muchos milagros sucedieron rápidamente, pero
tendría mucho sentido decir que la paciencia de Pablo semejante a la de Cristo
para soportar la adversidad por amor a los corintios se ejerció «en toda paciencia».
Debemos
notar que en ninguna parte en esta lista Pablo afirma que los milagros
demuestran su apostolado genuino. Es más, la mayoría de las cosas que menciona
no lo distinguían de otros verdaderos cristianos. Pero estas cosas sí lo
distinguen de los siervos de Satanás, apóstoles falsos que no tenían nada de
cristianos.
NOTA: Entre los comentaristas modernos sobre 2
Corintios he hallado sólo tres que entienden las «señales de un verdadero
Apóstol" en 2Co 12:12 como siendo los milagros: Colin Kruse, The Second
Epistle of Paul to the Corinthians, TNTC (Inter-Varsity Press, Leicester y
Eerdmans, Grand Rapids, 1987), p. 209; Jean Hering, The Second Epistle of Saint
Paul to the Corinthians, trad. A. W. Heathcote y P.]. Allcock (Epworth,
Londres, 1967), pp. 95-96; Y Murray Harris, «2ª Corinthians», EBC 10:398, lo
toman de esa manera, pero ninguno de ellos da ningún argumento para sostener
este punto de vista, y Harris nota que una noción altera fueron las vidas
cambiadas de los corintios y el carácter de Pablo semejante a Cristo.
La mayoría de comentaristas entiende las «señales
de un verdadero apósto¡" como teniendo un significado mucho más amplio,
incluyendo las cualidades de la vida de Pablo y el carácter y resultados de su
ministerio; vea Philip E. Hughes, Paul's Second Epistle to the Corinthians, NIC
Algunos de estos comentaristas entienden las
«señales de un verdadero apóstol» como acompañada por milagros o incluyéndolos,
pero ninguno entiende la frase refiriéndose primordial o exclusivamente a
milagros.
La
vida de estos no se caracterizaba por la humildad sino por el orgullo; no por
el desprendimiento sino por el egoísmo; no por la generosidad sino por la
codicia; no por tratar de buscar el provecho de otros sino por aprovecharse de
los demás, no por poder espiritual en la debilidad fisica sino por la confianza
en su fuerza natural; no por soportar sufrimiento y adversidad sino por
procurar su propia comodidad y holganza.
Cuando
Pablo actuaba de una manera cristiana entre ellos, sus acciones eran «señales»
de que su afirmación de ser apóstol era una afirmación verdadera; por tanto,
estas cosas eran (señales de un apóstol verdadero). En este contexto, las
«señales» que caracterizaban a un verdadero apóstol no tienen que ser las
señales que mostraban una diferencia absoluta entre él y los demás cristianos,
sino cosas que mostraban que su ministerio era genuino, no como los ministerios
falsos.
No les
está diciendo a los corintios cómo distinguir entre un apóstol y otros
cristianos (hizo eso en 1ª Co 9: 1-2; 15: 7-11; Gá 1: 1, 11-24, mencionando
haber visto a Cristo resucitado y haber sido comisionado por Cristo como
apóstol), sino que les está diciendo cómo reconocer lo que era un ministerio
genuino y aprobado por Cristo.
¿Por
qué entonces añade que todas estas señales de un verdadero apóstol se
realizaron entre los corintios con «señales, prodigios y milagros»? Simplemente
está añadiendo un factor adicional a todas las marcas anteriores de su
apostolado genuino. Los milagros, por supuesto, tuvieron una función significativa
al confirmar la verdad del mensaje de Pablo, y Pablo aquí hace explícito lo que
los corintios podrían haber dado por sentado, o tal vez no, que estaba incluido
en la frase «señales de un verdadero apóstol»; además de todas estas otras
señales de un verdadero apóstol, su ministerio hacía demostraciones milagrosas
del poder de Dios por igual.
Hay,
sin embargo, otra razón muy significativa por la que los milagros no
demostraban que alguien fuera apóstol. En el contexto mayor del Nuevo
Testamento es claro que otros que no eran apóstoles también hicieron milagros,
tales como por ejemplo Esteban (Hch 6: 8), Felipe (Hch 8: 6-7), cristianos en
varias iglesias de Galacia (Gá 3: 5), y los que tenían dones de «milagros» en
el cuerpo de Cristo en general (1ª Co 12: 10,28).
Los
milagros como tales no se pueden considerar señales exclusivas de un apóstol.
Es más a «los que hacen milagros» y a «los que sanan) en realidad se les
distingue de los «apóstoles» en 1ª Corintios 12: 28: (En la iglesia Dios ha
puesto, en primer lugar, apóstoles; en segundo lugar, profetas; en tercer
lugar, maestros; luego los que hacen milagros; después los que tienen dones
para sanar enfermos).
NOTA. Algunos intérpretes han dado por sentado que
los falsos apóstoles estaban obrando milagros y aduciendo revelaciones de Dios,
así que Pablo tendría que haber aducido milagros y revelaciones más grandes.
Pero nada en 2ª Corintios dice que los falsos apóstoles aducían milagros o
revelaciones.
El siguiente versículo también da confirmación de
esta interpretación: Pablo dice: «¿En qué fueron ustedes inferiores a las demás
iglesias? ...» (2Co 12: 13). El hecho de que a ellos no les faltaba nada en
cuanto al cuidado y atención de Pablo les demostraría que las «señales de un
verdadero apóstol fueron realizadas entre ellos solo si estas «señales»
incluían todo el ministerio de Pablo para ellos, pero no si las «señales de un
verdadero apóstol» eran simplemente milagros.
Evidencia
similar se ve en Marcos 16: 17-18; aunque hay serias dudas en cuanto a la
autenticidad este pasaje como parte del Evangelio de Marcos, 2 el texto con
todo es muy antiguo y por lo menos da testimonio de una hebra de tradición
dentro de la iglesia primitiva. Este texto informa que Jesús dijo:
Estas Señales Acompañarán A Los Que Crean: En Mi Nombre Expulsarán
Demonios; Hablarán En Nuevas Lenguas; Tomarán En Sus Manos Serpientes; Y Cuando
Beban Algo Venenoso, No Les Hará Daño Alguno; Pondrán Las Manos Sobre Los
Enfermos, Y Éstos Recobrarán La Salud.
Aquí
también se da por sentado que el poder de obrar milagros es posesión común de
los cristianos. Los que escribieron y pasaron esta tradición temprana,
tradición que pensaba que representaba la genuina enseñanza de Jesús,
ciertamente no sabían nada de que los milagros estuvieran limitados a los
apóstoles y sus asociados más íntimos.
Al
argumento de que muchos otros cristianos en el Nuevo Testamento hicieron
milagros a veces se responde que sólo los apóstoles y los que estuvieron
íntimamente asociados con ellos, o aquellos sobre quienes los apóstoles
impusieron las manos, podían hacer milagros. Sin embargo, esto en realidad
prueba muy poco porque la historia del Nuevo Testamento es el relato de lo que
fue hecho por medio de los apóstoles y los íntimamente asociados con ellos.
Un argumento
similar se podría hacer en cuanto a la evangelización o la fundación de
iglesias: «En el Nuevo Testamento sólo los apóstoles o sus asociados íntimos
fundaron iglesias; por consiguiente, nosotros no debemos fundar iglesias hoy»;
o «En el Nuevo Testamento sólo los apóstoles o sus asociados íntimos realizaron
la obra misionera en otros países, por consiguiente no debemos hacer obra
misionera en otros países hoy». Estas analogías muestran lo inadecuado del
argumento; el Nuevo Testamento primordialmente muestra cómo la iglesia debe
procurar actuar, y no como no debe procurar actuar.
Pero
si muchos otros cristianos en toda la iglesia del primer siglo hicieron
milagros en el poder del Espíritu Santo, el poder de hacer milagros no puede
ser una señal que hace distinción entre los apóstoles y los demás cristianos.
NOTA: La evidencia de manuscritos y consideraciones
de estilo sugieren que estos versículos no fueron parte original del Evangelio
que Marcos escribió. (Vea la consideración de variantes textuales en las pp.
22Consta en varios manuscritos de Diatestaron de Taciano d.C.) Y lo citan
Ireneo (m. d.C.) y Tertuliano (m. d.C.).
Estoy agradecido al profesor. Profesor Harold
Hoehner del Dallas Theological Seminary por sugerirme los argumentos que
presento aquí respecto a Ca y Mr (aunque él tal vez discrepe con mi conclusión
en esta sección).
3. LA DEFINICIÓN RESTRICTIVA DE MILAGROS QUE DA NORMAN GEISLER.
Un
intento más reciente de negar que los milagros ocurren hoy 10 ha hecho Norman
Geisler.25 Geisler tiene una definición de milagro mucho más restrictiva que la
que se presenta en este capítulo, y usa esa definición para argumentar en
contra de la posibilidad de milagros contemporáneos. Geisler dice que «los
milagros
(1) siempre tienen éxito,
(2) son inmediatos,
(3) no tienen recaídas, y;
(4) dan confirmación del mensajero de Dios»
Halla
respaldo para esta tesis principalmente en el ministerio de Jesús, pero cuando
pasa más allá de la vida de Jesús e intenta mostrar que otros que tuvieron el
poder de obrar milagros nunca tuvieron éxito, su tesis es mucho menos
convincente. Con respecto al muchacho endemoniado a quien los discípulos no
pudieron librar del demonio (Mt 17: 14-21), Geisler dice que fue que «los
discípulos se olvidaron por el momento de ejercer fielmente el poder que Jesús
ya les había dado»
Pero
éste argumento no persuade; Geisler dice que el poder de obrar milagros ya
había tenido éxito, y cuando la Biblia habla de alguien que no tuvo éxito (y
que contradice su tesis) simplemente dice que «se olvidaron». Jesús, sin
embargo, da una razón diferente: «Porque ustedes tienen tan poca fe» (Mt 17:
20). La fe menor que tenían resultó en menor poder para obrar milagros.
Con
respecto al hecho de que Pablo no pudo curar a Epafrodito (Flp 2: 27), Geisler
se ve obligado a hacer la dudosa afirmación de que tal vez Pablo nunca intentó
sanar a Epafrodito (aunque él había ido a verlo en la cárcel y se enfermó tan
gravemente que casi se muere), o que Pablo no tenía ya el don de sanidad por el
momento» Emplea la misma argumentación para explicar el hecho de que Pablo dejó
a Trófimo enfermo en Mileto (2ª Ti 4: 20).
En
estas instancias Geisler va más allá de la usual afirmación cesacionista de que
los milagros terminaron con la muerte de los apóstoles; y aduce que los
milagros cesaron en la vida del más grande apóstol antes de su primer
encarcelamiento de Roma. Esto es simplemente un argumento nada convincente
respecto al apóstol cuyo ministerio repetidamente se caracterizó por «poderosas
señales y milagros, por el poder del Espíritu de Dios» (Ro 15: 19), y que pudo
decir triunfalmente en su última epístola: «He peleado la buena batalla, he
terminado la carrera, me he mantenido en la fe» (2ª Ti 4: 7).
La
descripción que da Geisler de los milagros la encaja en el caso del ciego sobre
el cual Jesús puso las manos, porque al principio del hombre no veía
claramente, sino que dijo que veía a los hombres y que «parecen árboles que
caminan».
Después
de que Jesús le puso las manos encima por segunda vez, el hombre «comenzó a ver
todo con claridad» (Mr 8:24-25). Geisler responde que fue la intención de Jesús
sanar en dos etapas, enseñar a los discípulos usando una lección objetiva en
cuanto al crecimiento gradual en sus vidas espirituales.
Aunque
el pasaje no dice nada a este efecto, puede haber sido verdad, pero incluso así
eso niega la tesis de Geisler, porque si fue la intención de Jesús sanar en dos
etapas entonces, hoy podría ser su intención sanar a las personas en dos
etapas; o en tres, cuatro o más etapas. Una vez que Geisler reconoce que puede
haber sido la intención de Dios hacer milagros en etapas, a fin de lograr sus
propósitos, toda su afirmación de que los milagros deben ser inmediatos y
completos se pierde.
En
lugar de aceptar la definición de Geisler, parece ser mejor concluir que
incluso los que tienen los dones de Dios con la capacidad de realizar milagros
tal vez no puedan realizarlos cada vez que quieren, porque el Espíritu Santo
continuamente está repartiéndolos a cada persona «según éllo determina» (1ª Co 12:
11; la palabra reparte en griego es un participio presente indica una actividad
continua del Espíritu Santo).
NOTA: Geisler también tiene mucha dificultad para
explicar Marcos 5: 8 (en donde Jesús les ordenó a los demonios más de una vez
que salgan) y Marcos 6: 5 (en donde el pasaje dice que Jesús no pudo hacer
ningún milagro en Nazaret debido a la incredulidad de los pobladores allí)
Es
más, parece no haber razón para excluir (como evidentemente Geisler quiere
hacerlo) las respuestas inusua1es o notorias a la oración de la categoría de
«milagro», haciendo de este modo la definición extremadamente restrictiva. Si
Dios responde a la oración persistente, por ejemplo, por una curación fisica
para la cual no hay explicación médica conocida, y lo hace después de varios
meses o años de oración, pero lo hace de tal manera que parece ser muy claro
que es en respuesta a la oración para que las personas queden asombradas y
glorifiquen a Dios, no parece haber razón para negar que ha ocurrido un milagro
solo porque las oraciones anteriores no fueron contestadas de inmediato. Por
último, Geisler no reconoce que varios pasajes del Nuevo Testamento indican que
los dones espirituales, sean milagrosos o no milagrosos por naturaleza, pueden
variar en fuerza o grados de intensidad.
4. HEBREOS 2: 3-4.
Otro
pasaje que a veces se usa para respaldar la idea de que los milagros estuvieron
limitados a los apóstoles y a sus asociados íntimos es Hebreos 2: 3-4. Allí el
autor dice que la salvación «fue anunciada primeramente por el Señor, y los que
la oyeron nos la confirmaron. A la vez, Dios ratificó su testimonio'· acerca de
ella con señales, prodigios, diversos milagros y dones distribuidos por el
Espíritu Santo según su voluntad».
Puesto
que aquí se dice que los milagros llegaron por medio de los que oyeron de
primera mano al Señor (los que la oyeron), se dice que no debemos esperar que
sean realizados hoy por medio de otros que no fueron testigos oculares de la
enseñanza y ministerio del Señor.
Pero
este argumento también intenta extraer del pasaje más de lo que está allí.
Primero, la frase «los que la oyeron» (Heb 2: 3)
ciertamente no está limitada a los apóstoles, porque muchos otros oyeron
también a Jesús. Pero, más importante, esta posición aduce algo que el texto no
dice: el hecho de que;
(1) El mensaje del evangelio fue confirmado por milagros cuando lo
predicaron los que oyeron a Jesús no dice nada de;
(2) Si sería confirmado por milagros cuando lo predicaran otros que no
oyeron a Jesús. Finalmente, este pasaje dice que el mensaje fue confirmado no
sólo por «señales, prodigios, diversos milagros» sino también por «dones
distribuidos por el Espíritu Santo».
Si
alguien aduce que este pasaje limita los milagros a los apóstoles y sus
compañeros, también debe aducir que los dones del Espíritu Santo de igual
manera estuvieron limitados a la iglesia del primer siglo.
Pero
pocos argumentarían que no hay dones del Espíritu hoy.
NOTA: La traducción KJV en inglés traduce: «Dios
también les dio testimonio, con señales y prodigios» Esta traducción sugiere
que los milagros dieron testimonio a los que oyeron a Jesús y predicaron al
principio. Pero la palabra «a ellos» no aparece en el texto griego, y esta
traducción no sigue ninguna de las versiones modernas.
Así Chantry, Signs ofthe Apostles, pp. 18-19: «Los
milagros del Nuevo Testamento se ven en la misma Biblia como el sello de Dios
de aprobación sobre los apóstoles, que fue un registro inspirado de las cosas
que ellos habían visto y oído mientras estuvieron con Jesús. El recuerdo de estas
maravillas debería profundizar nuestro respeto por la autoridad de sus palabras
e impulsamos a darles atención más cuidadosa».
5. CONCLUSIÓN: ¿ESTUVIERON LOS
MILAGROS RESTRINGIDOS A LOS APÓSTOLES?
Si el
ministerio en el poder y gloria del Espíritu Santo es característica de la edad
del nuevo pacto (2ª Co 3:1-4: 18), nuestra expectación debería ser precisamente
lo opuesto: esperaríamos que la segunda, tercera y cuarta generación de
cristianos que también conocen a Cristo y el poder de su resurrección (Flp 3:
10), que están siendo continuamente llenos del Espíritu Santo (Ef. 5: 17), que
participan en una guerra que no es de este mundo, sino que se realiza con armas
que tienen poder divino para destruir fortalezas (2ª Co 10: 3-4), a los que no
se les ha dado un espíritu de timidez sino «de poder, de amor y de dominio
propio» (2ª Ti 1: 7), que son fuertes en el Señor y en el poder de su fuerza, y
que se han puesto toda la armadura de Dios a fin de poder resistir contra
principados y potestades, y huestes espirituales de maldad en regiones
celestiales (Ef 6:10-12), también tendrán la capacidad de ministrar el
evangelio no sólo en verdad y amor sino también acompañados de demostraciones
milagrosas del poder de Dios.
Es
dificil ver, de las páginas del Nuevo Testamento, alguna razón por la que sólo
la predicación de los apóstoles debe hacerse «no con palabras sabias y
elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de
ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios» (1ª Co 2:
4-5).
Aunque
en efecto parece haber habido una concentración inusual de poder milagroso en
el ministerio de los apóstoles, esto no es razón para pensar que habría pocos o
ningún milagro después de la muerte de ellos. Más bien, los discípulos fueron
los dirigentes en una iglesia del nuevo pacto cuya vida y mensaje se
caracterizó por el poder del Espíritu Santo que obraba de maneras milagrosas.
Es
más, ellos fijaron un patrón que la iglesia en toda su historia haría bien en
tratar de imitar en su propia vida, por cuanto Dios el Espíritu se complace en
hacer milagros para la edificación de la iglesia.
NOTA: 0tro argumento que limita los milagros al
primer siglo se basa en la afirmación de que algunos milagros, tales como el
don de profecía, siempre da nueva revelación de calidad bíblica. Ese argumento
se considera en detalle en los capítulos 52-53,
8in embargo, los cristianos deben usar mucha
cautela y extremo cuidado para informar con precisión los milagros sí ocurren.
Mucho daño se puede hacer al evangelio si los cristianos exageran o
distorsionan, aunque sea en pequeños detalles, los hechos de una situación en
donde ha ocurrido un milagro. El poder del Espíritu Santo es grande lo
suficiente para obrar como él quiera, y nunca debemos «embellecen, los hechos
reales de la situación simplemente para hacer que suene incluso más emocionante
de lo que en realidad fue. Dios hace exactamente lo que le complace hacer en
cada situación.
E. MILAGROS FALSOS
Los
magos del faraón pudieron hacer algunos milagros falsos (Éx 7:11, 22; 8:7),
aunque pronto tuvieron que reconocer que el poder de Dios era mayor (Éx 8: 19).
El
mago Simón de la ciudad de Samaria asombraba a la gente con sus artes mágicas
(Hch 8: 9-11), aunque los milagros que hizo Felipe fueron mucho mayores (HH. 8:
13). En Filipos Pablo halló a una esclava «que tenía un espíritu de
adivinación.
Con
sus poderes ganaba mucho dinero para sus amos» (Hch 16: 16), pero Pablo
reprendió al espíritu y salió de ella (Hch 16: 18). Es más, Pablo dice que
cuando el hombre de pecado venga vendrá «con toda clase de milagros, señales y
prodigios falsos. Con toda perversidad engañará a los que se pierden» (2ª Ts 2:
9-10), pero los que los sigan si son engañados lo hacen «por haberse negado a
amar la verdad y así ser salvos» (2ª Ts 2: 1O).
Esto
indica que los que van a hacer milagros falsos al fin de los tiempos por el
poder de Satanás no dirán la verdad sino que predicarán un evangelio falso.
Finalmente, Apocalipsis 13 indica que una segunda bestia surgirá «de la
tierra», que tiene «toda la autoridad de la primera bestia» y hará «grandes
señales milagrosas, incluso la de hacer caer fuego del cielo a la tierra, a la
vista de todos.
Con
estas señales que se le permitió hacer en presencia de la primera bestia,
engañó a los habitantes de la tierra» (Ap 13: 11-14). Pero de nuevo, un falso
evangelio acompaña estos milagros; este poder se ejerce en conexión con la
primera bestia a la que «se le permitió hablar con arrogancia y proferir
blasfemias.
Abrió
la boca para blasfemar contra Dios, para maldecir su nombre y su morada ya los
que viven en el cielo» (Ap 13:5-6).
Dos
conclusiones son claras de este breve estudio de los milagros falsos en la
Biblia:
(1) El poder de Dios es mayor que el poder de Satanás para hacer señales
milagrosas, y el pueblo de Dios triunfa en las confrontaciones de poder con los
que obran el mal. En conexión con esto, Juan asegura a los creyentes que «el
que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo» (1ª Jn 4: 4).
(2) La identidad de los que obran milagros falsos siempre se conoce porque
niegan el evangelio. No hay ninguna indicación en ninguna parte de la Biblia de
que los cristianos genuinos con el Espíritu Santo en ellos harán falsos milagros.
De
hecho, en una ciudad llena de idolatría y adoración a demonios (vea 1ª Co
10:20), Pablo pudo decir a los creyentes de Corinto, muchos de los cuales
habían salido de esa clase de trasfondo pagano, que «nadie que esté hablando
por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; ni nadie puede decir: 'Jesús es
el Señor" sino por el Espíritu Santo» (1ª Co 12: 3).
Aquí
les da la seguridad de que los que hacen una profesión genuina de fe en Jesús
como Señor en efecto tienen en ellos el Espíritu Santo. Es significativo que de
inmediato pasa a considerar los dones espirituales que posee «todo» verdadero
creyente (1ª Co 12: 7).
Esto
debe reaseguramos de que si vemos milagros que realizan los que hacen una
profesión genuina de fe (1ª Co 12: 3), que creen en la encamación y deidad de
Cristo (1ª Jn 4:2), y que muestran en sus vidas el fruto del Espíritu Santo y
dan fruto en su ministerio (Mt 7: 20; Jn 15: 5; Gá 5: 22-23), no debemos
sospechar que son falsos milagros, sino que debemos agradecer a Dios porque el
Espíritu Santo está actuando, incluso en los que tal vez no tienen exactamente
las mismas convicciones que nosotros en todo punto de doctrina. Ciertamente, si
Dios esperara para hacer milagros sólo por medio de los que fueran perfectos
tanto en doctrina como en conducta de vida, no se realizaría ningún milagro
hasta que Cristo vuelva.
NOTA: Alguien pudiera objetar que la excepción a
esto sería la visión del fin de los tiempos en Ap 13: 7, en donde a la bestia
«se le permitió hacer la guerra a los santos y vencerlos» (Ap 13:7). Pero
incluso aquí no hay indicación de que los poderes milagrosos de la bestia sean
más grandes que el poder del Espíritu Santo.
Esto parece entenderse mejor no como confrontación
de poder milagroso sino simplemente como una persecución de parte de una fuerza
militar, porque leemos más adelante que «las almas de los que habían sido
decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No
habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca
en la frente ni en la mano» (Ap 20:4).
El hecho de que los que invocan el nombre de Cristo
puedan profetizar y echar fuera demonios y hacer «muchos milagros» en su nombre
(Mt 7: 21-23) no contradice esto, porque éstos o no cristianos; Jesús les dice:
Jamás los conocí. ¡Aléjense de mi, hacedores de maldad!» (Mt 7:23). Aunque es
posible que estos son falsos milagros obrados por el poder
demoniaco, parece ser más probable que son operaciones de la gracia común (vea
capitulo 31) que Dios obró por medía de no cristianos, similar a la eficacia
del evangelio que Dios a veces permite cuando lo predican los que tienen
motivos impuros y no conocen a Cristo de corazón (Fil: 15-18).
F. ¿DEBEN LOS CRISTIANOS BUSCAR MILAGROS HOY?
Es una
cosa decir que los milagros pueden ocurrir hoy. Es otra muy diferente pedir
milagros a Dios. ¿Está bien, entonces, que los cristianos le pidan a Dios que
haga milagros?
La
respuesta depende del propósito con que se busca milagros. Ciertamente está mal
buscar poder milagroso para promover el poder o la fama de uno, como lo buscó
Simón el mago; Pedro le dijo: «No eres íntegro delante de Dios. Por eso,
arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor. Tal vez te perdone el haber tenido
esa mala intención» (Hch 8: 21-22).
También
está mal buscar milagros simplemente para diversión, como Herodes los buscó:
«Al ver a Jesús, Herodes se puso muy contento; hada tiempo que quería verlo por
lo que oía acerca de él, y esperaba presenciar algún milagro que hiciera Jesús»
(Lc 23:8). Pero Jesús ni siquiera respondió a las preguntas de Herodes.
También
es malo que los incrédulos escépticos corran tras los milagros solo para hallar
base para criticar a los que predican el evangelio:
Los
fariseos y los saduceos se acercaron a Jesús y, para ponerlo a prueba, le
pidieron que les mostrara una señal del cielo. Él les contestó: Esta generación
malvada y adúltera busca una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que
la de Jonás» (Mt 16:1-4).
Este
regaño en contra de buscar señales se repite en otras partes en los Evangelios,
pero es importante notar que los reproches contra los que buscan señales
siempre se dirigen contra incrédulos hostiles van tras los milagro sólo para
criticar a jesús.34 Jesús nunca reprende a nadie que viene en fe, o en
necesidad, buscando cura, liberación o algún otro tipo de milagro, sea para sí
mismo o para otros.
¿Qué
diremos, entonces, en cuanto a 1ª Corintios 1: 22-24, donde Pablo dice: «Los
judíos piden señales milagrosas y los gentiles buscan sabiduría, mientras que
nosotros predicamos a Cristo crucificado.
NOTA: El hecho de que Jesús sólo reprende a los no
creyentes hostiles que buscan milagros sorprendentemente nunca lo menciona D.
A. Carson, «The Purpose of Signs and Wonders in the New Testamento, en M.
Horton, ed., Power Religion, pp. 89-118, o James M. Boice, «A Better Way: The
Power of Word and Spirít», en Power Religion, pp. 119-36.
Ambos artículos usan la reprensión de Jesús como
medio de desalentar a los creyentes en cuanto a buscar milagros hoy, pero para
hacer esto deben aplicar la afirmación de Jesús de una manera que no justifica
el contexto del Nuevo Testamento. (Vea esp. Boice, p. 126, que cita con
aprobación una afirmación de John Wood house, «A desire for further signs and
wonders is sinful and unbelieving)
La afirmación explicita de la intención de
«probarle» también se halla en Mc 8: 11 y Lc 11: 16, contextos paralelos en
donde Jesús reprende a una generación perversa por buscar de él una señal. El
único otro contexto en donde aparece una reprensión, Mt 12: 38-42, no incluye
una afirmación explícita de intención de probarle, pero Jesús claramente está
respondiendo a los «escribas y fariseos» (v. 38), y el incidente viene después
de Mt 12: 14, en donde los fariseos «salieron y tramaban cómo matar a Jesús» y
Mt 12: 24, en donde los fariseos dicen: «Éste no expulsa a los demonios sino
por medía de Beelzebú, príncipe de los demonios»,
Este
mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles,
pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles, Cristo es el
poder de Dios y la sabiduría de Dios»? ¿Quiere decir Pablo que él no hizo
milagros (señales) en Corinto, y tal vez tampoco en su obra evangelizadora en
general?
Aquí
Pablo no puede estar negando que realizó milagros en conexión con la
proclamación del evangelio. De hecho, en Romanos 15:18-19, pasaje que escribió
mientras estaba en Corinto dijo:
No Me Atreveré A Hablar De Nada Sino De Lo Que Cristo Ha Hecho Por Medio
De Mí Para Que Los Gentiles Lleguen A Obedecer A Dios. Lo Ha Hecho Con Palabras
Y Obras, Mediante Poderosas Señales Y Milagros, Por El Poder Del Espíritu De
Dios. Así Que, Habiendo Comenzado En Jerusalén, He Completado La Proclamación
Del Evangelio De Cristo Por Todas Partes, Hasta La Región De Iliria.
Y 2ª Corintios 12: 12 afirma claramente que
Pablo en efecto hizo «señales, prodigios y milagros» entre ellos.
Así
que 1ª Corintios 1: 22-24 no puede querer decir que Pablo estaba negando la
validez de la sabiduría ni la validez de las señales, porque por medio de
Cristo él hizo señales y enseñó sabiduría. Más bien, aquí está diciendo que las
señales y la sabiduría en sí mismas no salvan a nadie, pero el evangelio sí
salva a las personas.
Las
señales y la sabiduría que judíos y griegos buscaban no eran las señales y
sabiduría de Cristo, sino simplemente señales para entretener o atizar su
hostilidad y escepticismo, y sabiduría que era sabiduría del mundo antes que
sabiduría de Dios.
No hay
nada inapropiado en buscar milagros con los propósitos apropiados para los
cuales los da Dios: para confirmar la veracidad del mensaje del evangelio, para
ayudar a los necesitados, para eliminar estorbos en los ministerios de las
personas y para dar gloria a Dios (vea la Sección C). En los Evangelios muchos
fueron a Jesús buscando milagros, y él lo sanó con estos propósitos.
Es
más, cuando envió a sus discípulos a predicar que el reino de los cielos se
había acercado, les dijo: «Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos,
limpien de su enfermedad a los que tienen lepra, expulsen a los demonios» (Mt 10:
7-8). ¿Cómo podían ellos hacer esto sin buscar a Dios para hacer milagros
dondequiera que iban? El mandamiento de Jesús requería que procuraran que
sucedieran milagros.
Después
de Pentecostés, la iglesia primitiva oró por intrepidez para predicar el evangelio
y pidió que Dios les concediera milagros que acompañaran a su predicación.
Clamaron
a Dios:
Ahora, Señor, Toma En Cuenta Sus Amenazas Y Concede A Tus Siervos El
Proclamar Tu Palabra Sin Temor Alguno. Por Eso, Extiende Tu Mano Para Sanar Y
Hacer Señales Y Prodigios Mediante El Nombre De Tu Santo Siervo Jesús (Hch 4:
29-30).
Lejos
de enseñar que no debemos pedirle a Dios milagros, este ejemplo de la iglesia
primitiva como que nos estimula a pedirlos. De modo similar, los discípulos de
Lida enviaron a buscar a Pedro para que fuera a orar por Tabita después de que
esta murió, con lo que buscaban una intervención milagrosa de Dios (Hch 9: 38).
Y
Santiago dirige a los ancianos de la iglesia a orar y buscar la curación de los
enfermos (Stg 5: 14). Por supuesto, no debemos dar por sentado que una
respuesta obviamente milagrosa a la oración es mejor que la que resulta por
medios ordinarios (tal como ayuda médica en una enfermedad), y también debemos
darnos cuenta de que pedirle a Dios por una necesidad en particular no
garantiza que la oración recibirá respuesta. Por otro lado, nuestra fe en que
Dios obra de manera poderosa e incluso milagrosa puede ser demasiado pequeña.
Debemos
precavemos para no dejarnos infectar por una cosmovisión secular que da por
sentado que Dios responde a la oración sólo muy rara vez, si acaso. Y por
cierto no debemos avergonzarnos de hablar de los milagros si ocurren, ¡ni
pensar que una respuesta a la oración que no es milagrosa es mejor! Los
milagros son obra de Dios, y él los realiza para glorificarse y fortalecer
nuestra fe.
Cuando
encontramos necesidades serias en la vida de las personas hoy, está bien que
busquemos en Dios una respuesta, y cuando una intervención milagrosa parezca
necesaria, debemos pedirle a Dios que si es su voluntad obre de esa
manera." Esto parece ser especialmente apropiado cuando nuestra motivación
es una compasión como la de Cristo por los necesitados y un ardiente deseo de
ver el avance del reino de Cristo y que su nombre sea glorificado.
NOTA: John Walvoord, anteriormente presidente del
Dalias Theological Seminary, entiende que el don de milagros es «el poder de
realizar milagros a voluntad en el nombre de Cristo". Por consiguiente,
sostiene que el don de milagros ha cesado. Pero con todo aduce que podemos orar
por milagros hoy: «El cristiano todavía puede apelar a Dios para que haga
maravillas, y Dios en efecto respecto de la oración. Dios todavía puede sanar e
incluso revivificar a los muertos, si así lo desea, pero estos milagros son
sobera.nos e individuales. En tanto que, por consiguiente, el don de milagros
no es parte del programa presente de Dios, hay que afirmar el poder de Dios
para realizar milagros» (The Holy Spirit [Van Kampen, Wheaton, m., 1954],
PREGUNTAS PARA APLICACIÓN PERSONAL
1. Cuando usted abrazó la fe en Cristo, ¿ejercieron los relatos de milagros
en la Biblia alguna influencia (negativa o positiva) en su creencia en el
mensaje de la Biblia?
2. Antes de leer este capítulo, ¿había pensado usted de la iglesia de
tiempos del Nuevo Testamento que era una iglesia Con milagros frecuentes? ¿Ha
pensado usted de la iglesia contemporánea que es una iglesia con milagros
frecuentes? Después de leer este capítulo, ¿de qué manera ha cambiado su
posición, si es que ha cambiado?
3. Si usted piensa que los milagros deben ser la característica de la
iglesia hasta que Cristo vuelva, entonces ¿por qué no hemos visto muchos
milagros en muchos puntos en la historia de la iglesia, y por qué no vemos
muchos milagros en grandes secciones de la iglesia cristiana hoy?
4. Si usted sostiene una posición «cesacionista», ¿qué clases de
respuestas poco comunes a la oración pensaría usted que todavía son posibles
hoy? (Por ejemplo, oración por salud fisica, liberación de peligro, victoria
sobre ataques demoníacos mediante la oración y reprensión verbal de un espíritu
malo, o comprensión súbita e inusual de un pasaje de la Biblia, o de las
circunstancias de la vida de alguien.) ¿Cómo haría distinción entre estas cosas
que tal vez podría pensar hoy y los «milagros» según la definición que se da en
este capítulo? (Tal vez usted quiera también argumentar por una definición
diferente de «milagro».)
5. ¿Tienen los milagros que ser grandes y «destacados» (tal como resucitar
a los muertos o sanar a un ciego de nacimiento) para lograr propósitos útiles
en la iglesia hoy? ¿Qué clase de milagros «en pequeña escala» también pudieran
alcanzar algunos de los propósitos de los milagros que se mencionan en este
capítulo? ¿Ha sabido usted de alguna respuesta a la oración en su propia iglesia
(o en su propia vida) que usted caracterizaría como «milagrosa» según la
definición que da al principio de este capítulo?
6. ¿Le gustaría ver más poder milagroso del Espíritu Santo (o más
respuestas inusuales a la oración) en su propia iglesia hoy, o no? Si
ocurrieran más milagros, ¿cuáles pudieran ser los peligros? ¿Cuáles pudieran
ser los beneficios?
TÉRMINOS ESPECIALES
Cesacionista,
ley natural, marcas de un verdadero apóstol, milagro, obra poderosa, prodigio,
señal
PASAJE BÍBLICO PARA MEMORIZAR
Hebreos 2: 3-4: ¿Cómo Escaparemos Nosotros Si Descuidamos Una Salvación
Tan Grande Esta Salvación Fue Anunciada Primeramente Por El Señor, Y Los Que La
Oyeron Nos La Confirmaron. A La Vez, Dios Ratificó Su Testimonio Acerca De Ella
Con Señales, Prodigios, Diversos Milagros Y Dones Distribuidos Por El Espíritu
Santo Según Su Voluntad.